La casa de los petisos
Escribe
Carlos Castillo Ríos
Reeditado
por Marco EspinozaS.
La Casa de los Petisos, el
complejo que aliviará la situación de los menores a quienes el hambre y la
miseria empuje al trabajo ambulatorio y la mendicidad encubierta, se hizo
posible gracias al entusiasmo que desplegó la Sra. Carolina Acuña de Orrego. El
apoyo que le dio la empresa privada y la acción decidida del comité de Damas de
la Municipalidad de Lima.
Sin embargo, el verdadero
autor de esta hermosa realidad, se llama Víctor Caycho. Es él un periodista de “La República” que consagro varias
noches de investigación y trabajo para poner al descubierto el horrible mundo y
los innumerables peligros que asechan a los niños pobres de la capital. Sin sus
crónicas dramáticas, lacerantes, dolorosamente reales, (y las fotografías que
las ilustran) no existiría ahora el COMAIN (Complejo Asistencial Infantil
Municipal).
Hagamos un poco de memoria. Víctor Caycho rompió el silencio cómplice que la hipocrática ciudad dedica a los niños pobres y atacó el tema con fibra, con dramatismo, con garra. He aquí algunos de sus titulares:
·
Casi
todos los niños mendigos son violados. Hay pequeños que trabajan toda la noche
en la calle. Otros no tienen donde dormir, comen lo que pueden y comienzan un
camino equivocado.
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Miles
de nuestros niños abandonados a su suerte. No tienen qué comer, se drogan, no
tienen futuro ni esperanza.
·
Mafia
obliga a niños a robar por drogas.
·
Estos
niños no saben de juguetes. Abandonados a su suerte, tienen que ganarse el pan
con el sudor de su frente.
·
Tuberculosis
mata a niños pobres de Lima. Alcanza terribles niveles en barrios humildes de
la capital.
·
Cientos
de niños duermen a la intemperie en Lima. No tienen más abrigo que pedazos de
cartones o papel periódico.
·
Juan
Carlos tiene 11 años y una familia y una familia que alimentar.
·
Venden
cebollas de sol a sol para poder vivir. Huérfanos de madre, el padre los
abandonó para irse con otra mujer.
·
Pequeños
floristas trabajan hasta la madrugada. Venden rosas para llevar el diario a sus
hogares.
Y así muchas crónicas más.
Víctor Caycho presentó al país entero a Rodolfo, el Carbonero; a Rosa María una
niña que vende galletas para poder estudiar; a Julio César, el pequeño
emolientero que trabaja toda la noche para ayudar a sus 9 hermanitos y a
Liliana, una linda niña de 11 años que vende rosas para alimentar a su madre
enferma.
Al mismo tiempo el
periodista de está casa visitó a personalidades y dirigentes de prestigiosas
instituciones en busca de su opinión sobre este dramático problema. Y siguió escribiendo
crónicas como estas:
·
Carrión
Pollit propone Comité de Emergencia para salvar a niños abandonados.
·
Manuel
Curotto, de la FEB dice: Daremos ayuda económica para salvar a los niños.
·
Mutuales
apoyan Plan Pro Niños Abandonados.
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Lannata
Piaggio propone: Unamos empresas para donaciones a favor de la infancia.
Y recogió opiniones de Monseñor Metzinger, del Rector de San Marcos, de Gosta Lettersten, Carlos Shinomura, el Padre Bernardo Byrne, el Doctor Carlos Alberto Seguin, Monseñor Noriega Arce, etc. Después Guillermo Thorndike reunió a muchas personas y continuó la campaña. Y así quedó en la ciudad, gracias al periodismo nacional, la incómoda sensación de que todos, sin excepción, estábamos siendo cómplices de la dramática situación de los niños abandonados.
Creo, sinceramente, que ésta
fue una de las más hermosas batallas ganadas por el periodismo nacional. Yo he
visto en manos de muchos científicos los recortes de las crónicas de Víctor Caycho
cuidadosamente archivados como testimonios de una realidad que no se podía ocultar
por más tiempo. Tengo en mis manos una voluminosa tesis que la señora Katia van
Oort de Sánchez, una trabajadora Social holandesa, presentó, bajo mi asesoría,
a la Universidad Católica. Trescientos alumnos de Derecho de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos buscaron niños que trabajan para hacer el relato
de sus vidas e implementar así una investigación, que está en proceso, sobre el
tema que difundió Víctor Caycho.
Y entonces entro a tallar la exquisita
sensibilidad de la Sra. Acuña de Orrego y de sus colaboradoras y ahora, en
Conde de Superunda 426, en Lima, se levanta un servicio destinado a aliviar la dramática
situación que ha creado en la infancia desvalida, la indolente política del
Estado. (Castillo, 1983, p. 9)
Referencias.
Castillo Ríos, C. (04 de noviembre de 1983). La casa
de los Petisos. La República, p. 9.
[Fotografía de La
República]. (Lima. 1983). Archivo fotográfico del diario La República y de la
Revista La Chispa. Lima, Perú.