Otra publicación que logró rescatar
del polvo de la indiferencia y de los ácaros, no es una publicación más del Dr.
Castillo, sino un escrito que describe como es vista la educación desde afuera
y desde los escritos realizados por millones de personas. Presento pues de
forma oficial un extracto del artículo titulado: “En defensa de la coeducación” y además, quiero expresar el saludo
inmenso de los seguidores de Carlos Castillo Ríos, que desde ya esperan con ansias
mi libro titulado: “Aportes pedagógicos de
Carlos Castillo en la prensa peruana”.
En
defensa de la coeducación
Escribe
Carlos Castillo Ríos
Reeditado
por Marco EspinozaS.
El Ministro de Educación tan
consagrado hasta ahora al trabajo al trabajo de reprimir al magisterio,
propiciar la circulación de textos escolares importados de España, propagar la tecnología
educativa sistémica que auspicia el Departamento de Estado norteamericano y
desmontar los avances de la reforma educativa de 1970, manteniendo e
implementando sus errores, acaba de romper su habitual tono gris para levantar
al tope las banderas del pasado. Como en España durante las primeras décadas de
Franco que llegó a dividir algunas playas para que se bañen en un sector los
hombres y en otro las mujeres, el ministro de Educación del régimen anuncia que
se acabó, en el Perú, la coeducación y que, a partir del año escolar que se
avecina, adolescentes de ambos sexos no podrán estudiar en las mismas
aulas, ni siquiera en las mismas
escuelas del Estado.
(..)
La escuela, ingeniero Muñoz, es una institución
seriamente cuestionada en todas partes. Hay millares de textos y artículos que
la consideran elitista, obsoleta y autoritaria. Se le acusa, en los países capitalistas,
de hacer la defensa de un sistema cuyos dividendos benefician a pocos en
desmedro de las mayorías. Se le dice que quiebra la natural espontaneidad y rebeldía
del educando. Se le imputa que rinde más culto al “saber” que al “ser”, que
gradúa principalmente a los alumnos de las clases altas y medias y, en cambio,
repele a los niños del pueblo; que impone los patrones culturales urbanos a los
hijos del campo y los propios de la mesocracia a los hijos del obrero o el
agricultor.
(…)
La escuela, en síntesis, enseña a convivir
en el mejor sentido de la palabra a hombres y mujeres resolviendo los falsos
problemas que, de hecho, postulan las sociedades conservadoras que quieren
hacer creer que el hombre debe ser el amo, la figura dominante, el dueño de la
verdad; y la mujer, su servidora y cocinera fiel, sin derechos pero con un
mundo de obligaciones por cumplir.
(...)
Volvamos a hacer razonables, señor
Ministro. Bastante desprestigio tenemos en el exterior por expulsar a un
refugiado político, para hacer el ridículo llevando a las escuelas a revivir épocas
ya superadas aun en los países más conservadores del orbe (Castillo, 1983, p.
10).
Referencias.
Castillo Ríos, C. (24 de enero de 1983). En defensa
de la coeducación. La República, p. 10