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miércoles, 24 de julio de 2019

LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN CHINA


El siguiente escrito corresponde al maestro y periodista “Carlos Castillo Ríos”,  Estructura escolar es uno de los capítulos de aquel libro que tuvo la mayor acogida en América allá por los años 1973: La educación China, ha sido y es hasta ahora uno de los maravillosos textos que he podido encontrar, es que la educación no solo debe servirnos a nosotros sino que debemos servirlo al pueblo.
 Corrían los años setenta y el catedrático sanmarquino viajaba a China para observar de cerca la gigantesca Revolución Cultural realizada por el maestro y líder político: Mao Tse Tung, según palabras del doctor en Filosofía “José Lora Cam” (2015), el cual diría en una entrevista: “Castillo Ríos que ha sido su libro un bestseller, que se había publicado en varios países de América Latina, La Educación en China, eso se ha vendido como si fuera el libro del siglo, se ha hecho cola para comprar, pues es un libro buenazo (…)”. La experiencia que vivió Castillo en la ciudad china le ayudo bastante para entender lo que significa algo que en el Perú habíamos perdido, eso que se llama ser una persona altruista, un ser con valores éticos y morales.
Les invito a leer una partecita de esto, muy interesante para las personas que buscan algo más de la teoría de educación y sobre todo para los que pensamos que la vida debe ser de todos y no de algunos…
La educación superior
Antes de la Revolución Cultural, la educación superior China se orientaba, principalmente, por 2 fuerzas muy importantes:
a)    La definición de cultura dada por Mao Tse-tung; y
b)    La Constitución de 1954.
En 1944, Mao Tse-tung había dicho que la cultura debía ser “nacional, científica y de masas”. En todos los textos relacionados con ciencias, artes, cultura y educación, se retomaba esta definición.
Por nacional se entendía una cultura propia, creada y desarrollada por los mismos chinos de acuerdo a las necesidades y particularidades del país. Esta noción no excluía, sin embargo, los aportes internacionales si ellos eran positivos y no ofrecían el peligro de crear lazos de dependencia. Esa cultura debía ser científica en la medida en que nacía de la constante confrontación de la teoría con la práctica y era resultado de la experimentación científica. Este concepto ponía de lado todo mito o superstición, lo que no significaba, necesariamente, desestimar el valor de los conocimientos empíricos acumulados durante milenios por el pueblo. Debía ser de masas esa cultura en tanto tenía que nacer en el pueblo y retornar a él. Es decir, servir exclusivamente a los intereses del proletariado.
La Constitución de 1954 establecía con precisión que la educación e investigación científica no podían subsistir fuera del control del Estado y del Partido Comunista Chino. La educación no debía perder de vista la historia de China: un país semi-feudal y explotado que, gracias a su revolución, podía lucir conquistas sociales importantes.
Esos fueron, más o menos, los principios normativos de la escuela superior china. Su aplicación, sin embargo, fue diferente: los intelectuales burgueses seguían dominando en los establecimientos educativos. Los universitarios de origen obrero o campesino, se conducían como proletarios sólo durante el primer año de estudios. Después, unos más que otros, comenzaban a buscar el lujo, la comodidad; empezaban a iniciarse en una vida de privilegios; iban orientándose hacia los valores burgueses. Al final de su carrera ya no se acordaban de sus padres, de su pueblo, de su origen, de su clase. Estudiaban estimulados por la sabiduría que da fama y prestigio. La revolución, para ellos, era posible en tanto no atente contra la vida cómoda y las facilidades burguesas.
Para detener estas irregularidades se hizo imperativa la Revolución Cultural. Los estudiantes progresistas de las universidades fueron quienes la impulsaron, inspirados en la línea revolucionaria de Mao Tse-tung y en contra de las ideas revisionistas. Sin embargo, pese a que las universidades cumplieron función muy importante en la afirmación de la línea proletaria, fueron las instituciones que más se vieron afectadas por la Revolución Cultural y las que más han demorado en recuperarse.
La Universidad de Pekín, por ejemplo, que cerró sus puertas en 1966, las ha vuelto a abrir recién en 1970 y con modificaciones tan profundas que se puede decir que es otra universidad, funcionando en el mismo local. Sólo en Pekín hay casi 40 centros de educación superior que todavía permanecen cerrados, ya que 12 han reabierto sus puertas. (Castillo, 1973, pp. 131-133)
Referencia
Castillo, C. (1973). La educación en China: una pedagogía revolucionaria. Mosca Azul: Lima, Perú.
[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2019). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa. Imágenes extraídas de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, PERÚ.

martes, 2 de julio de 2019

BERNANDINO JINÉS HUARANGA, UN AMAUTA



La muerte de un Amauta
Autor: Carlos Castillo Ríos
Fuente: Diario La República, martes, 21 de junio de 1983
A los 78 años ha dejado de existir don Bernandino Jinés Huaranga, el padre de “los pájaros fruteros” de Lima. Comunero de Muquiyauyo primero y Amauta por derecho propio después, estuvo rodeado, a la hora de su muerte, de exalumnos que comenzaron desde niños a jugar y robar en las calles y luego fueron convencidos por el maestro a formar un hogar donde poder defenderse de los ataques de la miseria, la explotación y la incomprensión que nuestra sociedad ofrece a la infancia abandonada. Muchos de ellos, ahora trabajadores manuales, técnicos y profesionales, estuvieron a despedir al maestro. No asistió a su entierro, naturalmente, nadie del Ministerio de Educación. Mejor así.
Fue hombre a tiempo completo y dedicación exclusiva, don Bernardino. A él lo descubrió la revista Selecciones del Reader Digest y lo situó como su “personaje inolvidable”. Así resulto conocido en el mundo, pero, en el Perú, en 1969, fue Pablo de Madalengoitia quien lo hizo popular cuando le dedico un programa en la serie “Esta es tu vida”. Pero la historia de este peruano extraordinario comienza mucho antes, tal vez en 1943, cuando solía ir a la canchita de fútbol de Santoyo a ver jugar a los muchachos que durante las mañanas robaban en Tacora y en las tardes volvían a ser niños detrás de una pelota. El Amauta les compraba fruta y una vez les obsequio pantalones de deporte. Así se fue ganando la confianza de los muchachos, hasta que un día les hizo esta pregunta:
- ¿Quieren tener una casa?
Uno de sus antiguos alumnos me cuenta:
-No creíamos, al principio, en tan hermoso ofrecimiento. Pero el señor Jinés era nuestro amigo, nos tomaba en serio y sólo tenia frases de comprensión para nosotros. Nada podíamos perder probando. Juntamos dinero, compramos esteras y dos frazadas, y nos fuimos a San Miguel, junto a la antena de Radio Nacional, donde había un terreno baldío. El maestro nos enseñaba albañilería, carpintería y agricultura. Primero hicimos un altillo para dormir y después la cocina. En las noches nos hablaba de Dios y tocaba el violín.
Cuando nos iban a echar de la zona acusados por haber construido una cueva de ladrones guiados por un encubridor de menores, salió el artículo de Selecciones y todo cambió a nuestro favor. El Ministerio de Educación oficializó la entrega del terreno y nos dieron garantías para seguir viviendo.
-Era un hogar que nunca cerraba sus puertas, el nuestro. Entrábamos y salíamos de él libremente. Así nos dimos cuenta que eso que habíamos construido con nuestras manos era nuestra casa. Al fin y gracias a Don Bernardino Jinés, “los pájaros fruteros” de Lima teníamos un hogar.
            -El maestro, quería que fuésemos vegetarianos como él; pero a veces, algunos, le jugábamos sucio y nos íbamos a La Parada a comer pollo. El no lo sabía. Vivíamos en nuestro hogar en base a leche, menestras, quáker, sémola, garbanzos, soya y papas. El fue para nosotros un padre, un amigo, un maestro.
            Con Bernardino Jinés se forjaron otros educadores extraordinarios como Juan Espíritu Miranda, que también tuvo un hogar de menores en Ñaña. Lo curioso es que Jinés, un hombre que todo lo daba a los muchachos sin familia era, afuera, acosado por la suspicacia de los mediocres, incomprendido y calumniado. Sólo contó, en vida, con el respaldo de sus alumnos. Intuitivo genial, es posible que más tarde tenga el reconocimiento que otros maestros como José Antonio Encinas y Germán Caro Ríos ya han conquistado en el mundo magisterial.
            Don Bernardino Jinés, hombre cabal y Amauta auténtico, no recibió, ninguna condecoración oficial ni reconocimiento público. Lo despidieron, hace poco, sólo sus alumnos, ahora hombres maduros que gracias a él jamás llegaron a Lurigancho. No lo olvidarán jamás. Como no olvidan su infancia turbulenta poblada de juegos, robos y peleas, en las inmediaciones de lo que es hoy Tacora y La Parada. (Castillo, 1983, p. 11)
Referencia
Castillo Ríos, C. (21 de junio de 1983). La muerte de un Amauta. Diario La República, p. 11
Pinedo, H. (2015). Un testimonio sobre la obra de Bernardino Jinés y sus “pájaros fruteros” por Félix Arias. Lima, Perú. Recuperado de https://www.connuestroperu.com/actualidad/miscelanea/46059-un-testimonio-sobre-la-obra-de-bernardino-jines-y-sus-pajaros-fruteros-por-felix-arias