El siguiente escrito corresponde al
maestro y periodista “Carlos Castillo
Ríos”, Estructura escolar es uno de
los capítulos de aquel libro que tuvo la mayor acogida en América allá por los
años 1973: La educación China, ha
sido y es hasta ahora uno de los maravillosos textos que he podido encontrar, es
que la educación no solo debe servirnos a nosotros sino que debemos servirlo al
pueblo.
Corrían los años setenta y el catedrático
sanmarquino viajaba a China para observar de cerca la gigantesca Revolución Cultural
realizada por el maestro y líder político: Mao Tse Tung, según palabras del
doctor en Filosofía “José Lora Cam” (2015), el cual diría en una entrevista: “Castillo Ríos que ha sido su libro un
bestseller, que se había publicado en varios países de América Latina, La
Educación en China, eso se ha vendido como si fuera el libro del siglo, se ha
hecho cola para comprar, pues es un libro buenazo (…)”. La experiencia que
vivió Castillo en la ciudad china le ayudo bastante para entender lo que
significa algo que en el Perú habíamos perdido, eso que se llama ser una
persona altruista, un ser con valores éticos y morales.
Les invito a leer una partecita de
esto, muy interesante para las personas que buscan algo más de la teoría de
educación y sobre todo para los que pensamos que la vida debe ser de todos y no
de algunos…
La educación superior
Antes de la Revolución Cultural, la
educación superior China se orientaba, principalmente, por 2 fuerzas muy
importantes:
a)
La
definición de cultura dada por Mao Tse-tung; y
b)
La
Constitución de 1954.
En 1944, Mao Tse-tung había dicho que
la cultura debía ser “nacional, científica y de masas”. En todos los textos
relacionados con ciencias, artes, cultura y educación, se retomaba esta definición.
Por nacional se entendía una cultura
propia, creada y desarrollada por los mismos chinos de acuerdo a las
necesidades y particularidades del país. Esta noción no excluía, sin embargo,
los aportes internacionales si ellos eran positivos y no ofrecían el peligro de
crear lazos de dependencia. Esa cultura debía ser científica en la medida en
que nacía de la constante confrontación de la teoría con la práctica y era
resultado de la experimentación científica. Este concepto ponía de lado todo
mito o superstición, lo que no significaba, necesariamente, desestimar el valor
de los conocimientos empíricos acumulados durante milenios por el pueblo. Debía
ser de masas esa cultura en tanto tenía que nacer en el pueblo y retornar a él.
Es decir, servir exclusivamente a los intereses del proletariado.
La Constitución de 1954 establecía con
precisión que la educación e investigación científica no podían subsistir fuera
del control del Estado y del Partido Comunista Chino. La educación no debía perder
de vista la historia de China: un país semi-feudal y explotado que, gracias a
su revolución, podía lucir conquistas sociales importantes.
Esos fueron, más o menos, los
principios normativos de la escuela superior china. Su aplicación, sin embargo,
fue diferente: los intelectuales burgueses seguían dominando en los establecimientos
educativos. Los universitarios de origen obrero o campesino, se conducían como
proletarios sólo durante el primer año de estudios. Después, unos más que
otros, comenzaban a buscar el lujo, la comodidad; empezaban a iniciarse en una
vida de privilegios; iban orientándose hacia los valores burgueses. Al final de
su carrera ya no se acordaban de sus padres, de su pueblo, de su origen, de su
clase. Estudiaban estimulados por la sabiduría que da fama y prestigio. La revolución,
para ellos, era posible en tanto no atente contra la vida cómoda y las
facilidades burguesas.
Para detener estas irregularidades se
hizo imperativa la Revolución Cultural. Los estudiantes progresistas de las
universidades fueron quienes la impulsaron, inspirados en la línea
revolucionaria de Mao Tse-tung y en contra de las ideas revisionistas. Sin embargo,
pese a que las universidades cumplieron función muy importante en la afirmación
de la línea proletaria, fueron las instituciones que más se vieron afectadas
por la Revolución Cultural y las que más han demorado en recuperarse.
La Universidad de Pekín, por ejemplo,
que cerró sus puertas en 1966, las ha vuelto a abrir recién en 1970 y con
modificaciones tan profundas que se puede decir que es otra universidad,
funcionando en el mismo local. Sólo en Pekín hay casi 40 centros de educación superior
que todavía permanecen cerrados, ya que 12 han reabierto sus puertas.
(Castillo, 1973, pp. 131-133)
Referencia
Castillo, C. (1973). La educación en China: una pedagogía
revolucionaria. Mosca Azul: Lima, Perú.
[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima.
2019). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa. Imágenes extraídas de la
Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, PERÚ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario