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lunes, 23 de noviembre de 2020

CULTURA Y PUEBLO DE WINSTON ORILLO

 

¿Un arte clandestino?

Reeditado por Marco EspinozaS.

 


La siguiente frase corresponde al prólogo de la Revista: Cultura y Pueblo:

Un crítico sarcástico describía la situación actual de la poesía francesa en los siguientes términos: “nunca antes tantos escribieron tanto… que nadie lee”. ¿Cabría explicar este juicio a la literatura y, en general, al arte peruano de nuestros días? El tema de la “función social del arte” es, sin duda, una obsesión entre nosotros. Su constante tratamiento ha generado, incluso, una retórica. Sucede, sin embargo, que cualquier reflexión sobre el tema debería partir, o al menos tener presente de alguna manera, un hecho concreto: la cantidad y calidad de la audiencia que efectivamente recibe el arte en el Perú de hoy (…).

CULTURA Y PUEBLO ha querido suscitar inquietud acerca de estas cuestiones y las que ellas se desprenden. Por esto ha entrevistado, en una primera etapa de su programa, a escritores y artistas plásticos, usando al efecto cuestionarios muy parecidos. . (Cultura y Pueblo, 1970).

En una entrevista que le hiciera la revista Cultura y Pueblo al maestro catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos: Winston Orillo.

A la pregunta: “En suma: ¿Para quién escribe usted?”

Responde: Preferiría decir para quién no escribo yo. Pues bien, definitivamente no escribo para los miembros de las cofradías de seudo - artistas-maricones – que – todas – las – noches – ofician – en – los – bares – y – cantinas – de – la – Lima – que – dicen – odiar; tampoco escribo para los liliputienses que viven en los templetes de ciertos grupos literarios, cuyos temas “revolucionarios” son las menstruaciones o las menopausia de mamá o los problemas derivados de la mala calidad de los condones nacionales. Tampoco escribo para los que se hacen el loco por la “angustia de la vida nacional”. Yo aprendí a que me tenga sin cuidado “la crítica local”: no escribo para ella. Definitivamente me importa un carajo la opinión –y el gusto- de mis colegas de armas: trato de no caer en sus mismos errores; y, respetándolos, prefiero contemplarlos a una saludable distancia. Con todo esto quiero decir que uno de los ambientes que más me da náuseas en el Perú es el llamado “intelectual”, que –como es público y notorio- tengo que frecuentar casi a diario, disfrazado de periodista o de diligente chambelán de relaciones públicas. A usted, lector –no- aludido (felizmente es usted la mayor (a), le toca hacer la resta: yo escribo para usted. (Cultura y Pueblo, 1970).

Grandes palabras del maestro Orillo, se escribe para el pueblo y no para esos intelectuales que me dan nauseas…

Referencias

Anónimo (1970). “¿Un arte clandestino?” [Encuesta a especialistas]. Cultura y Pueblo. Lima, número 17/18, pp. 19-23. Recuperado de http://www.inca.net.pe/assets/objeto/un-arte-clandestino-encuesta-realizada-a-varios-artistas-plasticos-y-visuales-y-a-escritores-i-y-ii3/

[Fotografía y diseño Marco Espinoza]. (Lima. 2020). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa. Extraído de la web del Ministerio de Cultura, Lima, Perú.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Sueños y Franquezas de Carlos Castillo R.

 

Sueños y Franquezas

Escribe Carlos Castillo

Reeditado por Marco EspinozaS


 

I.              MEJOR A DESTAJO

Muy poco hicieron los parlamentarios que no sea cobrar a manos llenas por leyes que no redactaron y fiscalizaciones que dejaron de hacer. La tuvieron muy fácil, es cierto, y por eso volverán a sus hogares con más pena y vergüenza que gloria.

Habría, pienso, que modificar la Constitución y en lo futuro pagarles a destajo: bueno millones de intis y el reconocimiento público para quienes proponen y hacen significativos aportes a leyes que beneficien al pueblo. Y apenas dos sueldos mínimos para quienes sólo vayan a “carpetear”.

Este sistema aplican los ingenieros a los gasfiteros: pago a destajo y contra entrega de obra. Así lo aconseja también, para incrementar la productividad, el liberalismo económico más ortodoxo.

II.            CUESTIÓN DE OPINIONES

A la hora en que los niños duermen, regada la simiente y guardado el rebaño, los campesinos se congregaron frente al televisor para escuchar con atención al doctor “dizque egresado de la Universidad Católica- que desde Lima iba a desarrollar el tema “El Perú actual: diagnóstico y pronostico a la luz de las Ciencias Sociales”.

No hubo asunto ni problema que no fuera tratado, aunque en el más sofisticado lenguaje y en medio de una lluvia de teorías, cifras y citas: la inflación el déficit fiscal, la balanza de pago, la inmortalidad administrativa, la morbi-moralidad infantil, la deuda externa… ¡la fuga de capitales!

Horas después, concluido ¡al fin! El rollo, los trabajadores sin saber qué hacer ni qué decir, adustos y con los ojos cargados de sueño, permanecieron tensos, como petrificados, en sus asientos. Hasta que el maestro de escuela, concluyente, exclamó:

¡O sea estamos hasta el cien de jodidos!

Sólo entonces los agricultores, relajados, se empezaron a despedir para irse a dormir. Preocupados por el futuro del país, es cierto, pero con la íntima satisfacción de coincidir, total y absolutamente, con los sabios conceptos de tan insigne académico.

III.           MASOQUISMO

Dramática situación de los candidatos: tener que publicitarse como si fuesen aparatos electrodomésticos o detergentes siendo, casi todos, seres humanos, sensibles al dolor del prójimo y del país.

Y no es que la ambición constituya delito ni sea censurable aspirar a ser amante de una espléndida mujer, pasajero de una nave interplanetaria, gran pintor, o fogoso e imparable jugador de futbol. Es que estos deseos, por lo menos, están al alcance de los sueños, ya que son sólo resignarnos un poco a hacer el ridículo y cerrar los ojos, podemos, a punta de imaginación, poseer a la mujer deseada; viajar a través de las estrellas; sentirnos un Picasso; o vernos metiendo un gol, de palomita, en un estadio lleno de tope a tope…

Pero, ¿Ingresará a este nivel onírico el anhelo de llegar al Parlamento? ¿Cómo se verán en sus sueños los candidatos? ¿Aclamados y entrevistados por Roxana, acaso? ¿Recibiendo un elevado sueldo, inmunidad y poder, sin sudarla? ¿Asediados por el pueblo y los periodistas, tal vez? Sin embargo, valen tan poco estas ilusiones que creemos, que algo de masoquismo hay en los candidatos: ellos luchan por ser políticos profesionales justo en el momento en que nadie cree en los políticos profesionales. Y, al ser elegidos, se convertirán en hombres públicos sabiendo que, a dichos personajes, como a las mujeres públicas, cualquiera cree tener derecho a meterles la mano. (Castillo, 1990, p. 5.).

Referencia

Castillo Ríos, C. (1 de marzo de 1990). Sueños y franquezas. Cambio, p. 5.

[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2020). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, imágenes extraídas de los archivos periodísticos del Diario Cambio en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.

 

LIBERTAD DE PRENSA Y CALUMNIA ESCRITA POR CARLOS CASTILLO R.

 


No hay libertad de prensa si no hay libertad para informarse, esa era la realidad a mediados de 1990 hasta finales del año 2000, no había libertad para poder informar, se publicaban noticias falsas, y el que decía la verdad de los hechos era secuestrado, desaparecido y encarcelado. Y es que el aparato montesinista y fujimorista habían ideado artimañas para detener a: profesores, fiscales, periodistas y hasta civiles, es así, que el 31 de enero de 1991 el maestro y periodista Carlos Castillo Ríos era conducido a la DIRCOTE, ahí permaneció incomunicado hasta su liberación, la cual se realizó el viernes 16 de febrero de 1991 sin encontrarle ninguna prueba en contra, los detalles y pormenores de los hechos acontecidos en esos días, nos lo cuenta el mismo maestro Carlos Castillo:

LIBERTAD DE PRENSA Y CALUMNIA

 

Escrito por Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco EspinozaS.

 



Debo una explicación a familiares, amigos y exalumnos, así como expresar mi agradecimiento a los colegas de La República y CAMBIO que prestaron por mi detención.

También a los senadores Javier Diez Canseco y Gustavo Mohme que me visitaron en la Dircote; a los intelectuales peruanos y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que solicitaron mi libertad, y a la directiva del Colegio de Abogados que envió un representante a inquirir sobre mi situación. Tengo la convicción que el incidente que expongo habría constituido sólo un atentado más a los Derechos Humanos en el país que ha batido todos los récords en atropellos de esta naturaleza, (apenas una raya más al tigre), si cierta prensa escrita, televisada y radial, habría utilizado, en sus afirmaciones, comentarios y editoriales más la verdad de los hechos que la imaginación y la mentira.

Debo asimismo hacer conocer estos detalles como denuncia y para que otros no sean también víctimas de la prepotencia e impunidad de cierta prensa.

            Lo que me sucedió le podría pasar a otro peruano: hace más de 3 meses, una profesora acusada de pertenecer a Sendero Luminoso y por eso vigilada por miembros de la Policía Técnica, visitó mi casa, sin anunciarse, para pedirme un artículo para la revista especializada Autoeducación donde ella colaboraba. Accedí a su solicitud y 4 días más tarde, le hice llegar mi aporte. Ahí habría terminado todo si, por aquella inesperada visita, mi domicilio ni hubiese sido considerado como sospechoso.

            Este hecho motivó que el último día de enero, Dircote decidiera allanarlo. Y con 5 policías armados apoyados por un tímido agente fiscal, buscaron explosivos, armas y propaganda subversiva con resultado negativo. Entonces, para no irse con las manos vacías, me condujeron a sus instalaciones, previa incautación, entre miles de libros, de uno sobre Sendero de Carlos Iván Degregori; de un folleto mimeografiado de 1980 sobre Mao Tse-Tung; y de 4 artículos escritos por mí y publicados en diarios de la capital.

            Se me dijo, y lo creí, que debía acompañarles para una aclaración y que, en un plazo máximo de 2 horas estaría de regreso. Así lo hice sin imaginar que iba a salir de la Dircote sólo 15 días más tarde, libre de toda culpabilidad es cierto, pero tras vivir amargas experiencias. No debo ocuparme de ellas por ahora, sino del tratamiento que los periódicos dieron a este incidente.

EL DECANO.- Informó El Comercio, considerado por muchos la voz seria del periodismo nacional, que se me intervino en el Parque Confraternidad N° 264 de Barranco; que soy sociólogo y nada menos “ideólogo de Sendero Luminoso”. La verdad es que jamás estuve en ese inmueble, no poseo ese título académico  ni, como quedó demostrado, tuve ni tengo relación alguna con Sendero. Luego, días más tarde y bajo el título “Identifican a cabecillas de Sendero con material incautado”, el periódico volvió a la carga afirmando enfáticamente que los capturados, yo inclusive, formábamos parte de la cúpula senderista.

En el  Perú hay mucha gente que cree, a pie juntillas, lo que afirma El Comercio. En la noticia que me atañe, el periodista ni siquiera utilizó el verbo en condicional. Más tarde, en ediciones posteriores, cuando ya había sido puesto en libertad, ese diario no dio cuenta del hecho y en su lugar informó otra noticia falsa: que mi caso había pasado al Poder Judicial.

¿Por qué tanta mentira? Es bueno aclarar que no soy un desconocido para ese periódico: durante muchos años fui asiduo articulista de su página Editorial y luego fundador con José Miguel Oviedo, ALAT, Manuel Jesús Orbegozo, el chino Domínguez, Abelardo Oquendo y otros de El Comercio Gráfico. Participaba entonces en reuniones con el Dr. Alejandro Miró Quesada sin haber tenido nunca problema personal ni laboral alguno con sus directivos ni con la empresa. Cuando salí de ese vocero lo hice por mi propia voluntad y considerando a sus propietarios como la personificación de la decencia y la caballerosidad.

“El periodismo puede ser la más noble, pero también la más vil de las profesiones” dijo, con acierto, alguna vez, don Antonio Miró Quesada. Temo que el decano de la prensa nacional, en este caso, actuó con singular vileza.

EXPRESO.- Con el diario de Manuel Ulloa me fue peor: sospecho que a los 3 o 4 días de prisión tendría que salir en libertad, pues el malentendido que me llevó a Dircote había sido ampliamente aclarado. Pero, en ese momento, Expreso aseguró que yo figuraba en uno de los videos incautados por la policía. Y lo reiteró categóricamente al siguiente día: “Castillo Ríos es, dijo, uno de los personajes que aparecen en las imágenes registradas en la cinta de video incautada por la policía en el escondite de Abimael Guzmán”.

            Además, su director Manuel d’Ornellas, en su columna diaria y bajo el epígrafe de “Los ayayeros de Abimael”, agregó que entre los que componen el círculo íntimo de Guzmán “hemos visto a gente tan inesperada como el periodista Carlos Castillo Ríos, del diario La República”. Es decir, no le contaron ni le informaron: me vio y reconoció en el video (¡!). Y cerrándome toda opción de salida, a mansalva, agregó: “Aquí no caben disculpas: quien se jaranea con él (Abimael Guzmán) no solamente refrenda su actitud política, sino que además ha pasado previamente por todos los filtros de la seguridad interna de su secta asesina. Nadie pudo estar allí por casualidad”.

            Para quienes sólo leen ese diario debo continuar en prisión pues tampoco dio cuenta que había sido puesto en libertad.

LOS “IZQUIERDISTAS” DE “SI”.-  Si el Comercio y Expreso reafirmaron tan enfáticamente mi filiación senderista, los periodistas considerados ‘izquierdistas’ de la revista “SI”, fueron aún más lejos. No sólo me tildaron de “hombre de Gonzalo” y calificaron como “el más destacado detenido en el último operativo policial”, sino que, asumiendo aparente imparcialidad, me sindicaron como “padre de la educación inicial en el país”; dieron cuenta de mi “preocupación constante por la niñez”; e hicieron referencia a mis estudios de especialización en Europa, concluyendo así: “Y es que al final de la reforma educativa, Castillo Ríos quedó traumado por una sensación amarga de fracaso y desolación”. Por eso…”empezará a zanjar con su pasado intelectual y hacer primar, por sobre todas las cosas, el método clasista en el análisis de la realidad social”. Es decir, se levanta primero mi imagen, para después hacerla aterrizar en predios comunes a Sendero Luminoso.

            ¿Por qué la preocupación de señalarme como intelectual de alguna importancia para, al final, concluir con deducción tan forzada y subjetiva, justo en el momento en que la represión necesitaba con urgencia de personas pertenecientes a la cúpula senderista? Pero la revista hizo algo más: para buscarme enemigos rememoró asuntos que no venían al caso como antiguas y naturales discrepancias con Alfonso Barrantes y Henry Pease, en la Municipalidad de Lima, aludió a mi posición crítica frente a los planes de educación del Apra e Izquierda Unida, y recordó mis frecuentes campañas contra el antieducativo programa “Trampolín a la Fama” de Ferrando. Y luego, sin siquiera otorgarme el beneficio de la duda, terminó descargándome un vil tiro de gracia:

            “Estos puntos de vista le ganarán los aplausos y la adhesión de los sectores más radicalizados del magisterio con los cuales Castillo Ríos no ocultará sus simpatías y aportará con trabajo, charlas y orientación doctrinaria. Pero ahora debe estar meditando sobre los riesgos del violentismo en una oscura celda de Dircote”.

 ¿INERCIA? No fui, naturalmente, la única víctima de estos excesos por parte de periódicos y revistas. Los demás detenidos fueron señalados, asimismo, como cabecillas, ideólogos y prominentes miembros de la cúpula senderista. Un distinguido psiquiatra que fuera visitado en su consultorio por una paciente supuestamente comprometida con Sendero, fue considerado, por más de un diario, como…”médico personal de Abimael Guzmán!”

            Lo insólito del caso es que no podría afirmar y menos probar la existencia, en estas publicaciones, de oscuros designios, propósitos mercenarios, o simple voluntad de hacer daño. Más parece que a todos los detenidos se nos inventaron funciones, cargos y situaciones por inercia, por decir algo más que los otros órganos de la competencia, casi por costumbre. Todo esto respaldado, sin duda alguna, por la irresponsable impunidad con que actúan los medios de información.

            Lo peor del caso es, sin embargo, que el uso alegre e irreflexivo de esta supuesta libertad de prensa, olvida con ominosa frecuencia, que estamos en el Perú, país donde, según el Informe Anual sobre la situación de los Derechos Humanos que edita el Departamento de Estado de los Estados Unidos, existen no sólo detenciones arbitrarias, sino también ejecuciones extrajudiciales, desapariciones de personas, torturas y malos tratos, corrupción judicial y violencia terrorista. Y que cualquier exageración o cargo imaginario publicado en un periódico o revista considerado serio y responsable, puede tener, para sus víctimas, un precio mucho más elevado que el simple desprestigio y el escándalo

¿Qué HACER? En estas circunstancias, ¿qué podemos hacer los ciudadanos comunes y corrientes, aquellos que no tenemos periódico propio? Muy poco en verdad. En nuestro caso sólo nos queda:

            1° Denunciar la inexistencia, en el Perú, de la libertad de prensa. Los diarios, revistas y noticieros de radio y televisión, con contadas excepciones, se han ido deslizando, paciente aunque progresivamente, desde una libertad que tuvo reducida y accidentada existencia, hasta un ahora crónico y desorbitado libertinaje. Y,

            2° Apelar a la conciencia de los periodistas y propietarios de medios de expresión para que ellos mismos sean quienes, a través del Colegio o la Asociación de Periodistas, activen y sugieran los mecanismos y controles necesarios para que la libertad de expresión pertenezca unida permanentemente, en el momento de transmitir la noticia, a la honestidad y verdad. Ellos podrían construir seguramente un Tribunal de Honor u otra institución análoga, para cautelar el idóneo ejercicio de la libertad de prensa. Y al mismo tiempo, sancionar moralmente los desmanes y exacciones que bajo la forma de desinformación y calumnia, lleguen a propagar los medios masivos de comunicación social. (Castillo, 1991, p. 15)

Referencia

Castillo Ríos, C. (4 de abril de 1991). Libertad de prensa y calumnia. Cambio, p. 15.