¿Qué se hace por los niños que trabajan?
Escribe Marco EspinozaS.
Fue una pregunta que se hiciera el maestro y periodista Carlos Castillo Ríos y que posteriormente lo convirtiera en un artículo titulado de la misma forma que hemos puesto en este análisis. Y es que si miramos a los últimos 30 años no se ha hecho nada por ellos, siguen en las calles trabajando, recibiendo los golpes morales de sus patrones y de los “políticos”, más de uno a caído en el consumo de sustancias toxicas. Los lugares donde se observan a jóvenes en consumo de estas sustancias están en el cruce de la Av. Grau y la Vía Expresa, antes llamado “Carpa Grau”. Al respecto cita Castillo (1988):
Antes, muchos niños iban a la escuela después de tomar sólo una taza de té y un pan con soledad, como le llaman ahora. Y con ese sostén alimentarlo debían soportar clases en recargados horarios.
Después de Setiembre de 1988 la situación se ha tornado tan dura y apremiante que muchos están abandonando las escuelas para, practicando una suerte de mendicidad disfrazada, ganarse la vida (p. 8).
Lo que menciona Castillo Ríos es muy cierto y hasta hoy siguen asistiendo a clases niños que toman cocoa con pan con soledad, algunos solo un vaso con agua y otros solo un bocado de aire, es muy triste que en pleno siglo XXI estemos hablando de ello, a comienzos del año 2000 el país paso por un auge en las exportaciones de metales pero no se vio reflejado en los que más lo necesitaban, los niños de los pueblos jóvenes, los niños de las calles, los niños que limpian los calzados, los niños que venden caramelos, los niños que ayudan a cargar sacos de frutas, ellos no tuvieron ni idea del auge económico que vivió el país, a pesar de ello era considerado el Perú como uno de los mejores en crecimiento económico. Eso mismo ha pasado en la mayoría de países latinoamericanos y el caso más reciente es lo ocurrido en Chile, donde todos se enfrentaron a una economía inflada por los organismos internacionales y por los políticos, esa sociedad hermana se levantó por días, meses y años, hasta que exigieron cambios en su Constitución y que a través de la participación de las sociedades civiles pueda en verdad reflejar los intereses de los que menos tienen, lo mismo ha ocurrido en nuestro país pero con diferentes matices, corrijo no es lo mismo sino han sido pequeñas pinceladas que aún no termina y que ha sido opacada por los intereses del poder y por la industria cultural.
Castillo Ríos, también se pregunta, sobre el papel que ha jugado el Ministerio de Educación ante los niños que trabajan:
¿Qué hace el Ministerio de Educación por los niños de la calle? Ellos pueden ser los magníficos ciudadanos del futuro a condición que se le abran urgentes programas de emergencia o, en su defecto, el lumpen que siembra delincuencia y terror en el siglo XXI.
El momento crucial que está viviendo el país no está para provocar innecesarios enfrentamientos con maestros y alumnos. Hay necesidad de entender que así como el Ministerio de Economía hace esfuerzos por detener la inflación y la recesión, el de Educación tiene que abrir la escuela y en vez de asignaturas y trabajo escolar convencional, realizar urgentes acciones para salvar a los niños del hambre, la miseria y las trampas de la calle. El dilema es trágico: ahora o nunca. (Castillo, 1988, p. 8).
Las bonanzas económicas fueron repartidas por las clases pudientes, entre políticos, entre rectores, entre magistrados, entre jueces y también entre los ejecutivos del Ministerio de Educación, y es que no se hizo nada por los niños que trabajan, solo se dedicaron a copiar modelos académicos de otros países, ambas realidades son distintas, que tiene que ver aquí: Vigotsky, Ausbel, Piaget, etc., porque no escucharon a Virgilio Roel, Emilio Barrantes, Walter Peñaloza, Augusto Salazar Bondy, German Caro Ríos, José María Arguedas, José Carlos Mariátegui y hasta el propio Carlos Castillo Ríos que hizo tanto por los problemas del niño y la sociedad, no se hizo nada de ello solo copiaron y pegaron en los diseños curriculares lo que a ellos le decían que era bueno. Somos un país subdesarrollado culturalmente y económicamente.
CURRUCULITIS AGUDA
Los maestros están, ahora, justificadamente desconcertados porque comprueban, con pavor, los terribles efectos de la crisis económica en los niños. Saben, lo están viendo, que cada “paquetazo” significa un golpe artero que pone en peligro la sobrevivencia de sus alumnos. Y sienten, desilusionados, que la alta dirección del ministerio ha olvidado que la pobreza no sólo incuba enfermedades, delincuencia y muerte a lo largo y ancho del país; sino también ignorancia, perdida de inteligencia, deserción escolar, problemas de aprendizaje y analfabetismo, en la escuela. (Castillo, 1988, p. 8).
Los altos ejecutivos del Ministerio de Educación se olvidaron de que los niños que no se encuentran bien alimentados tendrán problemas serios de aprendizajes, se olvidaron que la mejor escuela esta en las calles, ahí donde se siente más de cerca la cólera del hombre, la indiferencia, la discriminación y la hipocresía, es que la actual educación impartida a los niños los vuelve ciegos, se enseña lo contrario a lo que se observa.
Si antes de la crisis, sólo en Lima, 24 niños diarios, en promedio, huían de sus casa en busca de un destino mejor, ¿qué estará pasando ahora que la educación oficial adolece de ese mal que Unesco llama “curriculitis aguda”? ¿Con qué criterio la burocracia académica pretende agregar a la miseria una mayor dosis de una escuela que sólo transmite información muchas veces incongruentes con la realidad? ¿Qué significa en términos educativos este intento de hacer más pesada la carga curricular de los niños, justo en el momento en que el hambre y la desocupación están apretando tan duramente a los pobladores de la ciudad y el campo? (Castillo, 1988, p. 8).
Y esa enseñanza en los niños también es impartida en los claustros de los profesionales, egresan en su mayoría jóvenes que adolecen de la concepción del mundo en que vivimos, piensan que las teorías sin las practicas se pueden enlazar cuando es todo lo contrario, escuchaba a un amigo educador de niños especiales: “estamos a fin de año y debo hacer informes, el diseño curricular y todo lo que ello trae y si no, no me pagan”, es lamentable que los profesores tengan que dedicar más tiempo a los papeles que al estar con los niños, preocuparse por su bienestar que el de trascribir documentos que son incoherentes con la realidad.
LOS NIÑOS PADRES
Si las autoridades educativas se han olvidado que las mayores víctimas de la crítica situación económica y social por la que atraviesa el país son los niños, es necesario recordarles en qué país están viviendo. El Perú, por si no lo saben, tiene un humillante galardón a nivel mundial: es uno de los pocos lugares que tiene una categoría rara y desconocida que alguna vez denominamos “niños-padres”. Son aquellos muchachitos en edad escolar que limpian carros o zapatos, venden periódicos, baratijas o golosinas, no sólo para cubrir sus gastos de subsistencia sino también, para alimentar a sus progenitores y hermanos menores. (Castillo, 1988, p. 8).
Y es que, nuestro país, niega el apoyo a aquellos niños que a pesar de trabajar y estudiar sobresalen en sus aulas, esos niños son más conscientes de su situación, de la realidad en que viven, sin embargo, el Estado les niega una ayuda, si ellos tuvieran las herramientas necesarias para sacar adelante a sus hogares lo harían, pero pese a ser muy buenos tienen que cargar una gran mochila, la de sus hijos, la de sus hermanitos y padres y la de su sociedad, una sociedad que les cierra las puertas y es que somos nosotros mismos que les negamos a que hayan cambios, elegimos a gobernantes cada 5 años que no representan a los más vulnerables sino a los que son soldados defensores del actual sistema, al libre mercado, a cuidar los intereses de las trasnacionales, así es, le negamos con nuestro voto equivocado una oportunidad a la niñez, dejamos que los medios de comunicación sigan opacando en sus mentes lo que en verdad sucede. Los niños no se sienten representados por su país.
Expliquémoslo mejor: esos niños y adolescentes, de ambos sexos, salen a calles y plazas a vender su inocencia, despertando lástima en horas en que deberían estar estudiando, jugando o descansando, para mantenerse a sus padres que no tienen trabajo estable alguno. Con lo poco que llevan a casa, sostienen su hogar. ¡Y ahora, precisamente ahora, quieren que vayan también, obligatoriamente, a escuchar clases teóricas también los sábados! (Castillo, 1988, p. 9).
Es un arroz con mango lo que sucede en el Ministerio de Educación, por un lado gastan millones de soles en mandar a imprimir libros, afiches y separatas cuando se gasta todo lo contrario en brindarles un desayuno, en darles calidad de vida a sus maestros, en mejores sueldos, en mejores capacitaciones, es un sancochado lo que hoy sucede en nuestra educación.
SE DEBIO CONSULTAR
Es que nos hemos acostumbrado a silenciar a los niños, a pensar por ellos y a determinar su destino sin nada consultarles. Y los resultados están a la vista. Los maestros, que tienen relación directa con niños y adolescentes, saben la profunda verdad que esconde cada menor cuando se le permite opinar y decidir. Cuando no se les impone criterios, cuando se recoge sus necesidades y se les brinda la oportunidad que sean ellos mismos quienes propongan la solución a sus problemas. (Castillo, 1988, p. 9).
Ahí está la solución, escuchar a los niños, a los que mañana elegirán a sus autoridades, pero como nada de ello se aplica y es que ellos toman las decisiones que se les son encomendadas por los bancos mundiales y por los organismos internacionales, nada de ello se hace, actúan por órdenes de los grupos de poder. Si escucháramos a nuestros niños, si nos preocuparíamos por ellos, si los políticos velaran por sus derechos, nada de ello ocurriría, pero debemos ver la realidad y esa nos dice que muchos de ellos trabajan en la minería informal, también existe la trata de niños, la violencia física, el maltrato psicológico que los lleva en su mayoría a que más tarde sean resentidos y caigan en las drogas como una solución a los millones de problemas que se da a consecuencia de la falta de oportunidades, a empleo, a una casa, a un sueldo justo, etc…
Referencias
Castillo Ríos, C. (10 de abril de 1989) ¿Qué se hace por los niños que trabajan? La Opinión, pp. 8-9.
[Fotografía del Diario La Opinión]. (Lima. 1989). Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.
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