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viernes, 22 de octubre de 2021

EL TRÁGICO DESTINO DE LOS INTERNADOS POR CARLOS CASTILLO RÍOS

 


El trágico destino de los internados

 

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco EspinozaS.


La organización, el orden y el institucionalismo, dan a veces consejos perniciosos. ¿Se quiere un buen rendimiento de los futbolistas? ¿Se piensa proteger con mayor eficacia a las candidatas a Miss Universo? ¿Se desea para el hijo desobediente y malcriado una educación más rígida? Siempre, ante tales problemas, surge una pretendida solución: la concentración de las personas. Es decir, el internado con severa vigilancia, la vida programada e igual para todos.

Los futbolistas fueron concentrados en un hotel muy lujoso y lleno de comodidades y, sin embargo, siempre tuvieron el rostro triste. Fue necesario reunirlos para que pueda crearse el espíritu de familia, dijo el director técnico y, al parecer, allá surgieron los grupos, las argollas y peleas. Las candidatas al reinado de belleza también fueron internadas en un hotel confortable y empezaron a marchitarse, a languidecer y enfermarse. Pero los organizadores del certamen creían que esa era la mejor forma de proteger a tanta belleza importada. Siempre se piensa que el aislamiento, la separación, tiene facultades curativas. La justicia, que debería tener mucho sentido común, cree en la prisión como sistema resocializador a pesar que la experiencia prueba que la gente sale de las prisiones peor que cuando entró. No se engaña, sin embargo, la literatura. Sobre las consecuencias perniciosas de los internados a los jóvenes tenemos dos hermosos testimonios: “Los hijos del orden”, de Luis Urteaga Cabrera, que trató sobre Maranga y “La ciudad y los perros” de Mario Vargas Llosa, que se ocupó del Colegio Militar Leoncio Prado.

En protección a la infancia los internados, impropiamente, toman el nombre de institucionalización. “Ese niño necesita ser institucionalizado”, se dice, cuando se pretende tenerlo, cama adentro, en un centro de protección por varios meses o años. Se entiende entonces por institución el “ghetto”, los muros que limitan el espacio, la enorme casa cerrada al exterior y que sirve como único escenario a la vida del ser humano. Y ese termino impropio (porque hay también instituciones abiertas) ha dado lugar a otro horrible neologismo ahora muy usado en América Central y que se denomina “la desinstitucionalización” de los menores.

La guerra a los centros cerrados de protección juvenil en América la inició la Sra. Estrella de Carrasco, esposa del ex Presidente de Costa Rica, quien, para proteger mejor a los menores en situación irregular, empezó a cerrar establecimientos de reeducación y hogares infantiles y los sustituyó por libertad vigilada, adopciones, colocación familiar y casos S.O.S., de inspiración holandesa. De manera que, en muchos países, ya se acabaron los policías de custodia externa, las fugas, las sirenas, los muros y en general, el internamiento.

La teoría que fundamenta la desinstitucionalización es muy simple: el niño, el joven y el hombre nacieron para vivir en sociedad. Es decir, en un mundo complejo y problemático de gente de todas las edades, oficios y características personales. Triunfa el que mejor se adapta al conglomerado social con todos sus peligros y todos sus encantos.  El aislamiento, aunque en la comodidad y la abundancia, no es sino expresión que tiene un tufillo carcelario. Después de todo, el ser humano no ha venido a este mundo para vivir “in vitro”.

Quien piensa que parte importante de la política antidelictiva de un país es la construcción de centros penitenciarios, esta equivocado. La historia no registra un solo ejemplo constructivo que provenga de la aglomeración de seres humanos de un solo sexo en un recinto común. En cambio, la experiencia recuerda que el amontonamiento de seres humanos al margen de la sociedad -aun cuando en el interior del recinto haya escuela, talleres, servicio médico, cine y buena alimentación- solo invita al crimen organizado, el individualismo, la perversión sexual y el resentimiento crónico.

En materia de protección a la infancia la posición contraria al encierro es aun más radical. Se dice que el peor hogar es preferible al mejor internado. Por eso están por desaparecer las instituciones cerradas para menores y es probable que, como la pena de muerte, pertenezcan pronto al pasado que no retorna jamás. (Castillo, 1982, p.7)

Referencias.

Castillo Ríos, C. (30 de julio de 1982). El trágico destino de los internados. La República, p.11.

[Fotografía de La República.]. (Lima. 1985). Archivo fotográfico del diario La República, extraído de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.

jueves, 14 de octubre de 2021

El Grupo Intelectual Primero de Mayo



Víctor Mazzi Trujillo (Apata, Jauja, 1925)

Lima 1968. Víctor Mazzi T. y Artidoro Velapatiño durante un recital poético.

 

Si no hubiera señales

las inventaría

para decir lo que es

un pueblo

la vida, el mundo.

Cogería el sonido

de una hoja en el otoño

de unos tiestos crepitantes

o de un pájaro pequeño.

Quizás dibujaría

signos de un árbol

o en una piedra

para hablar de los míos.

Así diría

¡Estoy presente!

y soy testimonio de un tiempo

con el cuchillo entre los dientes.

 

(“Señales”, p. 6)

 

Referencias

Extraído de https://victormazzihuaycucho.blogspot.com/2010/02/fiesta-prohibida-el-grupo-intelectual.html


 

domingo, 10 de octubre de 2021

TV. infantil vs. fraternidad, escribe Carlos Castillo Ríos

 

TV. infantil vs. fraternidad

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco EspinozaS.


La gente de la televisión suele afirmar que el colosal instrumento que ellos manejan no es sino “un espejo del mundo”. Serian, pues, inocentes. Todo lo que ellos harían es dar la imagen de algo que existe y nada más. No es así, sin embargo. O, en todo caso, desde el Perú podríamos decir que la programación que nos ofrece la televisión constituye el espejo donde se refleja el mundo industrial y desarrollado que se nos presenta como modelo y al que quieren – y logran – que cada día nos parezcamos más.

La televisión distorsiona nuestra realidad. Ni Lima es Chicago (todavía) ni Arequipa se parece a Las Vegas. Esto quiere decir que los peruanos que aún sobrevivimos a la crisis Ulloa no frecuentamos detectives, balazos, casas de juego, inversiones millonarias y fraudes sin medida. Nuestra vida es más sencilla: apenas si estamos preocupados si, a este paso, el sueldo del próximo año llegará a cubrir nuestras necesidades elementales.

La televisión orientada hacia el mundo infantil es aún peor. Sus programas están elaborados con el único objeto de transmitir publicidad. Por eso cometen errores como éstos:

1.    Considera a los niños como seres inferiores, sin vocación, gusto ni personalidad.

2.    Les ofrece un mundo como los publicistas adultos creen que es el universo de los niños de hoy. Y sucede que entre los productores de programas y las actuales generaciones infantiles han pasado muchos años. (Tengo la impresión, no comprobada, que los niños de antes éramos más lentos, menos informados y audaces).

3.    Trasmite a los niños conceptos ideológicos y formas de pensar y vivir verdaderamente peligrosos. (El tío Johnny se declara como “un apasionado de la sociedad de consumo”. Esta en su derecho, pero es un abuso, en cambio, que trasmita tan perniciosa pasión a niños que no son sus hijos).

4.    Crea, en el público infantil, egoísmo, afán de sobresalir, imponerse a los demás y vender su propia imagen. Por muy, comercializada que esté la sociedad de hoy y precisamente por eso hay que sembrar fraternidad, tolerancia y espíritu solidario.

5.    Introduce al niño a un mundo de fantasía, falso e ilusorio. De esta manera lo desubica con su realidad, le rompe el equilibrio con su familia, ambiente y ecología, constituyéndose así en agente deseducador que exalta o deprime innecesariamente al menor y le da una falsa orientación ética.

Todo esto sea dicho sin tocar, por ya tratado, el fondo desnacionalizador y antiperuano de dicha programación infantil. Sin embargo, es necesario aclarar: de esa televisión impropia para niños no son culpables Yola Polastry ni el tío Johnny. Ellos, a lo sumo, se imitan a hacer lo que saben. Es el Ministerio de Educación el que permite el acento extranjero y la influencia perniciosa de la televisión. Y son los jerarcas propietarios de canales quienes no se preocupan de ofrecer programas que armonicen con las necesidades educativas de los niños peruanos. (Castillo, 1982, p. 11)

Referencias

Castillo Ríos, C. (17 de marzo de 1982). TV. infantil vs. fraternidad. La República, p. 11.

[Fotografía del Diario La República]. (Lima. 1982). Archivo fotográfico de la “Revista La Chispa”. Imágenes extraídas de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú: Lima, Perú.