Para el educador y catedrático universitario Carlos Castillo Ríos, el sangriento caso Poggi—Diaz Balbín es sólo el brote más purulento de los últimos años en las historias sucias del Perú, pero a la vez útil para discutir hoy los métodos que usa la Policía de Investigaciones. Según Castillo Ríos, ninguna de las organizaciones policiales del país está preparada para enfrentar adecuadamente la violencia estructural que estremece a nuestra sociedad, añadiendo que lo peor es que ellas mismas generan parte de esa violencia.
¿MERECEMOS ESTA POLICÍA?
Escribe Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco EspinozaS.
El educador pidió que se revisen por parte de organismos educativos superiores los contenidos de los programas de estudios policiales, que en general son desconocidos para la sociedad que les paga y a la que se supone deberían servir.
Sostuvo que en la actualidad se fomenta en el Perú la escuela norteamericana de los sicocombatientes, tesis norteamericana que va emparejada a las teorías sobre la seguridad interna y la consecuente guerra sucia que se aplica en su nombre.
Castillo explicó que en ese sentido el sicocombatiente es un hombre encallecido, a quien se le ha vuelto un canalla en las aulas con teorías racistas, intolerantes, violentistas y orientadas a convencer al futuro soldado o policía que la sociedad civil es toda sospechosa.
El educador se mostró muy preocupado por los múltiples brotes de violencia policial recientes, que a su juicio no hacen sino reflejar un malestar interno que no será superado por la reorganización y desburocratización.
Recordó el caso Uchuraccay, el crimen de los tres jóvenes encarcelados en el hospital de Huamanga, las constantes matanzas protagonizadas por los sinchis, luego las muertes cometidas en la zona de emergencia, las fosas comunes y la extensa lista de muertos desaparecidos que se ha denunciado.
Castillo Ríos, sostuvo que esa espiral de violencia tiene lugar en una sociedad quebrada cuya policía está fuertemente predispuesta para agredir a los civiles, en parte por su formación en aulas y en parte porque ese es el rol que le asignan.
Reiteró que la reorganización de las Fuerzas Policiales es necesaria y saludable para una limpieza en los mandos, pero añadió que en el fondo será incompleta y superficial si no se va al fondo del problema, es decir su formación.
“¿Cuáles son los criterios que se emplean para discernir las aptitudes?”, pregunto el educador y articulista cuyas ideas son frecuentemente expuestas en “La República”.
Condenó el hecho de que aun en los spots televisados de propaganda para entrar a las escuelas policiales, únicamente se vea la practica de artes marciales y manejo de armas, como si esas disciplinas fueran lo único o lo más importante que ahí se imparte. “¿O es así?”, se interrogo Castillo Ríos.
EL BUEN POLICIA
Conocedor de distintas y opuestas realidades en el mundo. Castillo Ríos alabó el comportamiento de la policía inglesa y su buena relación con su pueblo.
Explicó que un policía de Londres o cualquier otra ciudad británica es un líder cívico, al que desde los niños le tienen ilimitada confianza.
Dijo que lo mismo ocurre en los países nórdicos y también en las naciones socialistas, donde alcanzan la condición de policías únicamente personas sanas, estabilizadas, que luego son sometidas a una exigente formación académica.
Añadió que la educación de los policías en esos países es un asunto muy delicado, que compete a instituciones especializadas en criminología, historia, psicología, ciencias jurídicas y disciplinas sociales.
Castillo Ríos llamó la atención sobre los innumerables casos publicitados de policías que han matado a alguien en fiestas familiares, bares o calles, por motivos insignificantes. A su juicio eso estaría evidenciando la debilidad psicológica de policías enfermos, que no son casos excepcionales, sino al contrario, de los más frecuentes.
En ese sentido el educador no hizo excepciones y dijo que el mal lo padecen tanto los guardias civiles como los de la Policía de Investigaciones del Perú.
NO SON GENTE MALA SINO ENVILECIDA
En todo momento nuestro entrevistado aclaró que sus puntos de vista no condenan a las personas sino a la formación que reciben que tiende a envilecerlos. “Ellos entran sanos a un lugar donde se los corrompe y se les modela como antisociales”, sintetizó.
“¿Y qué pasa si en las escuelas policiales de hoy estuvieran enseñando seudo médicos, seudo abogados, seudo criminalistas, así como vemos que hubo un seudo psicólogo?”, pregunto alarmado.
Finalmente, Castillo Ríos pidió que la Comisión de Paz y las de Derechos Humanos del Parlamento intervengan en estos problemas, porque en la policía se están engendrando dramas que quizá puedan ser peores de los que estamos padeciendo en estos días de intensa violencia que vive el país.
Concluyó señalando que los males que padecen esos policías se vuelven irreversibles, como que los hombres arrojados a la calle por la reorganización policial no saben hacer otra cosa que actuar con violencia.
Reiteró la ya conocida hipótesis de que muchos de esos ex hombres de uniforme estén hoy detrás de los más execrables delitos a los que asistimos horrorizados, como asaltos, secuestros y terrorismo derechista.
En este sentido evocó las palabras del presidente de Argentina, Raúl Alfonsín, quien al empezar los primeros estallidos de bombas en Buenos Aires habló de “la mano de obra recién desocupada”.
Después de todo Mario Poggi Estremadoyro también era un desocupado. (Castillo, 1986, p. 24)
Referencia
Castillo Ríos, C. (16 de febrero de 1986). ¿Merecemos esta policía? La República, p. 24.
[Fotografía Marco Espinoza]. (Lima. 2023). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, extraído de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú, Lima, Perú.