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lunes, 26 de agosto de 2019

ORÍGENES DE LA FAMILIA DE CARLOS CASTILLO RÍOS


En esta oportunidad quiero presentar un artículo escrito por el primo hermano de Carlos Castillo Ríos, me refiero al Doctor en medicina Ezequiel Castillo, esto con motivos de un merecido homenaje realizado en la ciudad de Lima el 6 de diciembre del año 2017, en las cuales asistieron familiares y amigos muy cercanos, en aquella fecha se habían cumplido los 90 años del natalicio del maestro que cariñosamente lo llamaban en su familia como “Callo” y también se habían cumplido ya, 4 años desde su partida (jueves 17 de octubre de 2013), no fue un jueves santo como lo decía el gran poeta Cesar Vallejo sino un jueves del olvido, digo esto porque la gran trayectoria que tenía el maestro no era para que sea olvidado por los principales medios escritos en el cual había laborado, por ejemplo el diario El Comercio, La República, CARETAS, La Voz, la revista Autoeducación, el diario: La Opinión, entre otros y como no destacar sus investigaciones a favor del niño, es cierto que hoy no está entre nosotros sin embargo son sus artículos el que día a día descubro cuando asisto a la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú, muy ansioso espero abrir el diario y ubicar sus escritos, leerlos, como si hubiera conseguido la fórmula de la felicidad o haber abierto un tesoro escondido en un baúl, al tomarle foto a esas palabras escritas hace 35 años y poderlas digitarlas y que sus seguidores puedan leerlas hacen que la luz de mis ojos vuelvan a brillar. Una vez más agradezco a la familia de Elmer Castillo Díaz por haberme presentado a este gran amigo llamado: “CARLOS CASTILLO RÍOS”…

Orígenes de la familia Castillo en Huánuco

Escrito por el Doctor Ezequiel Castillo Savinovich

Hace muchos años un inmigrante chino llegó con su bagaje de ropa, sueños e ilusiones a Panao, un pueblo pintoresco a orillas del Charamayo, en el departamento de Huánuco. En el camino dibujó en un papel la palabra de una flecha que indicaba el tránsito. Tránsito sería su nuevo nombre desde entonces. Le gustó tanto el verdor y  lo apacible del sitio que decidió quedarse, formó un hogar y el trabajo duro o el dinero que trajo del legendario oriente, asunto que no está claro, hizo de Don Transito un hombre con una cómoda posición económica hasta el punto de donar a su nuevo pueblo un convento y una capilla más parecida a una iglesia, decían los que me contaron. Era,  según dicen,  un hombre de carácter sereno, apacible y generoso que compartía lo que tenía con los habitantes, especialmente los niños.  
Cuándo, cómo y porqué cambió el apellido Mu al españolizado Castillo, no se sabe. Al parecer era una costumbre de la época que africanos y orientales adoptaran el apellido de sus empleadores que en muchos casos los sometían a la esclavitud. Estoy seguro que Carlos como el poeta Nicolás Guillen pensaría, si el bisabuelo fue esclavo, “que se avergüence el amo”.
Don Tránsito Castillo se casó con una Dama que apellidaba Negrón. De esa relación nacieron Ezequiel, Noé y Matilde. Noé posteriormente sacerdote católico, reconocido  en Huánuco por su vasta cultura, ignoró el celibato y tuvo varios hijos todos profesionales. Matilde, vistió los hábitos y actualmente se encuentra en la larga espera de la beatificación. Ezequiel Castillo Negrón, comerciante de éxito, contrajo nupcias con Doña Susana Cárdenas; de ese matrimonio nacen: Rafael Castillo Cárdenas, abuelo de Elmer; Amadeo;  Ezequiel, mi padre; Carlos y Lola. Amabila, la querida tía “Amacha”, la tía Lida y Ada también hijas del abuelo.
Carlos Castillo Ríos,  hijo de Don Carlos Castillo Cárdenas y de Doña Zenaida Ríos tuvo como hermanas a Athala, Flor y Ada.
Estos son los orígenes de Carlos, Callo, como cariñosamente lo llamábamos. Marcus Garvey, figura emblemática de la tradición negra decía  “un pueblo sin el conocimiento de sus antecedentes, origen y cultura es como un árbol sin raíces”. Esto también puede ser aplicado a las personas. ¿Cuánto influyeron sus orígenes orientales, tema que le encantaba conversar y la cultura de sus ancestros  en la fortaleza de sus convicciones? Creo que mucho. Carlos era un hombre con raíces bien arraigadas que los fuertes vientos por los que le tocó recorrer no mecían el fuerte árbol.
Llegué a saber de él en mi adolescencia por los comentarios de mi familia, el primo que vivía en Europa. Qué lejano a nuestras aspiraciones parecía ese continente. Cuando llegué a conocerlo personalmente, mi admiración por él aumentó y se mantuvo en el tiempo. Sabía de sus estudios en La Sorbona de Paris y de la edición de sus primeros libros. Ese hombre sencillo, de palabra fácil, de sonrisa irónica pero franca, estaba allí. Narrador impenitente de anécdotas contaba de la amistad con el “Flaco Ribeyro” y otros grandes de la literatura latinoamericana. Guardo en mi poder una interesante y larga carta que le escribe Haya de La Torre en relación a una entrevista que le realiza Carlos en Europa, proporcionada por mi hermana Mercedes que entregaré a quien corresponda  con la finalidad de incrementar el acervo cultural de Castillo Ríos.
Políticamente fue un hombre sin partido pero de ideas claras sobre la desigualdad de los estratos sociales que  manifiesta en sus ensayos. Sufrió quince días de detención como presunto subversivo alojado en las peores condiciones. Obviamente salió liberado por su comprobada inocencia y fue otra de las múltiples experiencias de su vida.
Solo la muerte de su esposa, logró doblegarlo, paulatinamente. El fallecimiento de Katrin estaba dentro de lo inexplicable para él, pese a tener una grave enfermedad. Entre muchas personas, encontré esa noche del velorio de Katrin a, Manuel Cisneros Milla, su leal amigo y a, Oswaldo Reynoso, recientemente fallecido, con quien, quién sabe,  estarán discutiendo si los milagros existen.
Pasando el tiempo los olvidos le fueron cercando hasta hacerse como nubes negras que no dejan ver el sol. Su muerte nos dolió doblemente, una por la lógica desaparición de un ser querido y por otro lado por la incomprensible indiferencia de medios como Caretas y El Comercio que no reconocieron el importante apoyo cultural que por años recibieron de Carlos.
Para terminar, no podemos obviar su descendencia. Carlos Castillo Priale, fue el primer hijo de Carlos. Él se encuentra en EEUU. Con  Katrin tuvo a, Fernando, que vive en Alemania y, Susana, que se encuentra en esta sala.
Quiero agradecer a los organizadores de este evento por la invitación para rendir el justo homenaje a un peruano que aportó mucho a la cultura como escritor y periodista especialmente en la rama de la educación a favor de los niños del Perú.
E.C.S

Referencias
El siguiente texto fue extraído del blog: http://huauco.blogspot.com/2017/12/
[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2017). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, Lima, Perú.

sábado, 24 de agosto de 2019

EL BUEN TEATRO A LOS COLEGIOS


En otro artículo de los años 1984, el maestro Carlos Castillo Ríos nos dice al respecto, de la importancia del teatro en la escuela:
El buen teatro a los colegios



Escribe Carlos Castillo Ríos
Allá por 1979, en la comisión de Reforma de la Educación, el Dr. Andrés Cardo Franco era uno de los más convencidos de cuánto ganaría el sistema educativo si se le vincula estrechamente al arte. Le entusiasmaba, especialmente, el teatro. Alguna vez le escuché decir que si los jóvenes no iban al teatro, el teatro debe ir a los colegios.
El recuerdo no tendría mayor importancia si el profesor Cardó Franco de entonces no fuese el ministro de Educación de ahora. Es decir que tiene en sus manos la posibilidad de convertir en realidad lo que antes era una aspiración, casi un sueño.
Todo esto me vino a la mente viendo “Las Máscaras de Shakespeare”, una especialísima función de teatro que bajo la dirección de Alfonso La Torre y con la versátil y esforzada actuación de Ofelia Lazo se presenta en la capital al increíble precio de 300 soles la platea. Menos que el valor de un periódico o un pasaje de autobús. Los alumnos del último año de secundaria podrían, entonces, ver la obra y acompañados de su profesor de Literatura comentarla en reuniones sucesivas. Lo mismo podría hacerse con la puesta de “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, por el Teatro de Cámara.
No hay derecho, en verdad, que seamos pocos los que sigamos disfrutando de lo mejor que la cartelera teatral del momento. Es injusto, al mismo tiempo, que los jóvenes que se educan en los colegios oficiales sigan siendo marginados en esta clase de presentaciones que, precisamente, cuestan poco para que todos vayan.
Si Alfonso y Ofelia, Santisteban, Haydee y todos sus colaboradores se entregan de manera tan generosa a difundir el arte, no es posible que los estudiantes no lo aprovechen debidamente. Por eso, al viejo amigo y colega de antes le invitamos cordialmente a que haga un esfuerzo y desde su alta condición de ministro de Educación, permita que los colegios de Lima conozcan al Shakespeare que el talento y la vocación de dos peruanos ponen al alcance de todos.
Todavía hay tiempo para crear el puente necesario entre la educación y el arte. (Castillo, 1984, p. 12)
Referencias
Castillo Ríos, C. (14 de noviembre de 1984). El buen teatro a los colegios. La República, p. 12.
[Fotografía del periódico La Opinión]. (Lima. 1989). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, extraído de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú, Lima, Perú.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Ser joven en el Perú por Carlos Castillo


Transcribo a continuación otro artículo del maestro y periodista quien en vida fue Carlos castillo Ríos, doctor en Educación, y miembro de la comisión de La Reforma Educativo de 1972 en el gobierno del General Juan Velazco Alvarado. Dicha reforma ha significado para el autor de este articulo como el inicio de un cambio en nuestra educación, que poco más tarde sería sepultada por el expresidente fantoche y títere de apellido Bermúdez y olvidada hasta nuestras épocas. Cada año egresan estudiantes de los claustros sin juicio crítico y sin una concepción del mundo, esto ha permitido hasta hoy, de que los gobiernos y planes del Fondo Monetario Internacional sigan vigentes en nuestro país y en el Ministerio de Educación:
Ser joven en el Perú
Escribe Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco EspinozaS.

En vísperas de 1985, que será el Año Internacional de la Juventud, resulta oportuno preguntarse lo que significa ser joven en el Perú. Para el gobierno nada, sin duda alguna. El régimen que agoniza en la mayor soledad, sin pena ni gloria, no hizo absolutamente nada positivo por la juventud. Le hizo mucho daño en cambio. No sólo al condenarla, como toda a la población, al hambre, la enfermedad, y el subempleo, sino que le ofreció, en el malhabido “Quinquenio de  la Educación”, la formación más gaseosa, indefinida e injusta que pueda concebirse.
Enfoquemos, por ahora, sólo el ámbito escolar: los jóvenes y los niños recibieron, en estos últimos años, bajo el pretexto de educación, informaciones teóricas sobre historia, biología o gramática pero, al mismo tiempo, les negaron la capacitación para poder identificar su situación y la del país y de analizar sus problemas diarios. La educación para el trabajo y el desarrollo, la educación para la transformación estructural de la sociedad y la educación para la independencia de la nación peruana, que patrocinaba la Reforma de la Educación, fue saboteada por Morales Bermúdez primero y sepultada por Belaúnde Terry, después. Volvimos a retroceder 15 años. Ahora, otra vez, para educar a los jóvenes se les encierra durante varias horas del día o de la noche entre las cuatro paredes de la escuela, el colegio o la academia para promocionarles un remedo de educación que instruye sin educar y que se extiende horizontalmente sin profundidad alguna.
Subyugados los maestros bajo controles burocráticos castrantes y más bien ocupados en cumplir con los procedimientos evaluativos que impone la tecnología educativa yanqui, es muy poco lo que pueden hacer para formar, lo que se llama educar, a los jóvenes. Y ya tenemos pruebas de estas afirmaciones: tengo en mis manos los resultados de una encuesta realizada por el profesor Raúl Flores López a 147 alumnos de un prestigioso colegio nacional de Lima. Preguntados los muchachos “¿Qué significa ser joven?” respondieron con frases como éstas:
No significa nada/ Es la etapa más hermosa de la vida/ Es sentirse como persona civilizada/ Para mí ser joven es disfrutar de la vida/ Es aquel que tiene ilusiones/ Ser joven es maravilloso/ Significa gozar de la vida/ Es como un capitulo que no ha madurado/ Es sentirse más cerca de la sociedad/, etc.
Conste que son opiniones de jóvenes del cuarto año de media y que están entre los 14 a 18 años. Sus respuestas, sin embargo, son típicas de adolescentes a quienes nadie les enseñó a pensar por ellos mismos. Idealistas por naturaleza, estudian para acumular notas y certificados. Memoristas y repetidores de conceptos, no saben relacionar estados de ánimo ni conocimientos. Ni juicio crítico, ni análisis de su propia realidad. Ni siquiera Identidad personal. Claro que en la encuesta que comentamos hay algunas opiniones mejor elaboradas, pero constituyen la excepción. Siempre, o casi siempre, se responde en base a frases hechas, con palabras no comprometidas, evasivas, ¿Puede llamarse educación a todo este fracaso?
Diferentes serían las respuestas de jóvenes trabajadores del país, no mediatizados por un sistema educativo desconectado del ambiente. Basta conversar con niños y jóvenes que trabajan para saber que ser joven en el Perú significa, para gruesos sectores, desempleo y vagancia, posibilidad de asumir trabajos desagradables y, sobre todo, certeza de que el país está dirigido exclusivamente por la gente adulta, demasiado cargada de años, que no sabe dar cabida a quienes se incorporan a la vida con mucha vitalidad y con el deseo de participar, activamente, en el cambio social que el Perú requiere.
Así está la educación y ese es el tremendo daño que han hecho a niños, adolescentes y jóvenes. Mucho tendrán que trabajar los políticos de izquierda, a partir del próximo año, para entregarles el sistema educativo que les devuelva lo que les pertenece: una infancia feliz y una juventud constructora. (Castillo, 1984, p. 13)
Referencia
Castillo Ríos, C. (29 de octubre de 1984). Ser joven en el Perú. La República, p. 13.
[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2021). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa,  Lima, Perú.