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miércoles, 14 de agosto de 2019

Ser joven en el Perú por Carlos Castillo


Transcribo a continuación otro artículo del maestro y periodista quien en vida fue Carlos castillo Ríos, doctor en Educación, y miembro de la comisión de La Reforma Educativo de 1972 en el gobierno del General Juan Velazco Alvarado. Dicha reforma ha significado para el autor de este articulo como el inicio de un cambio en nuestra educación, que poco más tarde sería sepultada por el expresidente fantoche y títere de apellido Bermúdez y olvidada hasta nuestras épocas. Cada año egresan estudiantes de los claustros sin juicio crítico y sin una concepción del mundo, esto ha permitido hasta hoy, de que los gobiernos y planes del Fondo Monetario Internacional sigan vigentes en nuestro país y en el Ministerio de Educación:
Ser joven en el Perú
Escribe Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco EspinozaS.

En vísperas de 1985, que será el Año Internacional de la Juventud, resulta oportuno preguntarse lo que significa ser joven en el Perú. Para el gobierno nada, sin duda alguna. El régimen que agoniza en la mayor soledad, sin pena ni gloria, no hizo absolutamente nada positivo por la juventud. Le hizo mucho daño en cambio. No sólo al condenarla, como toda a la población, al hambre, la enfermedad, y el subempleo, sino que le ofreció, en el malhabido “Quinquenio de  la Educación”, la formación más gaseosa, indefinida e injusta que pueda concebirse.
Enfoquemos, por ahora, sólo el ámbito escolar: los jóvenes y los niños recibieron, en estos últimos años, bajo el pretexto de educación, informaciones teóricas sobre historia, biología o gramática pero, al mismo tiempo, les negaron la capacitación para poder identificar su situación y la del país y de analizar sus problemas diarios. La educación para el trabajo y el desarrollo, la educación para la transformación estructural de la sociedad y la educación para la independencia de la nación peruana, que patrocinaba la Reforma de la Educación, fue saboteada por Morales Bermúdez primero y sepultada por Belaúnde Terry, después. Volvimos a retroceder 15 años. Ahora, otra vez, para educar a los jóvenes se les encierra durante varias horas del día o de la noche entre las cuatro paredes de la escuela, el colegio o la academia para promocionarles un remedo de educación que instruye sin educar y que se extiende horizontalmente sin profundidad alguna.
Subyugados los maestros bajo controles burocráticos castrantes y más bien ocupados en cumplir con los procedimientos evaluativos que impone la tecnología educativa yanqui, es muy poco lo que pueden hacer para formar, lo que se llama educar, a los jóvenes. Y ya tenemos pruebas de estas afirmaciones: tengo en mis manos los resultados de una encuesta realizada por el profesor Raúl Flores López a 147 alumnos de un prestigioso colegio nacional de Lima. Preguntados los muchachos “¿Qué significa ser joven?” respondieron con frases como éstas:
No significa nada/ Es la etapa más hermosa de la vida/ Es sentirse como persona civilizada/ Para mí ser joven es disfrutar de la vida/ Es aquel que tiene ilusiones/ Ser joven es maravilloso/ Significa gozar de la vida/ Es como un capitulo que no ha madurado/ Es sentirse más cerca de la sociedad/, etc.
Conste que son opiniones de jóvenes del cuarto año de media y que están entre los 14 a 18 años. Sus respuestas, sin embargo, son típicas de adolescentes a quienes nadie les enseñó a pensar por ellos mismos. Idealistas por naturaleza, estudian para acumular notas y certificados. Memoristas y repetidores de conceptos, no saben relacionar estados de ánimo ni conocimientos. Ni juicio crítico, ni análisis de su propia realidad. Ni siquiera Identidad personal. Claro que en la encuesta que comentamos hay algunas opiniones mejor elaboradas, pero constituyen la excepción. Siempre, o casi siempre, se responde en base a frases hechas, con palabras no comprometidas, evasivas, ¿Puede llamarse educación a todo este fracaso?
Diferentes serían las respuestas de jóvenes trabajadores del país, no mediatizados por un sistema educativo desconectado del ambiente. Basta conversar con niños y jóvenes que trabajan para saber que ser joven en el Perú significa, para gruesos sectores, desempleo y vagancia, posibilidad de asumir trabajos desagradables y, sobre todo, certeza de que el país está dirigido exclusivamente por la gente adulta, demasiado cargada de años, que no sabe dar cabida a quienes se incorporan a la vida con mucha vitalidad y con el deseo de participar, activamente, en el cambio social que el Perú requiere.
Así está la educación y ese es el tremendo daño que han hecho a niños, adolescentes y jóvenes. Mucho tendrán que trabajar los políticos de izquierda, a partir del próximo año, para entregarles el sistema educativo que les devuelva lo que les pertenece: una infancia feliz y una juventud constructora. (Castillo, 1984, p. 13)
Referencia
Castillo Ríos, C. (29 de octubre de 1984). Ser joven en el Perú. La República, p. 13.
[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2021). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa,  Lima, Perú.


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