Transcribo a continuación otro artículo del maestro y
periodista quien en vida fue Carlos
castillo Ríos, doctor en Educación, y miembro de la comisión de La Reforma
Educativo de 1972 en el gobierno del General
Juan Velazco Alvarado. Dicha reforma ha significado para el autor de este
articulo como el inicio de un cambio en nuestra educación, que poco más tarde sería
sepultada por el expresidente fantoche y títere de apellido Bermúdez y olvidada
hasta nuestras épocas. Cada año egresan estudiantes de los claustros sin juicio
crítico y sin una concepción del mundo, esto ha permitido hasta hoy, de que los
gobiernos y planes del Fondo Monetario Internacional sigan vigentes en nuestro país
y en el Ministerio de Educación:
Ser joven en el Perú
Escribe
Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco EspinozaS.
En vísperas de 1985, que será el Año
Internacional de la Juventud, resulta oportuno preguntarse lo que significa ser
joven en el Perú. Para el gobierno nada, sin duda alguna. El régimen que
agoniza en la mayor soledad, sin pena ni gloria, no hizo absolutamente nada
positivo por la juventud. Le hizo mucho daño en cambio. No sólo al condenarla,
como toda a la población, al hambre, la enfermedad, y el subempleo, sino que le
ofreció, en el malhabido “Quinquenio de
la Educación”, la formación más gaseosa, indefinida e injusta que pueda
concebirse.
Enfoquemos, por ahora, sólo el ámbito escolar:
los jóvenes y los niños recibieron, en estos últimos años, bajo el pretexto de
educación, informaciones teóricas sobre historia, biología o gramática pero, al
mismo tiempo, les negaron la capacitación para poder identificar su situación y
la del país y de analizar sus problemas diarios. La educación para el trabajo y
el desarrollo, la educación para la transformación estructural de la sociedad y
la educación para la independencia de la nación peruana, que patrocinaba la
Reforma de la Educación, fue saboteada por Morales Bermúdez primero y sepultada
por Belaúnde Terry, después. Volvimos a retroceder 15 años. Ahora, otra vez,
para educar a los jóvenes se les encierra durante varias horas del día o de la
noche entre las cuatro paredes de la escuela, el colegio o la academia para
promocionarles un remedo de educación que instruye sin educar y que se extiende
horizontalmente sin profundidad alguna.
Subyugados los maestros bajo controles
burocráticos castrantes y más bien ocupados en cumplir con los procedimientos evaluativos
que impone la tecnología educativa yanqui, es muy poco lo que pueden hacer para
formar, lo que se llama educar, a los jóvenes. Y ya tenemos pruebas de estas
afirmaciones: tengo en mis manos los resultados de una encuesta realizada por
el profesor Raúl Flores López a 147 alumnos de un prestigioso colegio nacional
de Lima. Preguntados los muchachos “¿Qué
significa ser joven?” respondieron con
frases como éstas:
No significa nada/ Es la etapa más
hermosa de la vida/ Es sentirse como persona civilizada/ Para mí ser joven es
disfrutar de la vida/ Es aquel que tiene ilusiones/ Ser joven es maravilloso/
Significa gozar de la vida/ Es como un capitulo que no ha madurado/ Es sentirse
más cerca de la sociedad/, etc.
Conste que son opiniones de jóvenes
del cuarto año de media y que están entre los 14 a 18 años. Sus respuestas, sin
embargo, son típicas de adolescentes a quienes nadie les enseñó a pensar por ellos
mismos. Idealistas por naturaleza, estudian para acumular notas y certificados.
Memoristas y repetidores de conceptos, no saben relacionar estados de ánimo ni
conocimientos. Ni juicio crítico, ni análisis de su propia realidad. Ni siquiera
Identidad personal. Claro que en la encuesta que comentamos hay algunas
opiniones mejor elaboradas, pero constituyen la excepción. Siempre, o casi
siempre, se responde en base a frases hechas, con palabras no comprometidas,
evasivas, ¿Puede llamarse educación a todo este fracaso?
Diferentes serían las respuestas de
jóvenes trabajadores del país, no mediatizados por un sistema educativo
desconectado del ambiente. Basta conversar con niños y jóvenes que trabajan para
saber que ser joven en el Perú significa, para gruesos sectores, desempleo y
vagancia, posibilidad de asumir trabajos desagradables y, sobre todo, certeza
de que el país está dirigido exclusivamente por la gente adulta, demasiado
cargada de años, que no sabe dar cabida a quienes se incorporan a la vida con
mucha vitalidad y con el deseo de participar, activamente, en el cambio social
que el Perú requiere.
Así está la educación y ese es el
tremendo daño que han hecho a niños, adolescentes y jóvenes. Mucho tendrán que
trabajar los políticos de izquierda, a partir del próximo año, para entregarles
el sistema educativo que les devuelva lo que les pertenece: una infancia feliz
y una juventud constructora. (Castillo, 1984, p. 13)
Referencia
Castillo Ríos, C. (29 de octubre de 1984). Ser joven en
el Perú. La República, p. 13.
[Fotografía de Marco Espinoza].
(Lima. 2021). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, Lima, Perú.
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