Hoy donde los estudiantes sanmarquinos claman una lucha
justa, va para ellos, para que sigan bregando por una educación más justa e
igualitaria, sin indiferencias de clases:
Este artículo fue escrito en el año 1985 por un gran
maestro peruano, el cual nos dice:
San Marcos, conciencia del Perú
Escribe
Carlos Castillo Ríos
Reeditado
por Marco Espinoza
En un país como el nuestro donde hay
universidades que cierran sus puertas a los alumnos pobres, rechazan a
profesores de la probidad y conocimiento del Dr. Héctor Cornejo Chávez por haber
colaborado con el régimen del general Velasco Alvarado y otras donde los
partidarios de uno de sus rectores se enfrenta con los del otro a patadas y a
balazos a plena luz del día y en presencia de los alumnos, decir que “San
Marcos es una universidad de tercera” (*) podría atribuirse a ignorancia o mala
fe. Pero si quien lo dice es nada menos que el Dr. Luis Alberto Sánchez,
virtual primer Vicepresidente Constitucional del Perú y rector, en más de una
oportunidad, de la misma casa de estudios que denigra, tal concepto se
constituye en cargo que adquiere muy graves caracteres.
Esas palabras no han sido
rectificadas; las pronunció, entonces, el ilustre escritor y político, líder
del aprismo. Son, sin embargo, tan injustas y arbitrarias, que sólo se podrían
explicar como expresión de una profunda e irrefrenable aversión contra la
primera universidad del Perú, decana de América que, por si fuera poco, fue
definida por su estatuto como “la de mayor jerarquía académica sustentada en su
historia y en su desarrollo, a la que la nación encarga crear y difundir
conocimiento, ciencia y tecnología, con una definida orientación nacional y
democrática, comprometida con la transformación de la sociedad”.
Pero, definiciones aparte, San marcos
no merece el trato que le da el doctor Sánchez por varias y muy justificadas
razones. En primer lugar, por sus antecedentes. No sólo se gestaron en sus
claustros los movimientos políticos más importantes del país, sino que en sus
aulas se formaron los hombres que tuvieron mayor gravitación en nuestra
historia republicana. A los García Calderón, Riva Agüero, Barreda y Laos, Miró
Quesada y otros que rememora el autor de “Don Manuel” habría que agregar otros
nombres más recientes, que él, naturalmente, omite: Hugo Pesce, Augusto Salazar
Bondy, Emilio Choy, Rosita Alarco, Guillermo Lobatón, Juan Pablo Chang y muchos
más. Lobatón murió con el fusil en la mano, cerca a Satipo, peleando por
erradicar del país miserias e injusticias. Juan Pablo Chang, de la misma
generación, cayó en Bolivia, al lado del “Che” Guevara, acariciando el sueño de
ver a América Latina liberada, al fin, de la explotación, imperial. Todos ellos
fueron sanmarquinos que debiendo estar vivos hoy, están en la historia y sus
nombres crecen cada día más.
La primera universidad del país no
puede, pues, ser considerada así, tan despectivamente, sólo por la pobreza a
que ha sido condenada por el belaundismo. Ella requiere para sobrevivir, en
este año fiscal, de 50 mil millones de soles y no se los dan. Por eso hay
profesores que ganan menos que un guardia civil y esa es también la causa de
sus ventanas sin vidrios, sus pisos ávidos de cera y los inocultables achaques
de su vetusto mobiliario. Pero a las universidades no se les puede juzgar
únicamente por el estado y conservación de su planta física y de sus muebles.
Sería injusto hacerlo sobre todo porque por encima de su desaliño y pobreza,
San Marcos es, hoy por hoy, la conciencia del Perú. Y no es una exageración. En
los mítines estudiantiles, en sus pizarrones y periódicos murales, siempre hay
expresiones de respaldo a los movimientos populares que hacen la historia
patria, así como se oye el reclamo airado por las injusticias y ataques que los
círculos dominantes hacen sufrir al pueblo peruano.
Cuando los mineros vienen a Lima a
pie, en fila india, para exigir un salario más justo que les permita mejorar su
existencia, no van a la Universidad de Lima ni a la del Pacifico a buscar
albergues, apoyo y comprensión. Van a San Marcos. Y allí encuentran jardines
para pernoctar y compañeros estudiantes que comparten con ellos su pan y su
frazada. Lo mismo sucede con los maestros y los campesinos.
De igual manera, cuando los pasajes
suben exorbitantemente y luego el pan y la leche, surge de San marcos el grito
de protesta que a veces se convierte en pedrea y enfrentamiento con la policía.
La lucha es, entonces, desigual, porque muy poco pueden hacer los gritos y las
piedras contra los gases lacrimógenos y las balas pero igual, los alumnos de
San Marcos están ahí, presentes y siempre al lado del sector más débil que es
el pueblo. ¿Son estas actitudes censurables? ¿No resulta saludable que el país
tenga siquiera una institución donde se rehace el abuso y se protesta contra la
agresión que damnifica al pueblo? ¿O es que el verbo encendido y la denuncia
contra la injusticia son buenas en labios de Manuel Gonzales Prada y a
principios de siglo y censurables ahora porque brotan de gargantas anónimas de
estudiantes sanmarquinos?
Vale la pena preguntar: ¿Qué institución
académica del país rinde mayor culto a los Derechos del Hombre? ¿Qué universidad
realiza en su interior más recitales, polémicas, debates, encuentros y análisis
de problemas nacionales? ¿En dónde hay mayor preocupación sobre la realidad
nacional? ¿Qué universidad es más acosada por las fuerzas represivas que
sabotean el cambio social y que, hace poco, hasta han querido convertirle en
foco de terrorismo para evitar precisamente que siga sirviendo al pueblo y a la
ideología que le favorece? La respuesta es siempre San Marcos. En ella los
alumnos suelen hacer cuotas para comprar entre muchos un texto que luego
circula de mano en mano porque las bibliotecas de las diversas facultades no
tienen partidas para adquirir libros nuevos. Es así mismo, difícil encontrar
otro centro de estudios peruano o extranjero donde se use tanto el mimeógrafo. Pese
a que no hay laboratorios ni gabinetes ni talleres bien montados San Marcos es
la universidad donde más investigación se hace: siendo la bibliografía peruana
una de las más ricas de América Latina seguramente más del 60% de los autores
de esos libros son profesores, alumnos o egresados de San Marcos. Lo que sucede
es que la más antigua universidad de América no tiene dinero para publicar por
su cuenta sus propias investigaciones y ellas tienen que ir a parar a revistas
y editoriales del extranjero donde el prestigio del viejo convictorio de San
Carlos no ha decaído un milímetro, acosada
San Marcos, es pues, la universidad
del pueblo del Perú. Como él está empobrecida, acosada pero también, como ese
pueblo, tiene el espíritu enhiesto y combativo. (Castillo, 1985, p. 15)
(*) San Marcos, en el Recuerdo de Luis Alberto Sánchez. Diario
“Hoy”, 19 de mayo de 1985.
Referencias
Castillo Ríos, C. (31 de mayo de
1985). San Marcos, conciencia del Perú.
La República, p. 15.
[Fotografía del periódico La
República]. (Lima. 1985). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, extraído
de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú, Lima, Perú.