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martes, 15 de junio de 2021

EL SAN MARCOS QUE SE DESCONOCE, ESCRITO POR CARLOS CASTILLO RÍOS

 


A pocos días de celebrarse el cumpleaños número 95 de quien en vida fue el maestro y periodista Carlos Castillo Ríos, les comparto un artículo editado en 1983 por el diario La República, en el que nos comenta sobre su alma mater: SAN MARCOS:

El San Marcos que se desconoce

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco EspinozaS.


 

De un tiempo a esta parte se escuchan noticias negativas sobre San Marcos: que así no era antes; que los alumnos de hoy no estudian y sólo se dedican a la política; que paran organizando huelgas, quemando y tirando piedras a los carros, interrumpiendo, de esa manera, el tránsito de los vehículos y la vida normal de la ciudad.

Muchos egresados de la vieja casona, a su vez, se conmueven cuando visitan la Ciudad Universitaria. Hiere a estos alumnos de ayer y prósperos profesionales de hoy, la pobre y abandonada situación del local, los servicios y las instalaciones. A más de uno se le desliza una furtiva lágrima al ver ventanas sin vidrios, los baños malolientes y los muros y las paredes cubiertos de inscripciones políticas con expresiones nada convencionales y muy poco académicas. Es probable, también, que se sorprendan al ver a algunas parejas arrullándose con ternura en algún rincón o junto a un árbol, protagonizando de esta manera un espectáculo que antes no era permitido.

Toda esta versión hace pensar a muchos que San Marcos está en crisis. No es como antes, se piensa. ¡Pobre San Marcos! ¡Lo que puede la política! ¡En cambio la Universidad Femenina, en fin!

Se me ocurre que estas observaciones, teniendo algo de verdad, no son totalmente ciertas. La más vieja y gloriosa universidad del país, la decana e histórica casa de estudios que fue orgullo de Lima y de América, está en mal estado pero, con toda seguridad, goza de buena salud. En ella se lucha pero también se estudia. La fachada, las aulas y las instalaciones sanitarias están, efectivamente, muy deterioradas, pero esa es culpa del Ministerio de Economía que le niega rentas. El orden interno, en cambio, la actividad llamada académica y lo que se conoce con el nombre de investigación y práctica, creo sinceramente que, en muchos casos, va por mejor camino que hace 20 o 30 años.

Depende de los programas, claro está. Pero es bueno saber que en nuestra primera universidad condenada a la miseria precisamente en “el quinquenio de la educación” se realizan acciones muy positivas que, generalmente, no se conocen y, por consiguiente, no se divulgan ni se comentan. Conozco, en el Programa de Derecho, salones que tienen equipos de altavoces comprados, instalados y cuidados por los propios alumnos. Ellos se organizan y se preocupan por multiplicar las copias que necesitan asegurar el rendimiento de sus profesores y promover actividades constructivas. En sus aulas, barridas por ellos mismos, los muchachos exhiben periódicos murales con artículos, comentarios, poemas y otras producciones que tienen una sola preocupación: el Perú y sus problemas.

Comprendo que estas son malas noticias para aquellos que, consciente o inconscientemente, desean la quiebra de nuestra primera universidad. Siento mucho desengañarlos pero de San Marcos, a pesar de su abandono y pobreza, seguirán egresando los profesionales que el país necesita. Es probable que esos graduados no tendrán la avidez por ganar dinero a cualquier precio que caracteriza a egresados de otras universidades. Creo, además, que en San marcos no hay lugar para la petulancia, la vanidad ni la soberbia que afecta fácilmente a los profesionales jóvenes.

Quien desee comprobar estas afirmaciones puede ir al zanjón, a la altura de la avenida Javier Prado, y allá verá a muchos estudiantes de ambos sexos tratando de embellecer Lima mediante su trabajo voluntario. Muchos de ellos son sanmarquinos, estudiantes de Derecho de Menores, que realizan trabajo comunitario para reforzar su vocación altruista e ir forjando, de esa manera, en ellos mismos, los valores que les niega una sociedad tan deshumanizada como la nuestra. Si estos jóvenes, ahora, con tanta generosidad, dan la mano al Movimiento Pro-Lima que quiere, para nosotros, una bella ciudad mediante el esfuerzo de quienes la habitamos, no sería extraño que más tarde integren equipos de voluntarios dispuestos a luchar contra la malnutrición infantil y el hambre que afecta a los sectores más abandonados de nuestro país. Y a favor de la independencia económica que tanto necesitamos. (Castillo, 1983, p. 15.)

Referencias

Castillo Ríos, C. (viernes, 11 de noviembre de 1983). El San Marcos que se desconoce. La República, p. 15.

 

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