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sábado, 8 de enero de 2022

𝐋𝐨𝐬 𝐧𝐢𝐧̃𝐨𝐬 𝐠𝐮𝐞𝐫𝐫𝐢𝐥𝐥𝐞𝐫𝐨𝐬 de Carlos Castillo Ríos

 




Los niños guerrilleros

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco EspinozaS.

H

ace algún tiempo el periodista Antonio Rengifo me hizo una entrevista sobre “La participación de los niños en los movimientos de guerrillas de América Latina”. Recién me entero que dicho reportaje no fue admitido en DEFENSA, órgano de la Asociación de Abogados Democráticos, y se publicó con recortes y modificaciones eufemísticas en un periódico de la capital. Esto quiere decir, llana y sencillamente, que estamos frente a un tema tabú. Otra vez los peruanos preferimos cerrar los ojos y callarnos en todos los lenguajes sobre problemas que, por su gravedad, deberían ser materia del más amplio debate.

            Recuerdo que preocupaba al reportero cómo en la revolución cubana, pasando por la nicaragüense hasta las actuales guerrillas centroamericanas, se advertía la participación cada vez más creciente de combatientes menores de edad. Este mismo fenómeno, como se sabe, también se presenta en Sendero Luminoso como lo prueban las fotos de la masacre de Huaychao, las deserciones escolares en las zonas políticamente convulsionadas e, inclusive, los testimonios de los jefes militares encargados de reprimir la insurgencia en el país. ¿Cómo es posible, preguntaba el periodista, que niños de 12 a 14 años y de ambos sexos, tomen el fusil y se lancen —con riesgo de sus vidas—tras los objetivos de la lucha armada?

Diario La República

            El hecho es cierto sin lugar a duda. Pero también es verdad que los niños y los adolescentes de antes no son iguales ni siquiera parecidos a los de hace 40 o 30 años. En el transcurso se ha producido una verdadera explosión en los medios de comunicación masiva que ha tenido la virtud o el defecto de impactar seria y poderosamente en toda la población. Ni los adultos ni los menores somos los de antes. La información que recibimos cotidianamente, especialmente por la radio y la televisión, no sólo es distinta, sino que llega a formarnos o deformarnos dada su amplia cobertura y poder de convicción. Resulta que el hogar y la escuela, como elementos educativos, han ido perdiendo terreno frente a tales medios electrónicos. No cabe, ahora, el cándido provincianismo, lleno de inocencia, de la adolescencia nuestra. El mundo se ha ido ampliando enormemente para todos. Y el país, este país, donde vivir ha devenido en algo subversivo, ha dejado de ser —también para los niños— un territorio poblado por felices criaturas para convertirse en el enorme escenario donde millones de personas se acuestan diariamente con hambre.

            El niño, todo niño, no es sólo una realidad biológica sino también y sobre todo un especifico ser humano con juicio crítico, decisiones, carácter y personalidad propios. Necesita, cuando llega a ser adolescente, de acción, de participación en las tareas colectivas. Y, ¿qué hace la escuela? Lo infantiliza más, pretende convertirlo en un ser pasivo, obsecuente y servil. En estas circunstancias no es raro que muchachos y chicas se embarquen en una aventura social cruenta y violenta. ¿Qué más les da? ¿Acaso su existencia y la de sus familias no ha sido siempre particularmente violenta? Por la televisión y la radio saben que en otros lugares hay adolescentes satisfechos y felices. Han oído hablar, también, del cambio social y de las revoluciones. Además, ¿qué otra alternativa les ofrece el Perú oficial que jamás se preocupó de las provincias de la sierra y de los campesinos, que son sus padres y que sólo cumplen la función de producir alimentos para que otros coman? ¿Qué les ha dado en estos últimos años el Consejo Nacional de Menores que preside el ministro de Justicia?

            La radio y la televisión, pues, han ido madurando a nuestros niños. Gerard Mendel, el psicólogo de mayor prestigio en Europa, cree que dadas las actuales circunstancias los menores deben tener derecho a voto en las elecciones generales de un país, a partir de los 12 años. Es necesario revisar, pues, nuestros conceptos sobre infancia y adolescencia. Los años no pasan por pasar y es probable que nuestros más tiernos guerrilleros, imposibilitados de expresar su opinión en las ánforas, obligados por un mundo represivo que comienza con sus padres a vivir callados, se ven atraídos por una posibilidad de cambiar la realidad que les es tan injusta y pretendan hacerlo a balazos y en forma que, si algunos califican de suicida y barbara, otros puedan dominarla heroica. Cuestión de puntos de vista, después de todo. En lo que si hay seguramente consenso, es en lo siguiente: 1. Que la participación de los niños en la lucha de guerrillas no es sino un trágico indicador de la crisis profunda que asola al país. 2. Que tal situación hay que atacarla atendiendo a sus causas y no a sus efectos. Y, 3. Que no hay subversión que haya sido superada mediante métodos represivos. Al contrario, existe el riesgo de incentivarla y tornarla en fenómeno aún más peligroso. (Castillo, 1985, p. 15)

 

Referencias.

Castillo Ríos, C. (1 de enero de 1985). Los niños guerrilleros. Diario La República, p. 15.

[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2021). Archivo fotográfico de la “Revista La Chispa”. Imágenes extraídas de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú y de internet: Lima, Perú.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente contribución Sr. Marco.

Anónimo dijo...

No tuve conocimiento de este artículo.