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viernes, 20 de mayo de 2022

DROGAS E INFANCIA, CASTILLO RÍOS C.


 

Drogas e infancia

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco EspinozaS.

Algunos periodistas y psiquiatras de buena fe, alarman a los padres de familia con afirmaciones más o menos espeluznantes. Atención dice el psiquiatra, por lo menos el 10% de los niños y jóvenes del Perú están involucrados en el mundo de las drogas. El periodista agrega: niños de 8 a 10 años han empezado a drogarse usando pegamento, ingiriendo ron de quemar con cascara de tal o cual fruta y fumando “piticlines” de pasta básica de cocaína. Otros han comenzado a usar broncodilatadores y antinflamatorios.

Y, con opiniones tan autorizadas como éstas, empezamos a pensar que el Perú infantil es drogadicto y que, frente a estos fenómenos, “hay -que -tomar -me -didas -radicales -pronto.

Sin embargo, parece que la situación no es tan dramática, todavía.

En verdad, en los últimos 10 años el Perú se ha ido modernizando y especialmente con el “boom” de los medios audiovisuales (estamos en el “quinquenio de la televisión”), hay muchos niños y jóvenes, de todas las clases sociales, que han ingresado al mundo de las drogas con las desastrozas consecuencias que es de imaginar; pero, no es del caso exagerar. Ni Lima es el Perú, ni la Plaza Mariscal Castilla y el jirón Renovación son Lima.

No olvidemos, por favor, que niños y jóvenes peruanos también son:

-       Los millones de menores, buenos hijos de familia, que se consagran al estudio y al trabajo, soñando por conseguir un mejor mundo material para sus padres.

-       Los millones de niños y jóvenes que aún están al margen de esto que se llama progreso y civilización y por consiguiente no tienen idea sobre los alucinógenos y drogas.

-       Los millares de jóvenes que se introducen a los partidos políticos buscando una salida a los dramáticos problemas que vive el país.

-       Los otros millares de niños y jóvenes creyentes que piensan realizarse personalmente a través de la vida religiosa.

Nuestra infancia y juventud, pues, a pesar de la televisión y radio deformantes, no es de las peores del mundo ni mucho menos. El oleaje modernizante y trasnacional que nos invade, ha encontrado sólidas raíces culturales que le detienen y rechaza, por ahora.

Pero, claro, hay que tomar precautorias antes que se agrave el problema. Pero esas medidas nada tienen que ver con el refuerzo de organismos policiales ni judiciales. Los niños y jóvenes necesitan, urgentemente, de una causa para orientar su rebeldía.

Esa causa es el Perú concreto, de 18 millones de personas, que tiene que vivir en la completa satisfacción de sus necesidades básicas. Esa causa es la realidad nacional que tiene que retornar a la escuela, televisión, radio y periódicos, sin eufemismos de ninguna clase.

Los niños y jóvenes necesitan identificarse con el Perú y sus problemas. Y no hay mejor vacuna contra la evasión personal y las drogas, que la búsqueda del ser colectivo y el descubrimiento de la propia nacionalidad. (Castillo, 1982, p. 11)

Referencias

Castillo, C. (11 de marzo de 1982). La República de los niños: Drogas e infancia. Diario La República.

[Fotografía de la Revista Autoeducación]. (Lima, 1984). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa. Lima, Perú.

miércoles, 11 de mayo de 2022

La sangre no perdona


 
Diseño CANVA: Marco Espinoza

DE TODO Y DE NADA

La sangre no perdona

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco EspinozaS.

La educación formal y oficial del Perú no se ha liberado aún de la Colonia. La clase política que gobierna el país desde los inicios de la república, sabiendo que la historia forma la conciencia nacional y consolida la identidad del pueblo, norma, aprueba, evalúa y supervisa, contenidos ajenos, eurocentristas y humillantes que, bajo el apelativo de Historia del Perú, difunden escuelas y colegios. Y en esa asignatura se entrega el papel protagónico a los invasores y guerreros extranjeros y se vilipendia y disminuye a los aborígenes.

La escuela del Perú no se decidió pues, hasta hoy, a ser peruana. Impone a sus alumnos un país ajeno, postizo, casi europeo ¿Por qué lo hace? Es que algunas falacias (somos blancos, occidentales, España es la «madre patria») mantiene los sueños, ilusiones y complejos de tanto peruano con alma de español que rehúsa mirarse en el espejo para olvidar sus raíces andinas o negras. Y que ahora, con castiza y occidental emoción, ya está celebrando con el más exquisito vinillo de Jerez, el V Centenario.

Pero la sangre no perdona: apenas, con cuatro tragos, el ´neohispano´ escucha un españolismo pasadoble, lo baila a ritmo de huaino o landó. (Castillo, 1992, p. 14)

Referencia

Castillo Ríos, C. (21 de enero de 1992). La sangre no perdona. La República, p. 14.

[Diseño Marco Espinoza]. (Lima. 2022). Archivo fotográfico del Diario La República y de la Revista La Chispa. Extraído de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú, Lima, Perú.

lunes, 2 de mayo de 2022

SILENCIAR RADIO Y TELEVISIÓN. CCR


 

Corrían los años 1988, la ministra de Educación en el primer gobierno aprista del Dr. Alan García Pérez, fue la educadora y política Mercedes Cabanillas Bustamante. En el artículo siguiente el maestro y periodista Carlos Castillo Ríos nos diría que había presentado algunas sugerencias a la Dra. Cabanillas para que la radio y la televisión puedan ser apagadas, aunque sea un día a la semana, efectivamente nos hablaba de tener unos medios de comunicación con mejores fines en donde se valore a nuestra cultura, al respecto Castillo nos dice:

Silenciar radio y televisión

 

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco Espinoza

De una u otra manera todos tuvimos alguna vez iniciativas listas a ser trasladadas a quienes tienen poder político. Aunque algunos, seguramente, jamás tuvieron la oportunidad de expresarlas.

            Este cronista sí pudo dejar en el despacho de la señora ministra de Educación tres ideas, tres sugerencias, factibles todas ellas de ser realizadas. Y, además, las hizo conocer al público.

            La mañana que salió publicada la entrevista a la Dra. Cabanillas nuestro teléfono domiciliario empezó a sonar muy temprano. Suele suceder a veces: hay amigos entrañables que expresan su opinión a favor o en contra de lo que uno escribe más bien como un cordial testimonio de amistad. Esta vez Carlos “Chino” Domínguez con su “Hermano, bestial. Si se silencia un día a la semana la radio y la televisión, la familia se encontraría consigo misma. Volvería a ser familia”.

            Pero siguieron las llamadas y, al parecer, la primera idea, fue tomando cuerpo. Alguien la relacionó con las calles peatonales por donde no se permite que pasen carros. La gente, dijo, vuelve así a encontrar la belleza del paseo, de la conversación fraterna que solía sostener antes en las calles provincianas. Calladas la radio y la TV un día a la semana –agregó otro- tal vez los peruanos volveríamos a dialogar con nuestros hijos, ahora pasivos consumidores de la abundante y no siempre recomendable programación radiotelevisiva.

            Alguien, menos positivo, preguntó: “¿Pero, podríamos los peruanos vivir un día a la semana sin radio ni televisión”? Otro expresó: “No creo que nadie se vaya a morir por no ver un día la rubia cabellera de Roxana u oír la voz de Oscar Eduardo Bravo”.

Todo indica que la idea había pegado en el ambiente sobre todo porque, sin perjudicar a nadie, permitiría a los poderosos medios electrónicos unificar el día de descanso de sus trabajadores.

Mudas durante un día la radio y la TV es fácil imaginar lo que podría pasar al interior de muchas familias: renacería, supongo, el informe de todo lo importante de la vida familiar. Tendríamos así, seguramente, una idea más cabal de cómo les va a los hijos en sus estudios o qué clase de experiencia están viviendo en su trabajo. Ese día podríamos salir, tal vez, a visitar amigos y parientes sin perder un capítulo de ninguna telenovela. O, a lo mejor, reiniciaríamos la lectura de algún libro o volveríamos a jugar, como antes, entre todos, una o varias partiditas de casino o ajedrez.

Además, si esto se realiza, todos saldríamos ganando y el Perú sería el primer país del mundo que tome una medida importante para fortalecer los lazos de la tan venida a menos organización familiar.

Sólo por vía informativa recordemos las otras iniciativas dejadas en manos de la señora ministra de Educación: licenciar a los alumnos una mañana, semanal o quincenalmente, para que los maestros sesionen y discutan cómo servir mejor a sus alumnos. ¿De qué manera ayudarles a resolver sus conflictos? ¿Qué hacer para que la escuela y la comunidad colaboren de manera concreta en la solución de los problemas familiares?

La tercera propuesta, aún más doméstica, postulaba la eliminación de aquel programa de TV que enseña a niños, jóvenes y adultos, a burlarse de la gente por el color de su piel, por algún defecto físico o por su pobreza. Proponía, a su vez, que su animador, en homenaje a la educación de los niños, diera mejor destino a su chispa criolla en otro espacio cuyo guion fuese encomendado a personas que saben respetar la dignidad de las personas.

Pero, si nada de esto tan menudo e insustancial es posible realizar, surge la pregunta: ¿Qué clase de cambio social se podrá hacer, desde el gobierno, en el Perú? (Castillo, 1988, p. 25).

Referencias

Castillo Ríos, C. (7 de junio de 1988). Silenciar radio y televisión. La República, p. 25.

[Fotografía de Marco Espinoza] (LIMA. 2020). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, extraído de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú: Lima, Perú.