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lunes, 2 de mayo de 2022

SILENCIAR RADIO Y TELEVISIÓN. CCR


 

Corrían los años 1988, la ministra de Educación en el primer gobierno aprista del Dr. Alan García Pérez, fue la educadora y política Mercedes Cabanillas Bustamante. En el artículo siguiente el maestro y periodista Carlos Castillo Ríos nos diría que había presentado algunas sugerencias a la Dra. Cabanillas para que la radio y la televisión puedan ser apagadas, aunque sea un día a la semana, efectivamente nos hablaba de tener unos medios de comunicación con mejores fines en donde se valore a nuestra cultura, al respecto Castillo nos dice:

Silenciar radio y televisión

 

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco Espinoza

De una u otra manera todos tuvimos alguna vez iniciativas listas a ser trasladadas a quienes tienen poder político. Aunque algunos, seguramente, jamás tuvieron la oportunidad de expresarlas.

            Este cronista sí pudo dejar en el despacho de la señora ministra de Educación tres ideas, tres sugerencias, factibles todas ellas de ser realizadas. Y, además, las hizo conocer al público.

            La mañana que salió publicada la entrevista a la Dra. Cabanillas nuestro teléfono domiciliario empezó a sonar muy temprano. Suele suceder a veces: hay amigos entrañables que expresan su opinión a favor o en contra de lo que uno escribe más bien como un cordial testimonio de amistad. Esta vez Carlos “Chino” Domínguez con su “Hermano, bestial. Si se silencia un día a la semana la radio y la televisión, la familia se encontraría consigo misma. Volvería a ser familia”.

            Pero siguieron las llamadas y, al parecer, la primera idea, fue tomando cuerpo. Alguien la relacionó con las calles peatonales por donde no se permite que pasen carros. La gente, dijo, vuelve así a encontrar la belleza del paseo, de la conversación fraterna que solía sostener antes en las calles provincianas. Calladas la radio y la TV un día a la semana –agregó otro- tal vez los peruanos volveríamos a dialogar con nuestros hijos, ahora pasivos consumidores de la abundante y no siempre recomendable programación radiotelevisiva.

            Alguien, menos positivo, preguntó: “¿Pero, podríamos los peruanos vivir un día a la semana sin radio ni televisión”? Otro expresó: “No creo que nadie se vaya a morir por no ver un día la rubia cabellera de Roxana u oír la voz de Oscar Eduardo Bravo”.

Todo indica que la idea había pegado en el ambiente sobre todo porque, sin perjudicar a nadie, permitiría a los poderosos medios electrónicos unificar el día de descanso de sus trabajadores.

Mudas durante un día la radio y la TV es fácil imaginar lo que podría pasar al interior de muchas familias: renacería, supongo, el informe de todo lo importante de la vida familiar. Tendríamos así, seguramente, una idea más cabal de cómo les va a los hijos en sus estudios o qué clase de experiencia están viviendo en su trabajo. Ese día podríamos salir, tal vez, a visitar amigos y parientes sin perder un capítulo de ninguna telenovela. O, a lo mejor, reiniciaríamos la lectura de algún libro o volveríamos a jugar, como antes, entre todos, una o varias partiditas de casino o ajedrez.

Además, si esto se realiza, todos saldríamos ganando y el Perú sería el primer país del mundo que tome una medida importante para fortalecer los lazos de la tan venida a menos organización familiar.

Sólo por vía informativa recordemos las otras iniciativas dejadas en manos de la señora ministra de Educación: licenciar a los alumnos una mañana, semanal o quincenalmente, para que los maestros sesionen y discutan cómo servir mejor a sus alumnos. ¿De qué manera ayudarles a resolver sus conflictos? ¿Qué hacer para que la escuela y la comunidad colaboren de manera concreta en la solución de los problemas familiares?

La tercera propuesta, aún más doméstica, postulaba la eliminación de aquel programa de TV que enseña a niños, jóvenes y adultos, a burlarse de la gente por el color de su piel, por algún defecto físico o por su pobreza. Proponía, a su vez, que su animador, en homenaje a la educación de los niños, diera mejor destino a su chispa criolla en otro espacio cuyo guion fuese encomendado a personas que saben respetar la dignidad de las personas.

Pero, si nada de esto tan menudo e insustancial es posible realizar, surge la pregunta: ¿Qué clase de cambio social se podrá hacer, desde el gobierno, en el Perú? (Castillo, 1988, p. 25).

Referencias

Castillo Ríos, C. (7 de junio de 1988). Silenciar radio y televisión. La República, p. 25.

[Fotografía de Marco Espinoza] (LIMA. 2020). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, extraído de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú: Lima, Perú.

 

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