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miércoles, 27 de septiembre de 2023

CARLOS CASTILLO RÍOS Y EL GOBIERNO DE BELAUNDE

 


Belaúnde y la Infancia Peruana

Escribe Carlos Castillo Ríos

Recopilado por Marco Espinoza

Si sobre niños se compara lo realizado durante el primer gobierno de Belaúnde y éste que sufrimos todos los días, el resultado confirma que todo tiempo pasado fue mejor. En el primer gobierno se organizó el Consejo Nacional de Menores (CNM) y se crearon los Albergues Tutelares ahora convertidos, por la rutina, en comisarías de menores; Libertad Vigilada, servicio hoy en trance de expiración; Colocación Familiar, Casas Hogares, Centros de Defensa Social del Menor y, además y principalmente, se promovió, y con excelentes resultados, la participación de la iniciativa privada en beneficio de los niños. Esta apertura fue significativa porque las acciones a favor de la infancia y juventud no tienen por qué ser realizadas únicamente por el Estado sin colaboración de la comunidad organizada. Del primer gobierno de Acción Popular quedan, por eso, en relación a los niños, obras concretas. En estos casi dos años de gobierno belaundista, en cambio, solo se ha auspiciado, directa e indirectamente, el abuso y la negligencia cuando no la indiferencia y el maltrato a los menores.

Pruebas al canto: durante el primer gobierno no se habría permitido el funcionamiento de los “pin-balls”, no se habría quitado subsidios a alimentos de primera necesidad (los niños son las primeras víctimas de esta medida), y los programas de televisión que vemos cotidianamente no serían tan abiertamente agresivos y alienantes para el mundo infantil.

Aquella protección a la infancia fue posible por la acción de dos instituciones fundamentales: el CNM, ahora un organismo fantasma, y la Junta de Asistencia Nacional hoy denominada INABIF o sea Instituto Nacional de Bienestar Infantil y Familiar.

El CNM, orientado por el Código de Menores, no fue manipulado por partido político alguno y no permitió ningún tipo de personalismo. El arquitecto Belaúnde tuvo el mérito de respaldar toda iniciativa proveniente de esa institución tan llena, entonces, de prestigio.

La JAN era presidida —honor al mérito— por una dama excepcional: doña Lucila Belaúnde de Cruchaga. Ella oriento la acción de esa institución hacia los Pueblos Jóvenes y llevó ayuda y alivio a un sinnúmero de poblaciones azotadas por catástrofes naturales. Jamás invadió funciones del CNM y, al contrario, le prestó su apoyo y respaldo.

Ahora infortunadamente, la situación es diferente: el doctor Luis Felipe Osterling, al apartarse del Ministerio de Justicia, cometió el imperdonable error de modificar la constitución del CNM mediante Decreto Legislativo que no ha sido revisado ni modificado hasta ahora por el parlamento nacional. En tal engendro pepecista se incluye como miembro del CNM a la actual presidenta del INABIF que valgan, que valgan verdades, no representa a ningún sector organizado de la ciudadanía y, en consecuencia, no tiene por qué integrar esa institución.

Resulta que ahora el CNM es una institución donde no caben, juntos, el doctor Elías Laroza y la doctora Pérez Palacio. Uno pertenece al PPC y la otra a AP. Cada uno quiere atribuirse para si la potestad de trazar la política de menores. Uno fundamenta su pretensión en la ley y la otra en su amistad con el Presidente. El sueña con cárceles para todos los peruanos. Ella, de diferente estilo, quiere que todos los niños se comporten como ángeles de sólida moral y casta existencia. Pero resulta que los niños del Perú no necesitan cárceles ni alas sino, más bien, les falta, para sobrevivir, leche, carne, trabajo para sus padres, campos de recreación e iguales oportunidades para todos.

El resultado final, con tales personalidades en contienda, es que NO EXISTE UNA POLÍTICA DE MENORES. Los niños peruanos, que son más de 9 millones, no tienen representantes, defensores ni aliados. Están, más que nunca, abandonados a su suerte. Lo prueba los niños tuberculosos, mendigos, ladronzuelos, y tristes que vemos a cada instante y en todo lugar. Por eso, sin exagerar, se puede afirmar que el Presidente Belaúnde en su segunda fase, —no hay segunda fase buena—, se ha olvidado de la infancia. (Castillo, 1982, p. 9)

Referencias

Castillo Ríos, C. (3 de junio de 1982). Belaúnde y la infancia peruana. La República, p.11.

martes, 19 de septiembre de 2023

MI VERDAD, CARLOS CASTILLO RÍOS


 

Carlos Castillo Ríos: dos semanas vendado en una celda de Dircote

Mi verdad

Escribe Carlos Páucar Gómez

Reeditado por: Marco EspinozaS.

Una acusación apresurada e injusta puede convertirse en un estigma. Hoy Carlos Castillo Ríos está libre; y ello porque sencillamente es inocente, porque no es senderista. Pero ni a la Dircote, ni a la prensa que dio crédito a la versión les interesa ahora rectificarse. El daño ya está hecho y aquí la víctima cuenta lo que padeció durante su reprobable detención.

Testimonio

¡Adelante vamos, sigan así, todo lo que hagan lo voy a publicar! ¡Sé que no voy a desaparecer”, entonces todo voy a publicarlo!

Carlos Castillo Ríos encara a un comandante de la Policía Nacional con palabras lentas pero firmes a la vez.

 (...)

Cuando los apuros fisiológicos se hacían presente, todos los recluidos en el maloliente recinto —hombres y mujeres juntos—, hacían filas cogiéndose de los hombros para descender desde ese tercer piso, en donde, se encontraban. Carlos Castillo Ríos parece volver a sentir sus pasos en el vacío cuando recuerda esos instantes. “La caminata por escaleras sinuosas terminaba delante un baño inmundo donde recién te quitaban la venda”.

(...)

Sin embargo, Carlos Castillo Ríos no sufrió torturas. Las noticias de su detención, al día siguiente, le aseguraron un tratamiento en el que solo su sicología y su tranquilidad fueron empujados a salirse de quicio. Varias publicaciones enumeraron su currículum, pero también otros se sumaron a condenarlo.

 (...) 

Quince días detenido, le han restado amistades que dijeron oído a las noticias resonantes que lo vinculaban al senderismo. Pero él, un educador por excelencia, la experiencia le ha servido para reconocer que las prácticas “primitivas” de detención, aún subsisten. Dice que adentro, en las sombras, se tiene que ordenar la actividad de la vejiga, del intestino, a los caprichos de los celadores.

En estos días, este educador, que hizo polémicas periodísticas de antología sobre la educación, ha escrito un pequeño manifiesto en el que hace un pedido indignado porque “éste no puede ser el Perú donde yo nací, donde crecí, donde aprendí a pronunciar mis primeras palabras… Por eso, señor Canciller, pido asilo a la República Democrática del Perú”. (Castillo, citado por Páucar, 1991, pp. 10-11)

 

Referencias

Páucar, C. (domingo 24 de febrero de 1991). Mi verdad. La República, pp.10-11.