Los
adolescentes de Ayacucho
Escribe
Carlos Castillo Ríos
Reeditado
por Marco EspinozaS.
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“Cuando un menor roba una bicicleta,
importa el menor, no la bicicleta”. Dice la Filosofía del Derecho cuando trata
los problemas de conducta de niños y adolescentes. Este argumento recoge el Código
de Menores vigente del Perú y por eso se abstiene de tildar de delincuentes y
no señala penas de ninguna especie a quienes roban, hieren o matan, antes de
cumplir los 18 años de vida. Los Derechos Universales del Niño elevan esta
manera de pensar a nivel de Principio.
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mejor
y hasta piensa en casarse…”
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No
pretendo comparar pero he visto fotografías de Ayacucho donde aparecen con los
brazos en alto, capturados, niñas en uniforme escolar y muchachitos de la
sierra que, visiblemente, no han cumplido todavía los 15 años. ¿Serán estos “los
malos peruanos parecidos a los ‘gángsters’ de Chicago” a quienes alude el Presidente
de todos los peruanos? ¿Habrá enviado el Ministro de Justicia y Presidente del
Concejo Nacional de Menores una comisión que vele y proteja a los niños y
adolescentes que están, de una u otra manera, involucrados en los dolorosos sucesos
de Ayacucho? ¿Por qué, de un momento a otro, cuando ese departamento requiere
de centros fabriles y servicios de luz, agua y desagüe, se aprueba la creación de
un Colegio Militar para Ayacucho cuando todos saben que allá existen colegios
nacionales, comunes y corrientes?
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Reviso mis empolvados libros sobre adolescentes y, en verdad, me espanto. Resulta que la adolescencia no se caracteriza solamente por ser un periodo de crecimiento y maduración endocrino-genital acentuados sino, también, por ser época de tensiones y preocupaciones en torno a los problemas vitales que agobian a él y a su familia. El adolescente tiene, dicen los más connotados autores, inquietudes, reacciones impulsivas, identificaciones generosas y audaces (…).
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Ya
sé lo que me van a decir: si hay niños y adolescentes involucrados en los
sucesos de Ayacucho sería, en todo caso, por acción de los mayores. Son ellos,
unos cuantos malos peruanos, quienes estarían empujando a los niños y
adolescentes a realizar acciones que ellos alentarían desde las sombras,
cobardemente. ¿Será así? ¿Será fácil engañar a los muchachos, embaucarlos, aprovechándose
los adultos de la ingenuidad y la inocencia de la gente menor de edad? A propósito:
¿será cierto aquello de “la ingenuidad y la inocencia de los niños y
adolescentes”? ¿No será, acaso, que aquel dominio de padres a hijos, de adultos
o menores, es un mito, una ilusión o, en todo caso, asunto del pasado? ¿Es por manipulación
de sus padres o maestros u otros malos peruanos que los hijos de los ricos
están inmersos en el mundo de las drogas, los pin-bols y las motos sin escape?
¿No será, acaso, que los hijos de los pobres quieren que su lucha, sentar las
bases de un mundo más igual menos injusto?
Todo
cabe en lo posible. En todo caso estas preguntas deben responder los
investigadores sociales del Concejo Nacional de Menores. Aunque, hay dos
preguntas más por hacer: ¿Tiene investigadores sociales ese Concejo? O esta última
pregunta ¿Funciona el Concejo Nacional de Menores que con tanta bulla reinauguró
el Dr. Buendía hace cuatro meses? Con respuesta o sin ella por parte del
inefable Ministro de Justicia, la ciudadanía necesita saber qué tratamiento se
está dando a los adolescentes en Ayacucho, pues corren rumores que las fuerzas
de la represión policial están identificando adolescencia con terrorismo y
están sustituyendo la generosa y comprensiva política del Código de Menores del
Perú por las balas. (Castillo, 1983, p. 11)
Referencias.
Castillo Ríos, C. (21 de enero de 1983). Los adolescentes
de Ayacucho. La República, p. 11.
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