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lunes, 20 de julio de 2020

NIÑOS EN ABANDONO, UN ESCRITO DE CARLOS CASTILLO RÍOS

En marzo de 1986 se realizó el seminario: “El menor en situación de abandono. Alternativas”, en donde se abordó el tema: la problemática del menor en abandono. Talleres Infantiles Proyectados a la Comunidad (TIPACOM), fue la institución encargada de recopilar la información y de la organización, entre los auspiciadores de dicho certamen estaban: Tierra de Hombres y la Alemania Federal. 
 
Diagnóstico del menor en situación de abandono en el Perú
Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco EspinozaS.
Investigador, autor de “Los niños del Perú”, profesor de Derecho Tutelar de Menores de la Universidad Nacional Mayor de San Marco. Fue miembro de la Comisión de reforma Educativa de 1970.

Señoras y señores:
Permítanme, en primer lugar, agradecer sinceramente a TIPACOM por la oportunidad que me brinda de estar con ustedes y compartir algunas ideas sobre el Diagnóstico del Menor en Estado y Situación de Abandono. Sin embargo, me parece que será muy difícil desarrollar este tema porque se hace imposible, entre nosotros, hacer un diagnóstico cierto sobre muchos problemas sociales que nos aquejan, especialmente cuando el problema se refiere a los niños.
Nuestros errores.
Tratare de explicarme: todos hablamos “del menor en estado de abandono en el Perú”. Lo hacemos con gran naturalidad. Sin embargo, jamás nos hemos detenido a pensar seriamente en ¿Quién es el menor abandonado en el Perú? o mejor dicho, ¿a quién llamamos, en el Perú, menor en estado de abandono?
Para muchos merece tal denominación el menor huérfano de padre o madre. O de ambos. Sin embargo, conocemos, en el Perú, a muchos niños, que habiendo perdido a su progenitores han podido desarrollarse sin mayores problemas. Alguien suple su presencia y hasta existen casos en que la generosidad de la vida comunitaria absorbe las obligaciones paternales utilizando una tía, un padrino, alguien que hace –y muy bien- de responsable del niño.
            Se dice, asimismo, que un menor está en estado de abandono, cuando no tiene vivienda estable, morada cierta. Si así fuera tendríamos en el Perú muchos millones de niños en estado de abandono por el simple y concreto hecho de estar durmiendo bajo esteras y cartones. Es decir, por no tener un techo sólido bajo el cual poder subsistir.
            ¿Quién es, entonces, el menor en estado de abandono? ¿El niño que debiendo estar en la escuela, está mendigando por las calles de la gran urbe? ¿O el niño aquél que, teniendo padre y madre, come sólo a veces porque sus padres no tienen trabajo fijo? ¿O el menor recién llegado del interior, que viste andrajosamente, habla mal castellano y visiblemente está desubicado en la ciudad? Nadie lo sabe.
            Lo cierto es que no hemos definido al menor en estado de abandono y ya pretendemos hacerle un diagnóstico. Resulta simplemente que cada uno de nosotros tiene su propia idea al respecto, pero jamás nos hemos puesto de acuerdo en las características generales y particulares del niño que vamos a denominar abandonado. Hemos pensado que sería demasiado obvio definirlo. Y, parece que se requiere, con urgencia, de una definición legal, un ponerse de acuerdo para saber de quiénes estamos hablando los peruanos.
            Pero esta falta de definiciones en materia de niños ha ido aún más lejos. Quienes nos preocupamos por los niños quisimos aprender algo sobre ellos y en lugar de observarlos de cerca, estudiarlos en la misma realidad, preferimos apelar a Piaget, a Gesel y a muchos más científicos de Estados Unidos y Europa. Y ellos sí caracterizaron a sus niños. Y nosotros, ingenuamente, adoptamos su manera de situar el problema -y de tratarlo- sin advertir que nuestros niños en situación irregular no tenían nada en común con sus iguales europeos y norteamericanos.
Nuestro error, que es un vicio que algunos llamaron “colonialismo mental” nos desubico totalmente. Se apoderó de nosotros y, naturalmente, nos condujo al error en que estamos sumergidos. No pensamos jamás que lo que puede ser muy bueno para esos países no tiene nada que hacer con nuestra realidad. Lo que estamos diciendo, entonces, es que nuestra forma de ver y abordar los problemas de la infancia es falsa. Esto, en otras palabras, también quiere decir que los métodos y sistemas de protección infantil que utilizamos nada tienen que hacer con nuestra realidad social y económica.
En otras palabras: Colocación Familiar, Servicio Social Familiar, Casas Hogares, Libertad Vigilada, Albergues de Menores, Instituciones de Reeducación para Menores con problemas de conducta, etc., no sirven de mucho para países del Tercer Mundo donde las carencias que afectan a los niños tienen, más bien, vinculación con la situación global del país y la cultura de la miseria. Nuestra especialidad, pues, aprendida en los centros desarrollados del orbe no nos ha servido para nada. Al contrario: nos desubicó, nos hizo creer en soluciones académicas alejadas y discrepantes con la cotidiana y dolorosa realidad que agobia a nuestros niños.
Todo esto es fácil de expresar en una conferencia y entenderlo. Lo difícil, lo verdaderamente complicado, es probar a nuestros gobernantes que los problemas de los niños son nada más, pero nada menos, que los problemas de la sociedad. Y, por consiguiente, requieren de una solución global y no parcial ni sectorial. Es decir: si queremos hacer algo por los niños en situación irregular tenemos que atacar el problema de la miseria, del desempleo, de la injusta distribución de la riqueza. Y, también, naturalmente, de la dependencia externa. Esto también significaría que en conferencias como ésta no deben estar sólo trabajadores sociales, psicólogos y educadores con sensibilidad a los problemas de los niños, sino, también, y principalmente, los políticos, los ministros de Estado, quienes conducen al país. Nosotros, que nos vemos las caras en todas las reuniones sobre niños ya estamos convencidos que hay mucho por hacer en favor a la infancia abandonada, pero muy poco podemos ayudar desde el ángulo de nuestras especialidades y de nuestra falta de poder político. El problema de la infancia abandonada es el problema Perú y, por consiguiente, su solución corresponde a toda la comunidad peruana pero, especialmente, a quienes orientan -sin participación de la ciudadanía- los destinos de la patria.
Pero acerquémonos un poco más a estas ideas: si admitimos que son menores en estado o en situaciones irregular todos los niños que tienen algún tipo de deficiencia afectiva, nutricional, educativa o física, tendríamos que admitir que estamos hablando de un problema que afecta a 3 o 4 millones de peruanos. ¿Podría ofrecer el Estado tratamiento individual e institucionalizado a tal cantidad de menores? Imposible; porque los problemas de esos niños son los de sus familiares; y, en ese caso, tendríamos que duplicar o triplicar aquellas cifras. No estamos, pues, frente a enfermedades sino a endemias. No vivimos, como en Europa y los Estados Unidos, refiriéndonos a contados niños que constituyen la excepción de regla, sino a la población mayoritaria del Perú. ¿Hemos pensado alguna vez que vivimos en un país cuya mayoría está en situación irregular? ¿Cómo pueden ser considerados niños regulares, sanos y normales aquellos que no tienen agua, desagüe, energía eléctrica ni suficiente alimentación? (Castillo, 1987, pp. 19-22).

Lima, 12 de marzo de 1986

Referencia
Castillo, C. (1987). Diagnóstico del menor en situación de abandono en el Perú. En TIPACOM (Ed.), El menor en situación de abandono, alternativas. (pp. 19-26). TIPACOM: Lima, Perú.
[Fotografía y Diseño de Marco Espinoza]. (Lima, 2020). Archivo fotográfico de la revista La Chispa, extraído de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.


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