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martes, 7 de julio de 2020

Homenaje a José Antonio Encinas en el día del maestro por Castillo Ríos C.

Encinas y la pedagogía social
Escrito por Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco Espinoza
 

Alguna vez rendimos homenaje en estas mismas páginas a los tres grandes exponentes de la hasta hoy inédita Pedagogía del Perú: German Caro Ríos, eminente maestro de escuela que esbozo los fundamentos de una educación vinculada al trabajo; Augusto Salazar Bondy, el verdadero conductor de la Comisión de  Reforma de Educación de 1970 y, por último, Horacio Zevallos, educador, poeta y político, quien tuvo el mérito de construir el puente entre educación y política forjando la unión de todos los profesionales de la educación en un solo frente combativo y al servicio de una escuela para la liberación del hombre del Perú.
Omitimos por ignorancia, a José Antonio Encinas. Por eso tenemos que agradecer enormemente al Consejo Provincial de Puno, a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y al Instituto Nacional de Cultura por haber hecho posible el justo homenaje que el Perú estaba debiendo a tan insigne maestro y que, habiendo comenzado el 1°., terminará el 22 de este mes. Y cuyo promotor es el poeta José Luis Ayala.
José Antonio Encinas, maestro de maestros, cumpliría este mes 100 años de edad. Llegó a Puno, su tierra natal, como normalista que así se llamaba en aquellos tiempos a los profesionales de la educación. y allá se quedó durante 5 años, trabajando en el Centro Escolar 881, que convirtió en una verdadera escuela proletaria. Más tarde ingresó a la política con tanto éxito que mereció ser deportado, durante el segundo período de Leguía, por su intransigencia en la defensa del campesino peruano y su fervor por la causa de las mayorías nacionales.
Como exiliado llegó a Estados Unidos y Europa y logró ser profesor de varias universidades de América Latina, el viejo continente y la patria de Lincoln. Sin embargo, de espíritu, jamás se alejó del país: siguió pensando en su escuelita de Puno y a ella dedicó no sólo sus mejores pensamientos, sino también sus libros y preocupaciones. Familiarizado con las ideas de John Dewey, Pestalozzi y Froebel, educadores a quienes admiró mucho, pero de quienes independizo su pensamiento demasiado comprometido como estaba con el poblador andino y sus problemas. Fue siempre, a pesar de su enorme cultura, un peruano, un puneño, en el Perú. Por eso, estando de profesor en la ilustre Universidad de Cambridge, escribió y público, en 1928, uno de sus mejores libros intitulados “un ensayo de Escuela Nueva en el Perú”, que no viene a ser sin o el recuento nostálgico y apasionado de la pedagogía humana y social que puso en práctica en el Centro Escolar 881 que tanto amó.
Trató Encinas de adaptar la escuela al niño y no al revés. Eso quiere decir, simplemente, que extrajo los principios pedagógicos que puso en práctica, de la misma realidad. La suya, bajo su conducción, fue una escuela andina y, al mismo tiempo, profundamente peruana. No permitió, como autoridad educativa, que ningún cacique de aldea faltara el respeto al maestro. Menos que se le vejara sometiéndole a humillantes procesos administrativos a los que ahora estamos acostumbrados.
Patrocinaba siempre, tan insigne educador, “ir más allá” de los programas oficiales. Como trabajaba en Puno, sustentaba sus ideas y sus enseñanzas en “lo indígena”. Por eso su pedagogía reivindicaba al humilde y, al mismo tiempo, promovía los derechos del indio. Era la suya, pues, una escuela política y social y no un centro de instrucción deshumanizado que bajo el demagógico apelativo de “Escuela para la Vida” elude el análisis de los problemas que aqueja a la comunidad.
José Antonio Encinas preconiza el conocimiento profundo del alumno y luego el afianzamiento y apoyo a su vocación. Por eso de su escuelita surgieron grandes poetas, insignes sacerdotes, médicos responsables y también grandes rebeldes. El no impuso nada. Más bien impulsó a todos para que se realicen en lo personal, poniéndose, al mismo tiempo, al servicio de su comunidad.
Todas éstas son enormes enseñanzas para los peruanos. Justamente ahora que los educadores del SUTEP patrocinan que la escuela en el Perú debe nacer de las necesidades educativas del pueblo y que debe dejar de ser información para convertirse en acción comunitaria, ya hay un maestro más que nos ayudará en la hermosa tarea de diseñar –desde abajo y con las bases- la política educativa que el país requiere.
El consejo provincial de Puno acordó poner una placa recordatoria en la casa donde naciera tan gran maestro. La casa es de propiedad de la familia Encinas pero quien la ocupa se opone a este justo homenaje por temor o por capricho. Sin embargo, debe prevalecer el acuerdo de la Comuna. Lo respaldan todos los que creemos que es hora de honrar a quienes abrieron, en el Perú, el surco luminoso por donde debemos transitar. (Castillo, 1986, p. 13).
Referencia
Castillo Ríos, C. (12 de julio de 1986). Encinas y la pedagogía social. La República, p. 13.
[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2021). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, imágenes extraídas de los archivos periodísticos del Diario La República en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.

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