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viernes, 22 de enero de 2021

HACIA UNA PEDAGOGÍA PERUANA ESCRITA POR CASTILLO RÍOS C.

 


Hacia una pedagogía peruana

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco EspinozaS.

 


 

Jamás hubo en el Perú una pedagogía peruana. Siempre fuimos profesores obligados a poner en práctica técnicas educativas foráneas que, desde los centros del poder mundial, nos decían qué se debe enseñar a nuestros niños y cómo. La primera pedagogía –memorista y de corte religioso- nos llegó de España con su culto a un maestro, especie de segundo padre, dueño de la verdad y practicante de una retórica clasista que aún perdura en algunas escuelas de religiosos. Era aquella una pedagogía vertical y autoritaria que convertía a la escuela, por el orden y la disciplina, en una mezcla de cuartel y convento para niños.

Deslumbraron después a las autoridades del Ministerio de Educación las pedagogías de los demás países europeos reunidos bajo el apelativo de Escuela Activa: el método de Proyectos de Decroly, el Plan Dalton y los llamados Ejercicios de la vida práctica de María Montessori fueron, seguramente, sus mejores expresiones. Pero también se debe recordar a Cousinet, Kilpatrick y Kerchensteiner. Entre la pedagogía española y la del resto de Europa no hubo tanta diferencia como se cree. Simplemente se pasó del “arroz con leche me quiero casar” al “Mambrú se fue a la guerra”. Por lo demás, la importancia que se daba al maestro se trasladó al niño bajo el nombre de “paidocentrismo”. Los profesores se llenaron de ilusiones tales como “la libre iniciativa del alumno” y “la escuela del trabajo” que un poco sonaban a burla por ser el nuestro un país que todavía no ha recobrado su libertad económica y que, desde hace tiempo, está luchando con mitos, canciones, fiestas, y arte popular por mantener su identidad cultural.

La educación norteamericana, que resultaría la más influyente de todas, se nos fue entregando por partes y cucharadas. Se presentó como Escuela Nueva y con John Dewey a la cabeza nos pretendió enseñar cómo se puede lograr, en las escuelas, el gobierno de los alumnos por los alumnos mismos. Vano intento, sin embargo: mal podrían, en el Perú, participar los alumnos en la conducción de su centro educativo cuando, en la política, nacional, nuestros presidentes no podían gobernar sin antes pedir permiso al Departamento de Estado de los Estados Unidos. Y es que una es la democracia en el centro imperial en el mismo corazón del lobo, y otra –menuda, limitada y caricaturesca- la de sus satélites periféricos. Fue así como John Dewey no pasó a ser sino un modelo en algunos colegios particulares de la burguesía.

La segunda avanzada norteamericana para capturar nuestra educación se disfrazó de ciencia, técnica y modernidad. En un país donde se rinde culto a la huachafería tenía que expandirse la opinión que no era posible el proceso enseñanza-aprendizaje sin instrumentos ni ayudas pedagógicas. Los profesores empezaron a tomar en sus manos, grabadoras, proyectores de vistas fijas, metrónomos, relojes de contacto, diapasones y mil aparatos más que con el nombre de sistemas audiovisuales y material pedagógico convertía el trabajo del educador en una proeza técnica. Nuevamente los beneficiarios fueron los colegios de los ricos ya que los proyectores y diapositivas nada tienen que hacer en las decenas y miles de escuelas sin energía eléctrica del Perú.

Y así llegamos a los tiempos actuales. Otra vez el modelo económico ha traído consigo su modelo educativo. Al entreguismo de nuestras riquezas naturales ha seguido otro, pedagógico, con la intención de capturar el pensamiento, la conducta y hasta el estilo de vida de nuestros alumnos. Ahí estamos ahora: las pautas pedagógicas que el oficialismo impone en el país con producto de una Tecnología Educativa Conductista y Neoconductista interesadas ambas en el hombre sólo como mano de obra y fuerza de trabajo al servicio de industrias supeditadas al mercado internacional. El hombre, que debe ser fin de la sociedad, termina siendo recurso humano para incrementar la productividad. Una pedagogía que tiende a la producción y comercialización de mercancías de una economía subsidiaria que se sirve del pueblo para exportar riqueza y, en cambio, se muestra ajena e indiferente a los intereses populares.

La pedagogía que se enseña y usa en el Perú no es, pues, peruana. A partir de 1975 hasta la fecha el Ministerio de Educación se encargó de organizar mil y un seminarios, talleres, foros y otras actividades más para “perfeccionar” al magisterio. El Programa de Educación de San Marcos también ha dado una mano en este sentido. Siempre se tomó como escudo nombres bien sonantes como psicología del aprendizaje, evaluación escolar, investigación educativa, enseñanza programada, modificación de conducta y, en general, toda aquella mercadería ideologizada, que engloba la Tecnología Educativa proveniente de Tallahasee (USA).

Justo es mencionar que en esta forma de neocolonialismo educativo participan educadores y psicólogos adscritos al conductismo. Sus nombres no interesan. Cuando se haga la relación de los protagonistas del entreguismo en el Perú, a los muy conocidos de Ulloa, Kuczynski y Rodríguez Pastor, bastará agregar el de José Benavides Muñoz.

Mencionar en estos casos la “posición de clase” que podrían asumir los modificadores de conducta como sostiene un interlocutor mío, es ingenuidad o maniobra. ¿Cuál va a ser la posición de clase de los planificadores de la educación del Ministerio?, ¿Cuál la de sus supervisores?, ¿Es que se puede venir del Departamento de Estado de los Estados Unidos una tecnología educativa que funcione en la dirección que requiere el pueblo peruano?

Para terminar es necesario recordar la respuesta dialéctica que los maestros del Perú han dado a la Tecnología Educativa importada. Ella ha tomado el nombre de Educación Popular, tiene aún vida clandestina y está descubriendo los principios de una hasta ahora incipiente pedagogía peruana que está a la altura del desarrollo de nuestras fuerzas productivas y nada tiene que hacer, felizmente, con Skinner, Gagne, Kenneth Beach y otros psicólogos.

Referencias

Castillo Ríos, C. (viernes, 1 de julio de 1983). Hacia una pedagogía peruana. La República, p. 11.

[Fotografía del Diario La República]. (Lima. 1983). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, extraído de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.

LITERATURA PARA NIÑOS

 

 

Literatura para niños en un abandono total

Escrito por el diario La República

Reeditado por Marco EspinozaS

 


 

El segundo Seminario de Literatura para niños organizado del 23 al 27 de noviembre, por el Centro Cultural Nosotros, ha servido para corroborar la total indiferencia que existe por el desarrollo orgánico de esta importante tarea para la afirmación y desarrollo cultural de los niños. La ausencia de un esfuerzo editorial y de difusión de la obra en existencia hace que nuestros infantes tengan que consumir libros importados, generalmente ajenos a su realidad y con un lenguaje extraño a su habla habitual. Lo que es más importante –como lo señalara el doctor Carlos Castillo Ríos en su ponencia inaugural sobre Literatura infantil y sociedad-, los contenidos de esos libros no poseen globalidad ni historicidad ya que presentan el mundo como un lugar de sucesos aislados e intemporales. Igualmente se planteó en el debate la consideración de la televisión como un condicionante para que el niño se alejara de la lectura. En este sentido Lilly de Cueto, Edith Araujo –directora nacional de Bibliotecas Escolares,  Edith Salvador y Ruth Barrios expusieron en la segunda fecha los esfuerzos realizados para que los niños tuvieran adecuados medios de afianzamiento de la lectura.

En las fechas siguientes Manuel Pontigoso, Jesús Cabel y Jorge Díaz Herrera expusieron sus puntos de vista sobre las condiciones y disposiciones de la creación literaria dirigida a los niños, la presencia de los niños como personajes en la literatura y el planteamiento del quehacer literario como una propuesta que, muchas veces, excedía las intenciones iniciales de los autores. En ese sentido, Díaz polemizó la existencia de una LPN conscientemente realizada señalando, por el contrario, que se trataba de productos literarios que los niños hacían suyos por corresponder a sus intereses, experiencia vital y comprensión en ese momento de su desarrollo.

Una mesa redonda cerró el Seminario concluyendo que la literatura para niños es un área específica de creación sujeta a exigencias determinadas por los usuarios, que como tal existen en el Perú estas creaciones aunque dispersas y sin apoyo, editadas por sus propios autores y sin una difusión apropiada. Tal el caso patético de una serie de cuentos de las tres regiones con guías de reflexión sobre la lectura, editado por el INIDE y vendido a sólo ciento cincuenta soles y que muy pocos lo conocían. Indudablemente, sin pecar de pesimismo, desde el Primer Seminario de 1978 poco han cambiado las cosas y aún queda muchísimo que hacer.

Referencia

Literatura para niños en un abandono total. (9 de diciembre de 1981). La República, p. 13.

[Fotografía del Diario La República]. (Lima. 1981). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, extraído de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.

sábado, 16 de enero de 2021

LIRCAY Y OTROS CUENTOS DE ELMER CASTILLO

 

Lircay y un homenaje a Elmer Castillo Díaz

Escribe Marco EspinozaS.

 

 


Mientras divagaba, deambulaba y paseaba por años, el alba y el ocaso de mi vida transcurrían en una nube de sueños, de pronto ingrese a algo que deseaba y pude ver un amanecer diferente, mis maestros con quienes me he topado en cada experiencia que he tenido han sabido llegar a lo que yo buscaba, podre equivocarme pero jamás arrepentirme de este camino. Pasaron otros años y con ellos sueños nuevos, fue ahí donde conocí a uno de mis grandes maestros, llamo así al periodista, abogado y catedrático san marquino, que en vida fue Carlos Castillo Ríos, ningún otro autor ingreso a mis venas para renovar mis sueños, sus obras como: Los niños del Perú, La Educación en China y Medicina y Capitalismo marcaron y trazaron un camino en mi destino, en ello estoy, sin embargo, fue en ese andar y venir en querer redescubrir más información del tío “Callo”, como cariñosamente lo llaman los familiares de Castillo, conocí a Elmer Castillo Díaz, sobrino de Carlos Castillo, fue entonces que gracias a él comencé a indagar más y más de Carlos, hoy estamos aquí para rendirle un homenaje a Elmer y a Carlos, sé que al conocer más a fondo a Elmer voy conociendo más y más a un maestro que si bien no lo conocí en vida pero son sus ensayos, sus artículos, sus obras las que han plasmado una imagen en mi recuerdo, ahora camino junto con ello queriendo lograr muchos proyectos, entre ellos dar a conocer lo que Carlos Castillo quiso decirnos en sus escritos. A continuación extraigo un párrafo del libro “Lircay”, en el cual Elmer Castillo agradece a su tío Carlos por el apoyo recibido en aquellos momentos en el que perdió a un ser querido:

Quiero dedicar este libro a las personas que más quiero y también a las que me ayudaron a plasmarlo. Mis padres, Elías Joaquín y Rosalía. Mi esposa, Flore Esperanza. Mis hermanos, Pepe, Coco, Tamara. Mis hijos, Athala, Elías, Fernando y Juan. Mis nietas, Valeska, Vania y Mayra Alessa. A esos entrañables y eternos amigos, nombrarlos seria pecar, pues ellos saben quiénes son, mi sincero agradecimiento a cada uno de ellos por estar en los momentos buenos y tristes que todos tenemos. A mi editor, Kokin, William Guillen Padilla, amigo de años. A María Guadalupe, María Elena, Edwin y William, quienes se tomaron un tiempo para dedicarme unas letras. Y a mi profesor de lengua y literatura en mi amado colegio, Gutemberg Aliaga Zegarra. Uno muy especial a mi tío y maestro en las letras, Carlos Castillo Ríos, quien estuvo conmigo en los momentos más difíciles de mi vida. A todos, mi agradecimiento eterno, sin el apoyo de ellos no se hubiera hecho realidad este libro. Gracias. (Castillo, 2015, p. 9)

La siguiente entrevista se realizó en diferentes momentos, la conversación más extensa la realice cuando Elmer estaba encerrado entre cuatro paredes por un Covid que amenazaba a todo el mundo, ese es el contexto en el cual Elmer nos describe los momentos de su niñez, de su juventud, de su pasión por la lectura, de sus experiencias en la Guardia Civil y de su creación literaria, como lo fue LIRCAY, y por ultimo cerramos con unas palabras de Elmer dedicadas a la familia de Carlos Castillo Ríos.

 


Me despido no sin antes agradecer a la familia del maestro Carlos Castillo Ríos, a David Acevedo y a Daniel Morán.

Referencias

Castillo, E. (2015). Lircay y otros cuentos. Petroglifo y sumeria editores: Lima, Perú.