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jueves, 17 de octubre de 2024

CARLOS CASTILLO RÍOS EN EL RECUERDO


 

Homenaje al Dr. Carlos Castillo Ríos

Escribe Marco EspinozaS.

Hoy jueves 17 de octubre del 2024 se cumplen 11 años desde la partida del Maestro Carlos Castillo Ríos, luego de cumplir 86 años, partió para descansar y contemplar su legado.

Nacido en la ciudad de Huánuco, lugar donde lo cobijo en su niñez y que más adelante emigrara a la ciudad de Trujillo para terminar sus estudios secundarios y poder preparar el arribo a la capital. En 1956 viajaría a Rusia para escribir los detalles de la Revolución de Octubre, el avance del socialismo, además conoció de cerca a los líderes de Cuba y China. Se dedicó al reportaje de artículos relacionados a la educación y defensa de los Derechos del Niño, aquello lo llevaría a trabajar en lugares como: El Consejo Nacional de Menores, la UNICEF, Diario La República, La Voz, El Diario, Caretas, Autoeducación y escribiera libros que obtuvieron premios y que hoy se vuelven a reimprimir, como: Los niños del Perú, La Educación en China, Medicina y Capitalismo, entre otros. Hay que recordar que estuvo por Venezuela apoyando a la universidad de Zulia en conjunto con otro gran maestro Walter Peñaloza.

En fin, mucho que destacar de sus obras y escritos en la prensa peruana, sin embargo, la labor más importante la realizó en la Reforma Educativa de 1969 hasta 1972 en el gobierno del general Juan Velasco Alvarado.

En la actualidad y siguiendo con el homenaje, mantenemos  preparando una reimpresión de la Educación en China, Medicina y Capitalismo y un conjunto de artículos en la Prensa Peruana, además, a ello hago una convocatoria a trabajar por el centenario de Carlos Castillo Ríos a realizarse el 18 de junio de 2027 fecha en la cual queremos realizar un congreso de educación y periodismo para resaltar y describir sus obras.

Que hoy sea una fecha de reflexión, de unión familiar y de llevar en lo alto el nombre de Carlos Castillo Ríos, por su lucha por la niñez, por su lucha por una calidad educativa que se refleje en el desarrollo de nuestra sociedad y por el bienes de todos los seres humanos por una salud humana y de reciprocidad con el otro.

Me despido con un abrazo fraternal a toda la familia: Castillo y Ríos, a los amigos Elmer y David Acevedo y a todos los que han apoyado en hacer posible que este homenaje, por el bien de la cultura y de la socialización y la hominización.

martes, 10 de septiembre de 2024

Una educación para la comunidad

 


La laringitis profesoral

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco EspinozaS.

Hace poco un grupo de amigos quería encontrar solución al problema de la universidad peruana. Ella está, se decía, a espaldas de la realidad del país. Y, para cambiarla, esbozaron sus ideas:

Hay que adoptar un modelo de universidad adaptado al Perú decía uno. Hagamos la propuesta de una universidad avanzada para un modelo social progresista, decía otro. Alguien propuso volver a lanzar una segunda versión del Grito de Córdova y así se consideraron muchas propuestas cada vez más ambiciosas.

Para no permanecer durante más tiempo en la utopía se nos ocurrió proponer algo tan simple y sencillo que, por eso mismo, no fue tomado en cuenta por tan importantes personajes. Abogué entonces, abogo todavía, por la más primaria y elemental revolución del acto educativo: modificar de raíz la estructura de la clase diaria.

Me explico: cuando se inició la educación formal comenzó en los conventos y cuarteles con la lectura de la vida de los santos y de los héroes. Después, en todos los centros educativos, evolucionó hacia el monólogo —tipo conferencia— del maestro. Desde entonces, y han pasado más de 4 siglos, ha corrido mucha agua bajo los puentes pero el acto educativo en sí mismo no ha cambiado sustantivamente. Las clases siguen siendo las mismas: avalanchas de palabras más o menos coordinadas que son, de vez en cuando, reforzadas con apuntes de la pizarra. En términos generales, torrentes orales de mayor o menor significado pero, en el fondo, palabras, y palabras. En realidad, huaicos interminables de oraciones y frases que forman discursos soporíferos, interminables cansones. Después de todos estos desbordes de oratoria los profesores terminamos con laringitis crónica de tanto ganar nuestra vida hablando, hablando sin cesar, a un grupo de alumnos, supuestamente ignorantes, que a veces —los muy hipócritas— hacen como si les interesara lo que decimos y a veces hasta toman notas. Otros siguen pasivos, hieráticos, inmóviles, casi sin pestañar. Solo ellos saben en lo que están pensando.

Nada debe perturbar la tranquilidad de la clase. Durante horas interminables los escolares, colegiales y universitarios deben escuchar sumisos la voz del profesor. De vez en cuando, alguien hace una pequeña interrupción y, después, adelante. Pronto llegará la hora de la evaluación que no es sino una forma de preguntar: ¿recuerda lo que dije sobre tal o cual materia? Si lo repites textualmente será aprobado. De otra manera tendrá problemas porque el saber es, principalmente, asunto de memoria.

Así es, en un 80%, el acto educativo. Las clases son recitadas por personas que jamás aprendieron dicción, impostación de la voz ni arte escénico. Es decir por pésimos actores. El conocimiento transita de la voz del profesor al oído del alumno: es como un hilo invisible aunque de muy grueso calibre porque tiene que aguantar de todo. Por él y nada más que por él, transita el conocimiento. No hay diálogo, discusión, trabajo en grupo ni practica social. Apenas, a veces, una pizarra o, en el mejor de los casos, una ilustración.

Para nuestro recital cotidiano los profesores tenemos que retener ideas, algunas propias, pero la mayoría de ellas extraídas de textos que Mao Tse Tung llamaba “muertos”. Y por eso nuestra educación es teórico, enciclopedista, arrancada de los libros y naturalmente ajena a la realidad local, regional y nacional.

Proponemos, en lugar de estos soliloquios interminables que a veces duran dos y más horas, dividir la participación del profesor en cuatro estamentos. Un 30% de clases teóricas lo que significaría recortar considerablemente el recital a su mínima expresión. Otro 30% de actividades que tendrían lugar en bibliotecas, laboratorios, talleres o simplemente campo abierto. Y un 30% de “practica social” que sería una forma de llegar a la comunidad, mezclarse con ella, y confrontar la teoría con la realidad. El 10% restante sería de evaluación.

El monologo del profesor, de esta manera, quedaría totalmente reducido lo que aliviaría nuestra laringitis crónica y la paciencia de los alumnos. Nos veríamos obligados a promover actividades muy variadas fuera del aula y en la misma universidad. Y, para terminar, tendríamos la oportunidad de visitar fábricas, obras públicas, entrevistar personas y aprender de ellas en el capítulo que denominamos práctica social. Este sistema podría ser adaptado a todas las materias. Pero, para eso, necesariamente los profesores, en vez de preparar clases, tendríamos que programar actividades y obligarnos a trabajar dentro de la comunidad que es la única manera de dejar atrás la enseñanza teórica, verbal y enciclopedista y, por consiguiente, confundirnos con la realidad para extraerle todas sus enseñanzas. (Castillo, 1986, p. 21)

Referencias

Castillo Ríos, C. (22 de abril de 1986). La laringitis profesoral. La República, p. 21.

lunes, 24 de junio de 2024

24 DE JUNIO: EL NIÑO CAMPESINO


 

El niño campesino

Escribe Carlos Castillo Ríos

Reeditado por Marco EspinozaS.

Sector humillado y sojuzgado por el poder español durante la Conquista y el Virreinato, el campesino peruano ha seguido siendo vejado y dominado durante la República. José Carlos Mariátegui señala:

A la república le tocaba elevar la condición del indio, Y contrariando este deber ha pauperizado al indio, ha agravado su depresión y ha exasperado su miseria.

En estas circunstancias a nadie llama la atención que los campesinos estén en la base de la pirámide, constituyendo el grupo más oprimido de la sociedad. Por razones económicas, políticas y culturales que los sistemas de producción explican, el campesino carece de poder político y participa muy poco o no participa en ninguna toma de decisión.

Su vida gira en torno a la tierra y la familia. En periodos constitucionales ni siquiera tiene derecho al voto por razón de su analfabetismo. Sólo a partir de los últimos años, especialmente gracias a la Reforma Agraria, empieza, tímidamente, a hablar de cooperativa, federación o sindicato. Pero ya es algo.

El campesinado no constituye, sin embargo, un sector uniforme: una gran parte de él vive aislado, confinado a lugares que sobrepasan los 4 mil metros sobre el nivel del mar, lejos de la llamada civilización. Por vivir apartado de todo mercado, no interviene siquiera en la comercialización de sus productos, beneficiándose en forma muy limitada de su propio trabajo. Quienes habitan en zonas más accesibles y menos inhóspitas, sacan provecho en mayor proporción de su esfuerzo físico. Ellos han dejado generalmente de ser monolingües (quechua, aymara o dialectos selváticos) para hacer uso, aunque sea en forma limitada, del idioma dominante: el castellano

Unos y otros satisfacen de manera deficiente sus necesidades primordiales. La diferencia es sólo cuestión de grados. Viven, no más. Inhabilitados como están para ubicarse en un plano de igualdad con los otros sectores sociales, constituyen el problema profundo del país en su conjunto.

De acuerdo al censo de 1961, de un total de 8'241,000 personas mayores de 5 años, casi el 40% tenía como lengua materna algún Idioma aborigen. De ellos, el 50% era monolingüe, lo que quiere decir que en aquel año existían casi dos millones y medio de peruanos incapaces de expresarse en la lengua oficial del país.

Los campesinos peruanos de origen andino y selvático todavía viven, sin embargo, en un mundo de creencias mágicas llenas de contenido humano y solidario. No rinden culto a la propiedad privada, no obedecen ciegamente a las leyes de la división social del trabajo. Niños, mujeres y hombres, participan en la tarea productiva y en la medida en que están desvinculados del sistema capitalista, no son víctimas de los procesos de alienación que en cambio se apodera cada día más de los habitantes de la ciudad.

Para los pobladores de la sierra, por lo menos para los de avanzada edad, las montañas y los ríos siguen siendo dioses cuyos misteriosos designios sólo algunos pueden descifrar. El mundo está animado a imagen del hombre. Para ellos, como lo dijo José María Arguedas (1966)[1]:

...el ser humano es sólo un elemento predominante pero no absolutamente dominador sino subordinado a la voluntad o fuerza de otros mayores (ríos, precipicios, ciertos insectos, montañas, plantas alimenticias).

 Referencias

Castillo Ríos, C. (2021). Los niños del Perú. Clases sociales, ideología y política. Ediciones Realidad Nacional; Colambo Editores. (Original publicado en 1974).

[Fotografía de Diego Rivera]. (México. 1935). Archivo fotográfico de la Hemeroteca de la Revista La Chispa.



[1] El niño indio y los factores que modelan su conducta. CNM. Lima, 1966.

miércoles, 12 de junio de 2024

ENSEÑAR EN AULAS DE LA INDIFERENCIA

 

Foto MAES

Entre cuatro paredes frías de la indiferencia

Escribe Marco EspinozaS.

Resulta difícil enseñar a los alumnos hoy en día. Pararse al frente de un aula es una situación compleja pues en ella hay problemas económicos, sociales y culturales, sin embargo, cada docente hoy en la actualidad tiene dentro de su sesiones de clases objetivos de enseñanza, pero, al frente de ellos está una persona que piensa, siente y actúa y en la que puede tener un impacto. Enseñar va más allá, un profesor puede conseguir todo lo que se ha propuesta dentro de su planificación, sin embargo, resulta curioso que más de un estudiante no está preparado para cuatro horas continuas de clases, algunos ni han completado sus horas de sueño, otros en cambio solo vinieron tomando una taza de manzanilla con un pan con soledad. Al respecto nos dice el maestro Carlos Castillo Ríos (1989):

Resulta que en los países altamente industrializados que sirvieron de modelo al sistema educativo formal del Perú los niños reciben, en sus hogares, los elementos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas. Tienen qué comer y con qué vestirse. Están provistos de calefacción en invierno y ventilación en verano. Disponen, al mismo tiempo, de atención médico-psicológica cuando lo requieren y no tienen, para sobrevivir, que trabajar, en calles, plazas ni mercados, estando en edad de ir a la escuela. (p. 21)

Entonces resulta curioso que los modelos educativos que hoy se imparten en las diferentes escuelas no tengan los mismos beneficios que si los hay en sus países de donde vienen esos modelos, es decir que aquellos niños de Rusia, Estados Unidos, Inglaterra y China cuentan con un respaldo económico, en las cuales esos niños si pueden llegar a clase con un buen desayuno, con una buena salud y un techo donde dormir. Todo lo contrario sucede en nuestro Perú, actualmente miles de colegios no cuentan con calefacciones que pueda neutralizar el frio intenso que soportan diferentes ciudades del país. Según cifras de la Contraloría del Perú el Ministerio de Educación (MINEDU) tendría un gasto incongruente o desbalance de casi S/. 93 millones durante los años 2017 al 2023, solo en el 2023 casi S/. 12 millones (Gestión, 2024). Es decir, que si el MINEDU hubiera realizado un gasto responsable hoy esos S/. 93 millones hubieran sido utilizados en brindar una buena calidad de vida para nuestros niños que cursan el nivel inicial y primario. Al respecto cita Castillo Ríos (1989):

No es esa, ni siquiera parecida, a situación de la mayoría de niños del Perú. Si ellos están en la mañana con el estómago que apenas recibió una tasa de manzanilla y a veces un pan ¿será posible aprender a dividir y multiplicar? ¿No resultará obsceno tratar de enseñar asignaturas seguramente necesarias y útiles a muchachitos de ambos sexos expuestos crónicamente al hambre y al frío? Antes de tratar de cumplir con el proceso enseñanza-aprendizaje la escuela del Perú debe consagrarse a otras tareas previas a la ingestión de conocimientos y que están en estrecha relación con la satisfacción de las necesidades básicas de sus alumnos, porque cuando suena el estómago por falta de alimento, no hay clase modelo ni ejercicio didáctico que valga. El niño, en esas condiciones, no necesita de pedagogía alguna; necesita comer en cantidad y calidad suficientes para garantizar su desarrollo normal.

No podemos pretender a que nuestra educación mejore si seguimos frustrando las necesidades básicas de los niños, ellos son la realidad de un cambio, son seres que sienten nuestra cruda realidad social y hoy estamos a tiempo de cambiarlo. Se gastan millones de soles en cosas ínfimas que podrían darle una luz de esperanza a miles de niños que deambulan por parques y mercados buscando alimentos…

Referencias.

Castillo Ríos, C. (5 de marzo de 1989) ¿Qué enseñar a los alumnos? La República, p. 21.

Contraloría detectó perjuicio de S/ 93 millones en el Minedu entre el 2017 y 2023. (28 de mayo de 2024). Gestión. Recuperado de https://gestion.pe/peru/contraloria-detecto-perjuicio-de-s-93-millones-en-el-minedu-entre-el-2017-y-2023-nelson-shack-gobierno-ministerio-de-educacion-noticia/

lunes, 10 de junio de 2024

EL NIÑO Y LA LITERATURA PERUANA


 

La Literatura y el niño

 

 

Escribe: Alfonso La Torre

Reeditado por Marco EspinozaS.

 

Carlos Castillo Ríos batalla desde hace tiempo por los derechos del niño. Su cruzada ha terminado por sensibilizar al país y su inquietud asume, incluso, nivel internacional. Es Consultor de la UNESCO, de UNICEF y PNUD en este campo, trabajo que realiza paralelamente al de Profesor Principal de San Marcos en Educación y Derecho. Su cruzada por los fueros del niño ha venido desarrollándola sobre todo a través de artículos en la Página Editorial de  “La República”, complementando la campaña de nuestro diario, que tan dramáticos resultados ha suscitado.

Hay un aspecto primordial que, sin embargo, Castillo Ríos ni ha tocado aún con detenimiento en su visión de la problemática del niño: la relación de la literatura y la infancia. Sobre esta dimensión importante, para el desarrollo intelectual, cultural, espiritual y social del niño, Castillo Ríos revela una realidad escalofriante.

¿Cuál es y debe ser la relación entre el libro y el niño?

—Mira: la buena literatura nunca ha sido indiferente al mundo de los niños. Tal vez porque la buena literatura se basa en la realidad, en los conflictos sociales, en la vida misma. Esto lo comprobé en el Perú, cuando UNICEF me encargo seleccionar tres países del mundo pobre para estudiar a la infancia. Elegí un país de Asía, otro de África y otro de América Latina. A mí me tocaba investigar al Perú, y para hacerlo tuve que reunir todo el caudal de ensayos, de literatura, de investigaciones sociológicas que sobre el niño se habían hecho en el Perú.

Castillo Ríos deja su silla, se pasea nervioso, aplaca su gris cabellera con una mano, y sonríe dolorosamente:

—Me avergüenzo al decirlo —confiesa—, pero no encontré estudios psicológicos, ni sociales, ni médicos, ni jurídicos. Es decir, era como si por los consultorios de psiquiatras y de médicos, de abogados y de jueces, jamás hubieran pasado los niños.

Castillo Ríos sonríe esta vez con anchura, y extiende las manos al decir:

            —En cambio, los literatos peruanos, los buenos literatos, habían incursionado con gran maestría en el complejo mundo de la infancia. César Vallejo, José María Arguedas, José Diez Canseco, Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas Llosa, Oswaldo Reynoso, Julián Huanay, Francisco Izquierdo Ríos, hurgaban en el mundo de la infancia e, inclusive, apuntaban de cierta manera soluciones para su problemática. Me di cuenta que no es que la literatura imite la realidad, o que la realidad imite la literatura, sino que la literatura, cuando es cierta, cuando bebe del hombre y sus problemas, se adelanta a todas las disciplinas para desentrañar la realidad. Por ejemplo, no encuentro una mejor descripción del niño burgués que la que nos da Bryce, ni mejor descripción del niño indio que la de Arguedas. No sé si recuerdas a Congrains, que nos pinta al niño de barriada tal como es, con sus problemas. Tú mismo, Alat, has incidido en tus cuentos en el niño que trabaja, algo que yo había encontrado hace muchos años en la obra literaria de Alvaro Yunque.

HOMBRES DE 12 AÑOS

Castillo Ríos se mira las manos:

—Alvaro Yunque hablaba de los “hombres de 12 años”, con lo cual afirmaba una teoría importantísima ahora en el mundillo científico, donde comprueba que la pauperización y la insatisfacción de las necesidades básicas del niño aceleran su evolución, queman etapas del desarrollo. Por eso, nuestros niños pobres son hombres maduros, pragmáticos, desilusionados. Son hombres que han perdido su infancia y su inocencia en la lucha por sobrevivir.

Carlos ríe con alegre ironía:

Por eso encuentro curioso que el sociólogo empiece a estudiar lo que el literato intuyó desde hace siglos. Por eso, como anécdota, te diré que cuando los alumnos universitarios me preguntan por literatura sobre educación y transgresiones juveniles, sólo les recomiendo un libro: “Los hijos del orden”, de Lucho Urteaga Cabrera. Su libro es un texto extraordinario sobre los muchachos recluidos en Maranga. Ahí están con todas sus frustraciones, sus pendejadas, sus simulaciones, sus vivencias. Creo que quien quiera ser Juez de Menores, o simplemente quiera acercarse al espantoso y al mismo tiempo hermoso mundo de la infancia, debía consultar con Urteaga Cabrera. Creo que entendemos mejor también al niño pobre recordando al Paco Yunque de Vallejo, tal como conocemos al niño de la selva recorriendo las páginas de Francisco Izquierdo Ríos.

LITERATURA “REAL”, CIENCIA ENAJENADA

— ¿Cómo explicas esa anticipación de la literatura sobre las Ciencias Humanas?

—Pienso que el literario deja funcionar libremente sus sentidos. Observa, ve, siente. En cambio, el especialista en Ciencias Humanas está altamente alienado por principios, dogmas, categorías, clasificaciones y citas. Lo que voy a decir me hará perder muchos amigos: los especialistas en Ciencias Humanas se han ido a estudiar, y vuelven diferentes. El cholo A o B que ha salido del barrio, regresa como doctor, generalmente con ideas deformadas por la especialidad. El literato no. El literato que se desvincula del pueblo, el que no lleva a cabo baño de multitudes, se ha fregado. El mismo Vargas Llosa sale de su palacio en Barranco o Chorrillos para escribir buenas novelas y se tiene que ir a Piura, al Brasil. El científico, en cambio, se mete en una biblioteca, conversa con los genios de su especialidad, habla en difícil y generalmente no observa lo que pasa ante sus narices.

Carlos lanza una carcajada, levanta un índice acusador:

—Y te puedo probar lo que digo. Hará menos de 15 días, el Instituto Goethe y la Universidad Católica invitaron a un psicólogo alemán apellidado Schade, para que discutiéramos con él comparaciones entre el niño peruano y el niño alemán. Bueno: mientras Schade describió al niño alemán, uno de nuestros psicólogos explicó lo que piensa el suizo Piaget sobre los niños. La otra especialista peruana hizo alusión a los estudios diferenciales de niños blancos y negros en Norteamérica. Y un prestigioso psicoanalista peruano describió en hermosos términos la doctrina de Freud. Y, así, los peruanos dejaron al alemán sin tema que discutir. Ninguno habló del niño peruano. Y el alemán, con brusquedad germánica, les advirtió que no había escuchado nada sobre el niño peruano. Y los psicólogos y psiquiatras peruanos le replicaron que no podían hacerlo porque no había estudios sobre la materia. Y añadieron que la clientela que atendían en sus consultorios era más bien euronorteamericana… ¡Es increíble!... ¡Qué vergüenza! Y lo mismo pasa con los sociólogos conductistas de San Marcos, que están trabajando con conejos y con ratas. Los alumnos, cansados de trabajar con ratones y pericotes, han pasado al mundo de los niños. Y se entretienen con niños en edad de lactancia, que es cuando los niños no sienten aún las presiones de la sociedad en que vivimos.

LITERATURA CLASICA ALIENANTE

—Hay, además, otra explicación que te propongo: se dice que en los países subdesarrollados como el Perú los literatos escriben sobre niños porque trabajan a un nivel primario, autobiográfico, y no maduramente creativo. Se dice que su fijación con niños y adolescentes corresponde a su incapacidad para acceder a una problemática realmente adulta.

Carlos se planta sobre sus pies, y apacigua con una mano su intensa pelambre canosa, mientras sus ojos brillan sombríamente tras sus anteojos:

-Mira: yo no encuentro diferencias entre lo creativo y lo real. Creo que no son polos antagónicos. Estoy diciendo que todo lo que narra Vargas Llosa en “Los Cachorros”, “Los Jefes”, etcétera, no necesitan ser experiencias que hayan sucedido. La creación, me parece, está en delinear personajes que viven y palpitan con los estereotipos y las características, los sinos y las vivencias del común de las gentes. Ese es el otro encanto de la literatura. Porque no retrata, sino que da aliento, crea personajes que seguramente no han tenido existencia real, pero que viven en un ambiente concreto. Rosendo Maqui, de Ciro Alegría, por ejemplo, es posible que no haya existido jamás. Pero, en cambio, han existido cientos de comuneros que quisieron ser como él, que tuvieron algunas de sus características. El héroe literario, de alguna manera, sin haber vivido, pertenece al país con más propiedad que los mismos seres de carne y hueso.

—Todo eso corresponde a los autores. Pero, ¿qué ocurre cuando son los mismos niños que consumen literatura?

Carlos da vuelta al escritorio, rehúsa un cigarrillo:

—Mira: el mismo proceso neocolonialista que se hace patente en la dominación económica y política, se reproduce en la literatura que consumen los niños. Y esto parte de la llamada “literatura clásica”, cuyos máximos exponentes son los hermanos Grimm, Andersen, Perrault, y que, bajo el pretexto de despertar la imaginación infantil, someten a nuestros niños ideológicamente a patrones culturales y formas de pensar que subsistieron en la Edad Media, y que la clase dominante trata de hacer sobrevivir. Me explico: los cuentos infantiles describen personajes al parecer inofensivos, pero que son en el fondo altamente alienantes. En esos cuentos desfila un universo de niños y princesas, con criados y palacios, en un escenario de esplendor y magnificencia que las mentes feudales y aristocratizantes de hoy añoran. Todo se realiza al margen de la realidad y de la historia. Para esas dulces relaciones, no cuentan los factores económicos, sociales ni políticos. Cuando aparece el pueblo, lo hace como una masa apócrifa, falsificada. Para la clase dominante, esa es la “literatura”, la única. La nuestra, la que se basa en nuestros mitos, sólo es folklore. Para la literatura feudal, el trabajo es humillante, los hombres pobres son malos y feos e hipócritas…

LOS PREDIOS DE DISNEY

Castillo Ríos está sacudido por el proceso de su pensamiento. Da otra vuelta al escritorio:

—Bueno —dice—, a esta literatura de corte medioeval, le sustituye otra, no menos perniciosa, pero ya con valores pequeño burgueses. Es la subliteratura de Corin Tellado y sus congéneres. Y, con los medios ya modernizados del capitalismo, juntando palabra, imagen y color juntos, meten a nuestros pobres niños en los predios de Walt Disney, con su Pato Donald y compañía. Y, en las creaciones gangsteriles e imaginativas, proponen siempre al hombre blanco dominante, siempre, tratando de enseñar a vivir a los mestizos, siempre sensualizados, ambiciosos, revoltosos y cobardes. Todo esto crea una literatura de consumo de la que el niño es el gran comprador. De esta manera, se le entrega al niño, en papel finísimo, con colores y cassettes, formas de vida, maneras de ser y actuar incompatibles con nuestra identidad nacional. La idea que se inculca a los niños del Perú, de esta manera, son los arquetipos del hombre blanco, rubio, ambientes técnicos y espaciales.

Carlos vuelve a reír con amargura:

—Curiosamente, nuestro Ministro de Educación ha dilapidado millones de dólares en textos españoles, que seguramente nos hablarán de Lolita y Pepito, como en la época de la Colonia. Pero que no pueden decir nada a los niños que están creciendo, a veces sin nombre ni apellido, bajo esteras, con el estómago lleno de parásitos intestinales, en las últimas aldeas del Perú. Entonces, el niño peruano, por los libros que se le dan, vive inmerso en ese mundo del Ratón Mickey y de Yola Polastri, del Tío Johnny, tan ajenos a su mundo de rayuela, de bolero, de hambre cotidiana, y de viveza criolla para satisfacer esa hambre.

EL POETA SALVA A LA EDUCACION

   ¿Qué alternativa hay para toda esta enajenación?

—Así como los políticos de izquierda han descubierto ¡al fin!, que no hay por qué comprarse los líos de Rusia y de China, para mirar al Perú con todo sus problemas, parece que los sociólogos, psicólogos y médicos empiezan a preocuparse de investigar en nuestra realidad. ¡En buena hora! Se empieza a revalorar el saber popular frente al saber académico. Los doctores empiezan a sentir el aliento de la tierra y a respetar el mundo sencillo de los trabajadores. Esto, en mayor escala, está pasando también en Educación. Curiosamente, es un poeta el que nos ha escrito el mejor libro pedagógico; diré mejor el poema pedagógico, qué América esperaba. Se llama Nicolás Matayoshi. Su libro se titula Los tesoros de Catalina Huanca”. Cuando los buscadores de tesoros empiezan a decir que no existen los tesoros de Catalina Huanca, Matayoshi afirma que sí, que son la tierra huanca y su gente. Su libro nace con esta dedicatoria: “Este libro está dedicado al niño que mi pidió un sol, y no pude dárselo”. El libro está ilustrado con diseños de mates burilados y con dibujos de niños. El libro lo ha escrito el pueblo de Chongos Alto. Es un libro diseñado por los niños, y recoge mitos, leyendas, narraciones y vivencias del pueblo.

Castillo Ríos da un largo suspiro, y sonríe:

—Si cada región del Perú hiciera lo mismo; es decir, recogiera del pueblo sus vivencias, su arte, sus inquietudes, sus problemas, descubriríamos de verdad al Perú. Y todo esto se hace en un texto simple y poético, editado artesanalmente.

Castillo Ríos hojea amorosamente el libro:

—Observa, Alat, que esta literatura de la mano a la Pedagogía, para salvarla. Los profesores estábamos metidos en problemas didácticos vinculados a María Montessori, a John Dewey y otros teóricos. Hasta que nos dimos cuenta que debíamos aprender a leer en la comunidad. Que la poesía y la ciencia están en la gente humilde que ahora despreciamos. Picasso decía que quería pintar como los niños. Y cuando los niños se les da la oportunidad de alzar la voz, cuando se escucha la palabra de la mujer humilde de Huayucachi o de Pacca, cuando se mira con los ojos benévolos nuestra propia realidad, surge una nueva ciencia, un nuevo arte y una nueva verdad.

Pero, toda exploración popular, ¿Quiénes la harán? Todos preferimos continuar metidos en torres de marfil…

Claro que es difícil —concede Castillo Ríos, y se reanima—. Es difícil para los poetas abandonar el Bar “Wony”, la “Tiendecita Blanca” y el “Haiti” de Miraflores, para irse a vivir en los pueblos humildes del país. Sería interesante que Alberto Escobar, que nos enseña “Cómo leer a Vallejo”, escribiera otro libro, “Cómo leer la realidad”. Pienso que, inclusive a Vallejo, le gustaría más este segundo libro. Vallejo es el fruto del pueblo. No nos quedamos en él. O, de otra manera, extraigamos de él de ese fruto, todas las semillas, y hagamos la siembra total. Te juro, Alat, que la hermosa vida y la enorme obra de Vallejo no deben terminar en un Simposium organizado por el Instituto Italiano de Cultura. Vallejo y, en definitiva, el Perú, se merecen otra cosa.

Castillo Ríos recupera el aliento. Tiene la cara congestionada por la vehemencia:

—Entonces —dice—, un poeta salva a la Pedagogía. Ojalá que los campesinos y los obreros salven a su vez a la Psicología, a la Sociología… ¿Te has dado cuenta que no hay un solo tratado de Psicología sobre el cholo del Perú? (Castillo, 1982, pp. 15-16)

Referencias

Castillo Ríos, C. (14 de noviembre de 1982). La Literatura y el niño. La República, pp. 15-16

[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2021). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, Lima, Perú.

 

 

miércoles, 1 de mayo de 2024

EL PRIMERO DE MAYO: FIESTA UNIVERSAL


 

Fiesta universal

Reeditado por Marco EspinozaS.

Escribe: Manuel Gonzales Prada

El 1° de mayo tiende a ser para la humanidad lo que 25 de diciembre para el mundo cristiano: una fecha de alegría, de esperanza, de regeneración.

Los cristianos celebran el nacimiento de un hombre que, sin tenerse por Dios, dice lo suficiente para que le juzguen divino: titulándose hijo de un padre que probablemente no existe, viene a redimirnos de una culpa que seguramente no hemos cometido. Según la historia o la leyenda, ese hombre se hace crucificar por nosotros; pero el sacrificio no sirve mucho, dado que hoy la mayoría de la humanidad se condena por no conocer el Syllabus ni el Catón cristiano. Un redentor que nos hubiera redimido del hambre, dándonos una simple fórmula para transformar los guijarros en pan y el agua en leche, habría hecho más que Jesucristo con todos los sermones y milagrerías del Evangelio.

Los revolucionarios saludan hoy el mañana, el futuro advenimiento de una era en que se realice la liberación de todos los oprimidos y la fraternidad de todas las razas. El creyente y el ateo, el mahometano y el judío, el budista y el bramano, lo mismo que el negro, el amarillo y el blanco, todos, en una palabra, tienen derecho de venir a regocijarse, todos son llamados a cobijarse bajo los pliegues de la bandera roja. Los cristianos guardan un cielo para unos y reservan un infierno para otros; los revolucionarios buscan un paraíso terrestre donde hallen cabida todos, hasta sus implacables enemigos.

El 1° de mayo carecería de importancia y se confundiría con las fechas religiosas y patrióticas, si no significara revolución de todos para emancipar a todos. La revolución de una clase para surgir ella sola y sobreponerse a las otras, no sería más que una parodia de las antiguas convulsiones políticas.

Se ha dicho y diariamente se sigue repitiendo: la emancipación de los obreros tiene que venir de los obreros mismos. Nosotros agregaremos para ensanchar las miras de la revolución social, para humanizarla y universalizarla: la emancipación de la clase obrera debe ser simultánea con la emancipación de las demás clases. No solo el trabajador sufre la iniquidad de las leyes, las vejaciones del poder y la tiranía del capital; todos somos, más o menos, escarnecidos y explotados, todos nos vemos cogidos por el inmenso pulpo del Estado. Excluyendo a la nube de parásitos que nadan en la opulencia y gozan hoy sin sentir la angustia del mañana, la muchedumbre lucha desesperadamente para cubrir la desnudez y matar el hambre.

A todos nos cumple dar nuestro contingente de luz y de fuerza para que el obrero sacuda el yugo del capitalista; pero al obrero le cumple, también, ayudar a los demás oprimidos para que destrocen las cadenas de otros amos y señores.

Los instintos de los hombres no se transforman súbitamente, merced o convulsiones violentas: con la guillotina se suprimen las cabezas de algunos malos; con las leyes y los discursos o con tempestuosos cambios de autoridades, no se improvisan buenos corazones. Hay que sanearse y educarse así mismo, para quedar libre de dos plagas igualmente abominables: la costumbre de obedecer y el deseo de mandar. Con almas de esclavos o de mandones, no se va sino a la esclavitud o a la tiranía.

Por eso creemos que una revolución puramente obrera, en beneficio único de los obreros, produciría los mismos resultados que las sediciones de los pretorianos y los movimientos de los políticos. Triunfante la clase obrera y en posesión de los medios opresores, al punto se convertiría en un mandarinato de burgueses tan opresores y egoístas como los señores feudales y los patrones modernos. Se consumaría una regresión al régimen de castas, con una sola diferencia: la inversión en el orden de los oprimidos.

Braceros y no braceros, todos clamamos por una redención, que no pudo venir con el individualismo enseñado por los economistas ni vendrá con el socialismo multiforme, predicado de modo diferente por cada uno de sus innumerables apósteles. (Pues conviene recordar que, así como no hay religión sino muchas religiones, no existe socialismo sino muchos socialismos.)

Pero, ¿nada se vislumbra fuera de individualistas y socialistas? Lejos del socialismo depresor que, sea cual fuere su forma, es una manera de esclavitud o un remedo de la vida monacal; lejos también del individualismo egoísta que profesa el Dejar hacer, dejar pasar, y el Cada uno para sí, cada uno en su casa, divisamos una cumbre lejana donde leemos esta única palabra: Anarquía. (Gonzales de Prada, 1948, pp. 15-17)

(1905)

Referencias

Gonzáles de Prada, M. (1948). Anarquía. PTCM. Lima, Perú.

[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2024). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa. Extraído de la Chispa.com. Lima, Perú.

EL DÍA DEL TRABAJO POR MANUEL GONZÁLES PRADA

Imagen extraída de https://www.facebook.com/LOHUANCANIJAUJA/?locale=es_LA

 

PRIMERO DE MAYO, 1907

Escribe: Manuel Gonzáles Prada

Reeditado por Marco EspinozaS.

Ignorarnos si los trabajadores, no sólo del Perú sino del mundo entero, andan acordes en lo que piensan y hacen hoy. Si conmemoran las rebeliones pasadas y formulan votos por el advenimiento de una transformación radical en todas las esferas de la vida, nada tenemos que decir; pero si únicamente se limitan a celebrar la fiesta del trabajo, figurándose que el desiderátum de las reivindicaciones sociales se condensa en la jornada de ocho horas o en  el  descanso  dominical,  entonces no podemos dejar de sonreírnos ni de compadecer la candorosidad de las huestes proletarias.

¡La fiesta del trabajo! ¿Qué  significa  eso?  ¿Por  qué ha de regocijarse el trabajador que brega para que  otros descansen y produce para que  otros  disfruten  del beneficio? A los dueños de fábricas y de haciendas,  a los monopolizadores del capital y de la tierra, a los que se llaman industriales porque ejercen el arte de enriquecerse con el sudor y la sangre de sus prójimos, a solamente ellos les cumpliría organizar manifestaciones callejeras, empavesar edificios, prender cohetes y pronunciar discursos. Sin embargo el obrero es quien hoy se regocija y se congratula, sin pensar que la irónica fiesta del trabajo se reduce a la fiesta de la esclavitud.

En el comienzo de las sociedades, cuando la guerra estallaba entre dos grupos, el vencedor mataba inexorablemente al vencido; más tarde, le reducía a la esclavitud para tener en él una máquina de trabajo; después cambió    la esclavitud por la servidumbre; últimamente, ha sustituido la servidumbre por el proletariado. Así que esclavitud, servidumbre y proletariado son la misma cosa, modificada por la acción del tiempo. Si en todas las naciones pudiéramos reconstituir el árbol genealógico de los proletarios, veríamos que descienden de esclavos o de siervos, es decir, de vencidos.

Cierto, a la doble labor del músculo y del cerebro se debe la habitabilidad de la Tierra y el confort de la vida: no opongamos el trabajo a las fuerzas enemigas de la Naturaleza, y ya veremos si la Divina Providencia acude a nuestro auxilio. Jesucristo hablaba, pues, como un insensato al decir “que no nos acongojáramos por lo que habíamos de comer o de beber, y miráramos a las aves del cielo, las cuales no siembran ni siegan ni allegan en graneros porque nuestro Padre Celestial las alimenta”.

Pero al diario y exclusivo empleo del músculo se debe también el embrutecimiento de media Humanidad. Los que desde la mañana hasta la noche conducen una yunta o manejan un martillo, no viven la vida intelectual del hombre, y a fuerza de restringir las funciones cerebrales, acaban por convertir sus actos en un simple automatismo de los centros inferiores. Merced a la constante acción depresiva de los dominadores sobre los dominados, hay verdaderos brutos humanos que sólo poseen inteligencia para anudar los hilos de una devanadera o destripar los terrones de un barbecho. Vienen a ser productos de una selección artificial, como el novillo de carnes o el potro de carreras.

Si el recio trabajo del músculo alegra el corazón, aleja los malos pensamientos y fortifica el organismo, si produce tantos bienes como pregonan los moralizadores de oficio, ¿por qué los hijos de los burgueses, en vez de empuñar el libro y dirigirse a las universidades, no uncen la yunta y salen a surcar la tierra? Porque las sociedades tienen una moral y una higiene para los de arriba, al mismo tiempo que otra moral y otra higiene para los de abajo. Existen dos clases de trabajadores: los que en realidad trabajan, y los que aparentemente lo hacen, llamando trabajo el ver sudar y derrengarse al prójimo. Así, el hacendado que   a las ocho de la mañana monta en un hermoso caballo y, por dos o tres horas, recorre los cañaverales donde   el jornalero suda la gota gorda, es hombre de trabajo; así también, el industrial que de vez en cuando deja, el mullido sillón de su escritorio y entra a pegar un vistazo en los talleres donde la mujer y el niño permanecen doce y hasta quince horas, es un hombre de trabajo.

Lo repetimos: hoy sólo deberían regocijarse los explotadores de la fuerza humana; podría hacerlo con alguna razón el que labora una tierra, con la esperanza de cosechar los frutos, o el que hila unas cuantas libras de lana, con la seguridad de fabricarse un vestido; pero, ¿qué regocijo le cabe sentir al pobre diablo que de enero a enero y desde el amanecer hasta el anochecer vive aserrando maderos, aguijando bueyes o barreteando minas? El que mañana será proletario como lo es hoy y lo ha sido ayer, el que no abriga ni siquiera la ilusión de mejorar en su desgraciada existencia, ese tiene derecho de arrojar un grito de rebelión y ver en la pacífica fiesta del trabajo una cruel ironía, una manifestación del esclavo para sancionar la esclavitud (Gonzáles, 2010, pp. 66-68).

Referencias

Gonzáles, P. M. (2010). La anarquía. Recuperado de https://cronicon.net/fica/Anarquia.pdf

Mariátegui, L. J. (2002). 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana. Ediciones Cultura Peruana: Lima, Perú.