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sábado, 27 de enero de 2024

LA NOCHE Y SUS AULLIDOS

 

EPÍLOGO

Escribe Sócrates Zuzunaga Huaita

Reeditado por Marco EspinozaS.

El tableteo de una ametralladora se escucha en la plaza del pueblo:

¡Rat-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta…!

—No se miasuste, mi estimado. Aquí, esto es una costumbre ya. Las balas suenan cuando uno menos lo espera. Haciendo eso, los milikos nos hacen una advertencia… Quieren, pues, que nos portamos bien; que denunciemos a cualquier sospechoso de ser senderista; que estemos al tanto de los forasteros que tengan pinta de ser terruko… y así, pues, volviendo a lo anterior, como le digo, llegué a enterarme, de que el José Carlusha tenia unos libros prohibidos por el Gobierno, esos libros que en sus páginas contiene mensajes que atentan dizque contra la buena moral de los buenos peruanos. Y que, por eso, él se los leía a escondidas, en medio de los maizales o en la orilla de los arroyos. A veces, lo hacia hasta muy entrada la noche, como se dice, sacándole el jugo hasta muy entrada la noche, como se dice, sacándole el jugo hasta a la última lucecita del día. Por eso mismo, nosotros teníamos miedo oírlo hablar de esos sus conocimientos raros. De esos conocimientos que llaman a la rebeldía, a la protesta y a la huelga… Y usté sabe, pues, que con esas cosas hay que tener mucho cuidado… Bueno, de ese modo, él nos decía, con harta rabia, que era preferible la muerte a estar viviendo de rodillas; quiasta cuándo, señor, íbamos a seguir aguantando abusos e injusticias, que el ser humano tiene el derecho de vivir con dignidá y en libertá, y en una sociedad justa. Y eran tan bonitas esas sus palabras, pero a la vez eran muy asustadoras… Y como le digo, pues, mi estimado, por eso, aquel buen muchacho se hizo querer por todos nosotros y se hizo odiar por todos los gamonales, ya que en estos últimos veían en él a un enemigo que les estaba haciendo peligrar su comodidad económica y, por ende, su felicidad… Pero, aura déjeme decirle lo que, en verdá, he estado queriendo decirle desde que lo tengo aquí, en mi humilde choza. Y es que, el mes pasau, vi al hijo de don Cipriano Gutiérrez en la quebrada de Kallpamayo, en ese lugar adonde nos llevaron los milikos a cumplir con una misión muy urgente… Allí estaba el José Carluscha, ese mismito joven habilidoso, ese muchacho que escribió esos sus cuentos de guerra, de esos de los que ya tanto le he hablado. Estaba allí, pues, el jovencito, con la barba crecida, y el pellejo ennegreciu por el sol y el friyo de la puna… Me dio mucha pena verlo en ese estado como lo vi. Que caray, estaba todo demacrado, pero con una expresión enérgica y, como quien dice, mostrando una especie de dignidad y orgullo. Púchika, ese su porte altivo aun estando en los brazos de la muerte, muchísimo me impresiono quiasta aura siento un no qué, aquí, en mi corazón… Y aura quiusté, de suguerito, como me lua prometiu, va a ir a visitar a su señor padre, allá, en la ciudá de Lima, dígale, de mi parte —si, por favor, no se olvide—, que como buen cristiano que soy, como buen católico, al muchacho le recé sus oraciones, sus padrenuestros y avemarías, pal descanso de su alma y pa que de Diosito goce, antes de meterlo en ese hueco o fosa común que los ronderos tuvimos quiabrir pa enterrar a los senderistas muertos en una emboscada militar quiubo en esos lares…

Cuando terminas de contarle todo eso al señor periodista, afuera ya se está escuchando la dulce tonadita de los pajaritos. Y es, pues, como que ellos están cerrando con una bonita cortina musical todo el horror de tu historia.  

Y todavía le dices, señor periodista, vuelva por aquí cuando usted quiera, pero vuelva cuando ya las papas estén frías y no quemen tanto como ahora, porque aquí siempre lo estaré esperando con los brazos abiertos, para ponerle al tanto de los acontecimientos buenos y malos que por aquí siempre ocurren, que como usted ya lo habrá visto, chico nomás es nuestro pueblo, un poco más grande que mi pueblo Aqomarka, con chacras de maíz, de trigo, de alfalfa, de cebada, de quinua, de papas, las que se hallan rodeando a las cajas de paja, de tejas y de calamina, y con hartas frutas también que crecen a la de Dios, sin que nadie se esmere con ellas, y así tenemos un poco de manzanos, duraznos, membrillos, peras e higos, pero lo que si hay bastante es la tuna, que crece por todas partes, fíjese pues que hasta utilizamos como la división de nuestras chacras, a modo de cercados (…). (Zuzunaga, 2011, pp. 475-476)

Referencias

Zuzunaga, S. (2011). La noche y sus aullidos. Lima, Perú: Copé.

martes, 23 de enero de 2024

REVISTA DEL TALLER DE PERIODISMO DEL COLEGIO LOS REYES ROJOS


 

Una Escuela Desperdiciada: La Calle

Escribe Arnaldo Rénique

Reeditado por Marco EspinozaS.

“Que el grado de éxito de que disfrutará el

individuo en sociedad depende de la cantidad

De conocimientos que consume; y que

los conocimientos sobre el mundo son

más valiosos que los conocimientos

adquiridos en el mundo”

Iván Illich

En muchos aspectos lo que buscamos es lograr que los niños tengan una aproximación al mundo en que vivimos, sobre todo a nuestro mundo de todos los días: Lima. Abrimos nuestra aula a aquellos acontecimientos que por determinada curiosidad motivaron el interés de los niños (cine, apagones, fútbol, huelgas, ambulantes, etc.). Aquella vida fuera de la escuela es conocida por nosotros, a la vez permanece algo lejana. Por eso siempre nos ha parecido importante la salida a la calle con los niños. Porque éstas nos involucran aún más con nuestra ciudad.

Así hechos comentados en el aula toman otra dimensión: pasamos por unos momentos a ser parte de ellos. Debemos recorrer con los niños la ciudad en que vivimos, conocer su organización (tan desorganizada), sus calles, sus contradicciones, sus plazas, saber cómo moverse en ella.

Al igual que la vida en el campo requiere de determinadas experiencias y conocimientos para vivir saludablemente en él, la ciudad, que es nuestro medio natural (?), también demanda de una serie de requerimientos para desenvolvernos. Más que un placer o una curiosidad natural por conocer lo ignorado nos parece una necesidad. Como ha escrito John Holt: “Tenemos que sacar a los niños de los edificios escolares y darles las cosas directamente de primera mano”.

Es indispensable conocer y comprender nuestro entorno inmediato con sus paradojas, su criollismo, su injusticia, su humor, su lenguaje. La idea tiene sus años (fines del siglo XIX, comienzos del XX), ha sido pilar de la nueva educación y de la pedagogía activa, el “sacar” el aula a la calle y en ella poder ver todo lo que es imposible de apreciar en el encierro escolar. De la observación, de la consiguiente comprensión, surge el conocimiento. No podemos desperdiciar ese gusto enorme del niño para el aprendizaje directo, vivo. Dewey ha escrito: “La única educación verdadera se realiza estimulando la capacidad del niño por las exigencias de las situaciones sociales en que se halla”. Pensando en todo esto ha sido habitual para niños y profesores del colegio salir en grupo; antes, cuando la situación económica lo permitía, alquilábamos una camioneta para movilizarnos. Los tiempos cambian y las necesidades también, hoy mayormente lo hacemos en micro. Este año con los niños de quinto y Miguel decidimos utilizar los días viernes para esta interesante actividad: conocer Lima.

Pero teníamos que salir a la calle como lo hacen normalmente la mayoría de pobladores de esta ciudad: en micro u ómnibus. Hecho nada extraordinario en sí, salvo constituir un grupo de treintaisiete personas de las cuales treintaicinco son niños (¡y que niños!). Las primeras veces no fue nada fácil, la falta de costumbre de los chicos; (el ómnibus se convertía en una prolongación de recreo), de la gente (35 niños juntos, movidos y juguetones no es habitual, incomoda) y de Miguel y yo por primera vez a un ómnibus. Pero han pasado los viernes y hemos aprendido mucho de Lima; sus lugares (muchos visitados por primera vez para la mayoría), su gente (se han producido conversaciones muy simpáticas y de sus ómnibus repletos. Porque si nos poníamos a esperar uno vacío no subíamos nunca. Nos parece que el solo hecho de estar juntos caminando por el Jirón de La Unión, Av. Abancay, Chorrillos, Av. Arequipa, Parque Universitario, Barrios Altos, Mercado Central, establecer un diálogo (producto de lo que vemos) que difícilmente se puede dar en el aula, no solo aquel que pueden establecer con nosotros sino uno más rico e importante; el diálogo de pares. Surgen miles de preguntas e inquietudes. El paisaje es variado y llamativo (ambulantes, rochabuses, señoras curiosas, locos, etc.). Es una pena que tan solo una vez nos hayamos cruzado con otro grupo de escolares; Lima debería de estar repleta de grupos de niños recorriéndola, descubriéndola. Desperdiciamos un potencial educativo muy grande: la calle. En dos ciudades norteamericanas se están implementando proyectos de escuelas sin edificios, los estudiantes se limitarán a recorrer la ciudad y a utilizar su urbe y habitantes como fuente de aprendizaje. Tenemos que utilizar lo que nos rodea, aquello de lo que formamos parte, lo vivo de nuestra comunidad. “Educar es tarea de todos pues todo estar es de escuela inadvertida”, creemos fervientemente en este aprendizaje directo, vivo. Y como ha escrito Armstrong: “Es principalmente el aislamiento de la escuela respecto a su medio lo que a provocado su rechazo por parte de los alumnos”. Por eso acerquémonos más a nuestra comunidad, solo así lograremos el contacto indispensable para luego aprender de ella, criticarla, y ser capaces de crear alternativas de su transformación. (Rénique, 1984, pp. 2-3)

Referencias:

Rénique, A. (1984). Una Escuela Desperdiciada: La Calle. El Cabezón, 4 (12). pp. 2-3.

[Fotografía de la Revista El Cabezón]. (Lima. 1984). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa. Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.