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viernes, 19 de enero de 2024

JAVIER HERAUD Y LA INMORTALIDAD VERDADERA


 

JAVIER HERAUD

Escribe José María Arguedas

Reeditado por Marco EspinozaS.

Jóvenes estudiantes:

Yo, como Uds. Saben, no soy un político, y seguramente no lo he de ser nunca. Tengo una vocación excesiva por la libertad individual para banderizarme. No pretendo ni deseo que esta actitud constituya un ejemplo; hago la aclaración porque he de hablar sobre Javier Heraud como un peruano que surgió de la miseria a la relativa felicidad del escritor que ganó cierto prestigio sin habérselo propuesto nunca como una ambición. Tal circunstancia hace que el llamado de los estudiantes en una ocasión como esta sea considerada por mí, un honor y una recompensa. Y ahora permítanme decir unas palabras sobre el purísimo poeta Javier Heraud cuyo afecto gané honestamente.

Dada la personalidad de Javier Heraud, sólo dos posibilidades se le ofrecían en el Perú: la gloria literaria o el martirio. Prefirió la más ardua, la que no ofrece recompensas, a las que humanamente aspiran casi todos los hombres. Es raro que en un país como el nuestro se presenten ejemplos como este.

Hasta el día de hoy, quienes tienen la responsabilidad del gobierno y del destino del Perú no han permitido sino un solo campo de acción para quienes anhelan la justicia verdadera, es decir, el camino abierto hacia la igualdad económica y social que a la igualdad de la naturaleza humana corresponde; ese camino es el de la rebelión, el del acoso y el de la muerte. Javier lo eligió; pero no olvidemos que lo obligaron a elegir. Quizá habría procedido de otro modo en un país sin la crueldad que se requiere para mantener niños esclavos, «colonos» esclavos y barriadas en que el perro vagabundo y el niño sin padre comen la basura juntos.

Para los que están ciegos de egoísmo y de furor contra los que claman por un poco de justicia, la muerte de Javier, por mucho que pretendan desfigurarla, es una advertencia suficientemente elocuente, quizá la única eficaz; para los otros egoístas de todo tipo: estudiantes o no, escritores que únicamente se ocupan de labrar «su gloria» y no de expresar la vida con la mayor pureza, al caso de Heraud es también una advertencia. Creo que Javier ha encontrado la inmortalidad verdadera que la poesía por sí sola acaso no le habría dado. No lo olvidemos. Defendámoslo noblemente.

Y digámosle a quienes manejan el Estado que, en lugar de preparar más peruanos especializados en aniquilar idealistas, abran los ojos, valientemente, a la feroz realidad que el egoísmo de sus antepasados ha dejado en el Perú y que dejen el campo libre a los idealistas, para que contribuyan con su inteligencia y su amor a recuperar la grandeza pasada de la patria y que no se vean como obligados a regar nuestra fecunda tierra con su sangre. Porque la sangre de los idealistas despierta también furor, inmortal furor, que ninguna lluvia de cenizas puede aplacar ni enterrar. Y creo que ningún ser humano es partidario gratuito de la muerte. Todos cantamos a la vida y la deseamos, pero algunos la deseamos con los mismos incentivos para todos, sin egoísmos aberrantes, sin placeres aberrantes, iluminada por la dicha del trabajo, por el sentimiento verdaderamente purificador de la aspiración a la fraternidad universal, tal como se dice que Dios hizo al hombre.

Con ustedes de todo corazón.

Texto leído en la Universidad de Ingeniería en el año 1966.

Referencias

Arguedas, J. (2012). Javier Heraud. Libros & Artes, 10 (52-53), 13.

[Fotografía de Enrique Polanco]. (Lima. 2012). Archivo fotográfico de la “Revista La Chispa”. Imágenes extraídas de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú: Lima, Perú.

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