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martes, 23 de enero de 2024

REVISTA DEL TALLER DE PERIODISMO DEL COLEGIO LOS REYES ROJOS


 

Una Escuela Desperdiciada: La Calle

Escribe Arnaldo Rénique

Reeditado por Marco EspinozaS.

“Que el grado de éxito de que disfrutará el

individuo en sociedad depende de la cantidad

De conocimientos que consume; y que

los conocimientos sobre el mundo son

más valiosos que los conocimientos

adquiridos en el mundo”

Iván Illich

En muchos aspectos lo que buscamos es lograr que los niños tengan una aproximación al mundo en que vivimos, sobre todo a nuestro mundo de todos los días: Lima. Abrimos nuestra aula a aquellos acontecimientos que por determinada curiosidad motivaron el interés de los niños (cine, apagones, fútbol, huelgas, ambulantes, etc.). Aquella vida fuera de la escuela es conocida por nosotros, a la vez permanece algo lejana. Por eso siempre nos ha parecido importante la salida a la calle con los niños. Porque éstas nos involucran aún más con nuestra ciudad.

Así hechos comentados en el aula toman otra dimensión: pasamos por unos momentos a ser parte de ellos. Debemos recorrer con los niños la ciudad en que vivimos, conocer su organización (tan desorganizada), sus calles, sus contradicciones, sus plazas, saber cómo moverse en ella.

Al igual que la vida en el campo requiere de determinadas experiencias y conocimientos para vivir saludablemente en él, la ciudad, que es nuestro medio natural (?), también demanda de una serie de requerimientos para desenvolvernos. Más que un placer o una curiosidad natural por conocer lo ignorado nos parece una necesidad. Como ha escrito John Holt: “Tenemos que sacar a los niños de los edificios escolares y darles las cosas directamente de primera mano”.

Es indispensable conocer y comprender nuestro entorno inmediato con sus paradojas, su criollismo, su injusticia, su humor, su lenguaje. La idea tiene sus años (fines del siglo XIX, comienzos del XX), ha sido pilar de la nueva educación y de la pedagogía activa, el “sacar” el aula a la calle y en ella poder ver todo lo que es imposible de apreciar en el encierro escolar. De la observación, de la consiguiente comprensión, surge el conocimiento. No podemos desperdiciar ese gusto enorme del niño para el aprendizaje directo, vivo. Dewey ha escrito: “La única educación verdadera se realiza estimulando la capacidad del niño por las exigencias de las situaciones sociales en que se halla”. Pensando en todo esto ha sido habitual para niños y profesores del colegio salir en grupo; antes, cuando la situación económica lo permitía, alquilábamos una camioneta para movilizarnos. Los tiempos cambian y las necesidades también, hoy mayormente lo hacemos en micro. Este año con los niños de quinto y Miguel decidimos utilizar los días viernes para esta interesante actividad: conocer Lima.

Pero teníamos que salir a la calle como lo hacen normalmente la mayoría de pobladores de esta ciudad: en micro u ómnibus. Hecho nada extraordinario en sí, salvo constituir un grupo de treintaisiete personas de las cuales treintaicinco son niños (¡y que niños!). Las primeras veces no fue nada fácil, la falta de costumbre de los chicos; (el ómnibus se convertía en una prolongación de recreo), de la gente (35 niños juntos, movidos y juguetones no es habitual, incomoda) y de Miguel y yo por primera vez a un ómnibus. Pero han pasado los viernes y hemos aprendido mucho de Lima; sus lugares (muchos visitados por primera vez para la mayoría), su gente (se han producido conversaciones muy simpáticas y de sus ómnibus repletos. Porque si nos poníamos a esperar uno vacío no subíamos nunca. Nos parece que el solo hecho de estar juntos caminando por el Jirón de La Unión, Av. Abancay, Chorrillos, Av. Arequipa, Parque Universitario, Barrios Altos, Mercado Central, establecer un diálogo (producto de lo que vemos) que difícilmente se puede dar en el aula, no solo aquel que pueden establecer con nosotros sino uno más rico e importante; el diálogo de pares. Surgen miles de preguntas e inquietudes. El paisaje es variado y llamativo (ambulantes, rochabuses, señoras curiosas, locos, etc.). Es una pena que tan solo una vez nos hayamos cruzado con otro grupo de escolares; Lima debería de estar repleta de grupos de niños recorriéndola, descubriéndola. Desperdiciamos un potencial educativo muy grande: la calle. En dos ciudades norteamericanas se están implementando proyectos de escuelas sin edificios, los estudiantes se limitarán a recorrer la ciudad y a utilizar su urbe y habitantes como fuente de aprendizaje. Tenemos que utilizar lo que nos rodea, aquello de lo que formamos parte, lo vivo de nuestra comunidad. “Educar es tarea de todos pues todo estar es de escuela inadvertida”, creemos fervientemente en este aprendizaje directo, vivo. Y como ha escrito Armstrong: “Es principalmente el aislamiento de la escuela respecto a su medio lo que a provocado su rechazo por parte de los alumnos”. Por eso acerquémonos más a nuestra comunidad, solo así lograremos el contacto indispensable para luego aprender de ella, criticarla, y ser capaces de crear alternativas de su transformación. (Rénique, 1984, pp. 2-3)

Referencias:

Rénique, A. (1984). Una Escuela Desperdiciada: La Calle. El Cabezón, 4 (12). pp. 2-3.

[Fotografía de la Revista El Cabezón]. (Lima. 1984). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa. Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.

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