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jueves, 18 de junio de 2020

La caridad según Carlos Castillo Ríos


¿Conoce Ud. la caridad?

Escribe Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco Espinoza
Es probable que usted, señora, que consume cosmeticos importados y le gustan los pasteles refinados, conozca la caridad. Búsquela en su repostero o entre sus cremas de belleza y a lo mejor la encuentra. Se usa ahora como sustituto de la mantequilla de cacao para hacer pasteles, como cosmetico para refrescar la piel y, ultimamente, hasta como articulo medicinal.
Dice Maroe Noêlle Terpend (1) que la caridad es un producto africano que proviene de una nuez que a su vez se extrae de un árbol que crece de manera silvestre, un poco a la aventura. Sin embargo, su produccion de nueces no obedece a un ciclo regular. A veces brota muy generosamente y otras se rehusa a germinar. Nadie podria decir, por ejemplo, si en 1983 habrá mucha o poca caridad, aunque algunos piensan que cada tres años se repite una produccion muy abundante y luego sigue una muy mala. Se debe a esta irregularidad que no haya plantaciones industriales de tan precioso fruto. Pero, entre años buenos y malos, la produccion de caridad llega, en promedio, a 150 mil toneladas de nueces anuales que, a su vez, provienen de muchos millones de árboles de Alto Volta, Malí, Nigeria y Togo.
La caridad la cosechan niños y mujeres negros. Ellos mueven los árbolers y sus madres recogen los frutos. Los árboles, por lo demas, no tienen dueños o tal vez seria más justo decir que todos son propietarios de los árboles de caridad y que los frutos pertenecen a quienes lo recogen. Todo hace pensar, sin embargo, que esta propiedad colectiva se va transformando en privada. Ya comienza: no son pocos los maridos que reclaman a sus mujeres el dinero de la venta del producto “porque la caridad fue recogida del campo que me pertenece”.
Pero la nuez de caridad, para que se convierta en aceite, crema o mantequilla, necesita ser penosamente ser trabajada. Eso significa que hay que sacarla al sol, fumigarla, coserla, seleccionar el germen, someterla de nuevo al fuego para provocar en ella sudoraciones, pelarla, laminarla, mezclarla con agua, amasarla y, por fin, lavarla. Sólo entonces se obtiene un aceoite limpio y puro. Estas operaciones, totalmente hechas a mano, duran dos largos días de trabajo para obtener, en el mejor de los casos, tres kilos de mantequilla. De 100 libras de nueces secas se obtiene, más o menos, 18 libras de crema. Para que el producto sea mejor, las africanas agregan a la paila donde hierve la caridad, hojas de mango y jugo de limón.
Lo curioso es que la mantequilla de caridad es, en realidad, una grasa que servia a los africanos para elaborar sus frituras y salsas. Tambien para untarse al cuerpo cuando adolecian de dolores reumaticos. Se le solia utilizar, asimismo, como argumento para aliviar úlceras y quemaduras. Servia tambien para hacer jabón hasta que un día se descubrio que la crema de caridad cumple una maravillosa función como cosmético femenino ya que refresca la piel deshidratada. Y entonces (ah la belleza femenina) comenzo la tragedia. Apenas la crema interesó al mercado europeo, los africanos ya no pueden consumir más. Los nativos tienen que renunciar a sus virtudes para que el producto sea vendido por la casa Frey o la Rouanet de Paris. La caridad se elabora, pero no se usa más en el Africa. Se la llevan las trasnacionales Unilever de Gran Bretaña, Arhus de Dinamarca, Fudji Itoh y Kaneka Mitsu Bishi de Japón y Karlshamm de Suecia. Se vende como crema facial, leche solar, shampú y extracto puro para hacer dulces y chocolates. Ultimamente se ha convertido en fármaco prescrito para las lesiones alveolo-dentales.
A cambio de la pasta que adquieren las trasnacionales, entregan divisas. Es decir, dólares que jamás llegan a las manos de los negros. Ellos reciben por su trabajo monedas desvalorizadas que nunca alcanzan para combatir el hambre. Los dolares se quedaban tambien en manos blancas. De esta manera la caridad enriquece a Europa dejando, para los niños y mujeres que la cosechan en Africa, salarios bajos que se convierten, después, en desnutrición y tuberculosis. Así es, después de todo, el comercio internacionla (Castillo, 1982, p. 11.).
(1). “La filiere carité” París, 1982. (Les dossiers faim-développment).
Referencia.
Castillo Ríos, C. (21 de julio de 1982). ¿Conoce Ud. la Caridad? La Republica, p. 11.
[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2020). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, imágenes extraídas de los archivos periodísticos del Diario La República en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.

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