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miércoles, 10 de junio de 2020

Los efectos de la ciencia de Castillo Ríos


A pocos días de conmemorarse el cumpleaños número 93 de quien en vida fue el maestro Carlos Castillo Ríos y a tan solo 2555 días de celebrarse el centenario del tan recordado “Cayo”, es en esta oportunidad que presento un artículo hecho para la Revista Autoeducación (1984), el cual lleva como título: “Ciencia, tecnología e ideología”, hace buen tiempo atrás, diferentes educadores polemizaron sobre el problema educativo como una cuestión de tecnología educativa, al respecto transcribo tal cual fue publicado:
“La tecnología educativa que se consume en nuestra patria es mayormente importada. Entonces es lícito preguntarse: ¿Su ingreso no sirve de caballo de Troya que esconde nuevas formas de dominación? ¿No hay necesidad de promover una tecnología educativa que nazca desde la práctica del magisterio nacional, sin desconocer el aporte universal?
Castillo Ríos, prestigiado educador peruano y consultor de la UNESCO, busca responder a las cuestiones señaladas” (Revista Autoeducación, 1984, p. 59).

Ciencia, tecnología e ideología

Escribe Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco Espinoza
No quisiera ingresar, ya que otros lo vienen haciendo desde siglos, a la definición de lo que es ciencia, tecnología e ideología. Tampoco a su evolución ni a la estrecha relación que tienen entre sí. Podría ser, después de todo, que tanto la ciencia como la tecnología y la ideología no sean sino expresiones del mismo fenómeno. Algo así como si se repitiese otra vez, en la historia del mundo, la existencia de tres personas distintas y un solo dios verdadero. Pero, ya que no he de referirme a la definición ni a la evolución de ciencia, tecnología e ideología, quisiera, más bien, ocuparme de sus efectos, de sus resultados, tal como lo sentimos muchos hombres comunes y corrientes de un país dominado y dependiente como es el Perú.
Caballos de Troya
            A esas tres fuerzas unidas a que se refiere este artículo –a lo mejor resulta ocioso distinguir cuál tiene mayor responsabilidad-, les debemos la ruptura de la armonía en la vida del hombre y, por consiguiente, su infelicidad. Ellas fueron algo así como los caballos de Troya del capitalismo y ahora están perfectamente instaladas en el primer y tercer mundo. Tienden, además, sus redes y anzuelos sobre los países del segundo mundo, habiendo logrado muy buena pesca en más de un Estado de aquellos que se autodenominan socialistas.
            La ideología, la ciencia y la tecnología se apoderan de nosotros de diversas maneras: introduciendo a nuestra vida cotidiana cuadernos, clavos, radios, espejos, y fármacos, primero; maquinaria pesada, enormes plantas energéticas, y equipos electrónicos, en segundo lugar; sistemas institucionalizados para proveer educación, salud, justicia y recreación, luego enseñanza, hábitos, conductas, estilo de vida y maneras de pensar, después, y formas y sistemas de control, domesticación y dominación política y social en quinto, aunque no último lugar.
            En este proceso de dominación todo está milimétricamente programado con la precisión que dan las computadoras. Lo peor del caso es que la ciencia, la tecnología y la ideología se presentan como fuerzas totalmente positivas y hasta necearías. Nadie podría, en su sano juicio, decir algo así como “¡Muera la ciencia que hace posible la esclavitud de los pueblos!” “¡Abajo la tecnología de los países más avanzados del orbe porque, a la postre, son nuevas formas de dominio!” Quien esto dijera sería considerado, además de loco y resentido social, como enemigo del progreso o defensor de la ignorancia. Es decir, algo así como un malhechor social.
            De manera que niños, cocinas, escuelas, fábricas, obreros, cuarteles, hospitales, oficinas, campesinos, universidades, familias, gobierno, relaciones internacionales, amores y guerras, están prisioneros de la tecnología, la ciencia y la ideología dominantes. Son, pues, dichas fuerzas vehículos que conducen a los nuevos jinetes del Apocalipsis que ya han tomado posesión de la mayor parte del mundo que ellos denominan civilizado.
            ¿Cómo lo han hecho? No es difícil reconstruir históricamente cómo tan poderosa tripartita logró apoderarse del mundo. Tenía necesidad el hombre colectivo de una herramienta para facilitar su tarea productiva y le inventaron varias máquinas para que remplacen al hombre, condenando así a millones de personas al desempleo. Pidió ese hombre recursos que le sirvan para dominar mejor a la naturaleza y le fabricaron no uno sino muchos a los que debe servir, ser su esclavo.
            El trabajo que siempre fue creativo se convirtió así en alienante. Sintió el hombre necesidad de mitigar sus dolores y prevenir sus enfermedades y, como respuesta, le crearon un especialista llamado médico que le expropió la salud, convirtió la medicina en mercancía y es ahora superhombre de quien depende el humilde ciudadano para nacer, vivir y morir.
            Quiso asumir el hombre su función de rey de la creación y terminó siendo recurso humano para una producción, que debiendo estar en manos colectivas, sólo pertenece y enriquece a unos cuantos. Aspiró el hombre a movilizarse a más velocidad de la permitida por sus piernas y ahora los privilegiados son viajeros crónicos cuyas ciudades se organizan alrededor de vehículos donde pasan, prisioneros, por lo menos tres horas al día, mientras los no privilegiados, sus víctimas, se la pasan produciendo arroz, la harina o los bienes necesarios para sostener y reproducir aquella injusta situación. Pero, eso sí, estos últimos cuentan con una acémila o, en el caso de los hombres de ciudad, con un boleto de ómnibus para viajar aplastados y con evidente riesgo de su seguridad personal. Como la sociedad les exige producir más, les pone a su alcance medios incómodos y primitivos de transporte en aras de una mayor productividad.
Medios de dominación y deshumanización
            La ideología, la ciencia y la tecnología arrasan pues, con todo. Sin embargo, todo lo expuesto no sería tan grave si, de alguna manera, tales fuerzas hubieran servido para acercar a unos hombres con otros. Es decir, para sembrar, de alguna manera, un poco de fraternidad en las relaciones humanas. Pero ha sucedido exactamente lo contrario: ellas están al servicio de una minoría privilegiada y exclusiva y en contra de la mayoría. Han dividido a la humanidad en pocos propietarios de los medios de producción, por una parte, y muchos, muchísimos consumidores, por el otro lado, habiendo perdido estos últimos su autonomía, su hominidad, su independencia, su sentido crítico y su acceso al bienestar. Los bienes que produce la industria no están al servicio del hombre sino al revés: es el ser humano el que ésta al servicio de la industria en calidad de recurso. No se lucha ahora por SER, sino por TENER. La investigación científica, su mediación tecnológica y la difusión ideológica de esa investigación están en manos sólo de los acumuladores de conocimientos e informaciones, a quienes también se podría llamar propietarios del saber y monopolistas de la opinión pública.
            Después de Skinner, los psicólogos, como ingenieros de la conducta humana, han ensayado descubrir métodos y procedimientos encaminados a comandar los genes y programar al hombre. Es decir, el desvarió y la locura. Pero lo peor del caso es que la llamada comunidad científica pretende no haber ido lo suficientemente lejos en este afán de dominar al mundo y así, en una de las últimas reuniones de la Asociación Americana de Psicología, justamente tratando sobre control de comportamientos, se propuso intensificar tareas tales como manipulación de los genes, estimulación y modificación del cerebro humano, programación del comportamiento y mayor vinculación del hombre y del animal y del hombre y de la máquina. Lo que puede resultar de estas expresiones del “progreso” es imprescindible. Sobre todo si se piensa que tales intentos –que más bien son atentados- se realizan en los Estados Unidos de América, la primera potencia mundial y sede del capitalismo internacional más deshumanizado y cruel que ha concebido la historia y que es, al mismo tiempo, lugar desde donde se controlan y conducen los hilos políticos que mueven acciones y medidas políticas en los países del llamado Tercer Mundo.
            Pero tal vez no sea ésta la mejor hora para lamentaciones, asombros ni especulaciones. Cuando se afirma que las principales compañías multinacionales aumentan sus ventas a un ritmo superior al producto nacional bruto de la mayoría de los países del mundo, se está dando a conocer, con claridad meridiana, quiénes son los que comandan los destinos y orientaciones de la ciencia, la tecnología y la ideología dominantes.  
No hay que ser muy perspicaz para conocer el nombre y la razón social de esas compañías. Basta salir de noche en una ciudad como Lima y tomar nota de los avisos de neón que asoman por encima de los grandes edificios. Ahí están la Ford, la Bayer, la Sears, la Shell, la Phillips, etc. Sólo los ciegos no la ven. Y si se quiere saber quiénes son sus representantes, agentes de la barbarie y representantes de aquellos centros de poder imperialista, basta dar lectura a los directorios de los bancos y las compañías financieras. Y también, por supuesto, incluir en la lista a los políticos de los partidos que detentan al poder en las democracias formales como la nuestra.
No están pues en buenas manos las riendas de la ciencia, la tecnología y la ideología imperantes. Pero no sólo ellos son los grandes culpables. Pareciera que también participamos de esta grave responsabilidad quienes merodeamos por la universidad ya que, como “tontos útiles”, propagamos, consciente o inconscientemente, los postulados de aquella ciencia y técnica imperialista.
Interrogantes
            Sin embargo, necesitamos ser optimistas. Como en las películas de Chaplin, estamos al final del camino y se ve, a lo lejos, un sol que nos alumbra: es el futuro que nos invita a cambiar, a transitar por nuevos rumbos. Después de todo la historia no se detiene y es ahí donde debemos gravitar los educadores. A estas alturas, ¿podemos seguir siendo los profesores propagandistas y difusores de esa ciencia imperial? ¿Es que la ciencia es neutra, apolítica y dependiente de la ideología burguesa? ¿Podemos hablar de una ciencia o una técnica nacionales? ¿Cuáles son los límites, las fronteras de la ciencia y la técnica con relación a la realidad nacional?
            ¿Es posible que continuemos enseñando a nuestros alumnos la Tecnología Educativa que se elabora en Tallahasse (Estados Unidos) y que provienen del modelo conductista? ¿Por qué no implementar una tecnología educativa que sea “creación heroica” de nuestro pueblo? ¿Por qué ahora la aparición de tantos cursos sobre Tecnología, Planificación e Investigación Educativa en casi todas las universidades del país e, inclusive, en Programas de Educación de San Marcos, que se considera una universidad comprometida con las mayorías nacionales? ¿Cuál es la función política que viene cumpliendo INIDE y los funcionarios tecnólogos que en él trabajaron durante la época de Morales Bermúdez?
¿Cuál es la razón por la que se sabotea el desarrollo de la Educación Popular? Trataremos de dar respuesta a estas interrogantes en un próximo artículo (Castillo, 1984, pp. 59-61).
Referencias
Castillo, R. C. (1984). Ciencia, tecnología e ideología. Autoeducación: Revista de Educación Popular, 3 (9). pp. 59-61.
[Fotografía de la Revista Autoeducación]. (Lima. 1984). Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.

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