El advenimiento del poder joven
Escribe Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco EspinozaS.
En un Seminario sobre Legislación del Menor Alfredo Vignolo, periodista peruano, tratando el tema “El menor y los medios de comunicación colectiva”, llamó la atención del publico sobre un hecho evidente: los adultos nos hemos apoderado del poder en todas sus manifestaciones sin conceder a la gente joven si quiera la oportunidad de exponer sus criterios, ideales y esperanzas. Somos, constituimos una gerontocracia. Los jóvenes de 15 a 20 años, integrantes importantes de la población económicamente activa del país, no tienen canales por los cuales dejar escuchar su voz. Sobre ellos ejercemos, de una u otra manera, un paternalismo absoluto que descansa, abusivamente, en una evaluación sobrevalorada de nuestra experiencia y adultez.
Para los políticos que están en el gobierno, pongamos por caso, no existe quienes no tienen Libreta Electoral. Por eso toman sus decisiones marginando al 60% de la población. Y lo peor es que lo hacen a nombre de la participación popular, “el pueblo lo hizo”, y otras etiquetas indudablemente mentirosas.
Tampoco sabemos trabajar con jóvenes y menos aún con niños. Pedimos de ellos una conducta adulta. Siguen siendo, para nosotros, proyectos de hombres, simplemente sujetos en camino a ser personas. Los menospreciamos. No queremos ver lo que es obvio. No se propaga, por ejemplo, que en Europa hay científicos sociales muy serios -Gérard Mendel es uno de ellos- que preconizan la descolonización del niño y solicitan, con argumentos irrebatibles, el derecho de voto a partir de los 12 años. No es broma: muchos menores saben lo que quieren para su ciudad, su país y el mundo, mejor que nosotros. Por otra parte, ser adulto o viejo no garantiza absolutamente nada. Más bien entraña el riesgo que nuestras opiniones no tengan la espontaneidad, frescura audacia y generosidad, que podría tener el pensamiento de las nuevas generaciones. Lo peor del caso es que no sólo negamos libertad de expresión a la juventud, sino que les educamos para la sumisión, la obediencia servil y la obsecuencia con el universo adulto. Los tenemos pisados.
Sucede entonces que le damos excesiva importancia a las canas y arrugas sin percatarnos que, con esa actitud, estamos poniendo en riesgo el destino del país y del mundo. Así como suena. Sin ánimo de ser tremendistas siento que no hemos advertido que justamente la explosión de los medios de comunicación social ha sentado las bases de una revolución infantil y juvenil de increíbles proporciones. Si antes las luchas reivindicatorias las protagonizaban jóvenes que ya solían arreglarse el bigote, ahora es distinto. Observamos que no sólo rostros de niños imberbes se descubren en la lucha de los pueblos por su independencia, sino también caras limpias de adolescentes mujeres que de esta manera están anunciando el advenimiento del poder joven. Lo he visto en El Salvador, lo he visto en Nicaragua. En una edad en que los niños -bien de la burguesía se aburren frente a una discoteca o están detrás de un placer efímero, los niños del pueblo -11, 13 y 15 años- luchan, en forma cada vez más radical, por un orden social diferente.
Para mí que se equivocan quienes afirman que hay adultos que manipulan a los niños y los empujan a la lucha armada sacando ventaja de su ingenuidad o experiencia. Parece más bien que, de una u otra manera, los jóvenes han tomado conciencia de dos cosas: lo poco que pueden esperar de este orden social y las grandes posibilidades de cambio que se anidan en sus propias fuerzas. Si es así, estoy seguro que el mundo que organizarán los muchachos será mucho más justo, humano y digno, que el que nosotros los adultos hemos construido para ellos. (Castillo, 1982, p. 11)
Referencias
Castillo Ríos, C. (5 de agosto de 1982). El advenimiento del poder joven. La República, p. 11.
[Fotografía de Marco Espinoza]. (Lima. 2020). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, imágenes extraídas de los archivos periodísticos del Diario La República en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú. Lima, Perú.
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