Un poster para Consuelo, describe un sentimiento de injusticia, corrían el mes de febrero del año 1989 cuando fueron asesinados dos dirigentes, uno de ellos fue la maestra Consuelo Trinidad García Santa Cruz, quien en 1984 conformara con un grupo de mujeres mineras la Asociación Filomena Tomaira Pacsi, el coraje y la valentía de enseñar a las esposas de los mineros de sus derechos y la voz de protesta por las desigualdades sociales que aun se mantiene en nuestra sociedad. Ya han pasado 32 años sin que se encuentre a los culpables verdaderos, algunos de ellos ya ni están vivos, como es el caso del ex ministro de Interior y congresista por el APRA, Máximo Agustín Mantilla Campos, mencionado por el periodista Ricardo Uceda en su libro “Muerte en el Pentagonito” y en su capítulo: “El Clan del Besito”. Cuanta sangre derramada, cuanta historia oculta, cuantos hijos sin ver justicia y un Bicentenario sin justicia y reconciliación. Este 28 de agosto se conmemora los 18 años desde que la Comisión de la Verdad entrego el informe final y hasta la fecha sigue habiendo heridas que no cierran porque la historia no ha sido contada con la verdad y los culpables siguen viviendo sin que nada hubiera pasado…
Un "poster" para Consuelo:
Escribe Carlos Castillo Ríos
Reeditado por Marco EspinozaS.
Frente al dolor que nos causa su muerte resulta prematuro apreciar la trascendencia de su ejemplo y la magnitud de esa profunda lección que fue su vida. El 13 de febrero la mataron, a mansalva, para hacerla inmortal: no lo olvide, compañero. No pudieron soportar sus asesinos que fuera, al mismo tiempo, maestra y luchadora social en Comas, en las minas Canaria, y en todos los puestos de peligro donde se organizaba un grupo presto a combatir por un mundo mejor para los pobres. Estaba en todas partes como ahora está en el recuerdo de las Filomenas, las Manuelas, las Calandrias y todas las personas conscientes del magisterio, los campamentos mineros, los Pueblos Jóvenes y los que comienzan a morir justamente para dar la vida al cambio social, sinónimo de justicia.
Allá los dirigentes que continúan soñando con su banda presidencial o su curul de diputado o senador ahora que han matado a Consuelo García Santa Cruz, maestra del Perú, con apenas 33 años de edad. Allá ellos. Quienes tuvimos la suerte y el legítimo orgullo de conocerla y admirarla, creemos que más que cualquier contienda electoral vale escribir muchas veces su nombre cuando nos quedamos en la intimidad o transmitirlo, con toda la emoción que se merece, cuando estamos cerca a los niños y los jóvenes que empiezan a perder la fe en el país y en sus instituciones.
Es fácil predecir que la Historia del Perú, aquella cuyo contenido se diseña en el Ministerio de Educación, no la mencionará en ninguna de sus páginas. Mejor así. Ella, después de todo, no merece ser confundida con Miquita de Villegas, amante de un Virrey, o con tanto político ladrón y sinvergüenza cuya biografía se debe estudiar en los centros educativos.
Quienes nos dedicamos a la enseñanza necesitamos, sin embargo, con urgencia impostergable, un ´poster´ grande de Consuelo de Comas, porque no hay escuela, colegio ni universidad donde no sobre una pared dónde colocar el rostro sereno, sonriente y bello de esta nueva heroína civil de la lucha en defensa de los Derechos Humanos. Y ahí situar el homenaje junto a los poemas que le estarán haciendo, en este instante, Alejandro Romualdo y Pablo Guevara, y las canciones que, con toda seguridad, le dedicará el pueblo. Y colocar también ese ´poster´ en la casa, en nuestro rincón de trabajo, al lado de los libros de José Carlos, para que nos dé aliento -y consuelo- en los instantes en que más nos duela el Perú.
No obstante, no hay temor alguno a olvidarla: es que necesitaremos ver su rostro sereno, tranquilo y bello, no sólo para seguir creyendo en este país nuestro de cada día donde se combate la arbitrariedad, el abuso y la ignominia con el sacrificio de los auténticos luchadores que surgen del pueblo;: sino también como ayuda visual para el momento en que se hable a los alumnos (cuando no escuche el Supervisor) y se les cuente sobre la vida, el compromiso social y la ternura de este nuevo símbolo de la mujer peruana.
Mineros ni maestros ni gente que todavía cree en el futuro la olvidaremos jamás. Y porque su muerte la sentimos muy adentro, nadie la debe llorar sino seguir su ejemplo. Esa será, al mismo tiempo, la mejor sanción para los responsables de su cobarde inmolación. (Castillo, 1989, p. 18).
Referencias
Castillo Ríos, C. (24 de febrero de 1989). Un “poster” para Consuelo. La República, p. 18.
[Fotografía de La República]. (Lima. 1989). Archivo fotográfico de la Revista La Chispa, extraído de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú, Lima, Perú.
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